En estos días ha sido noticia que el Papa Francisco, siguiendo la petición del presidente de la República de México, Andrés Manuel López Obrador, ha pedido perdón por los abusos cometidos durante la conquista, colonización y evangelización de América. Y aunque no cita expresamente a España, se sobreentiende que fueron españoles la mayor parte de aquellos que llevaron a cabo esas acciones.
Hay que empezar diciendo que no es el primer pontífice que lo pide, pues ya lo hizo San Juan Pablo II. Este, en 1984, destacó la cristianización del Nuevo Mundo como una de las obras más bellas llevadas a cabo por la Iglesia. Sin embargo, eso no le impidió que dieciséis años después, concretamente, el 12 de enero de 2000, en un documento titulado Memoria y Reconciliación, pidiera perdón oficialmente en nombre de la Iglesia por los excesos allí cometidos. Y nuevamente el Papa Francisco ha vuelto a reiterar su petición de perdón en septiembre de este año de 2021 por los abusos cometidos por la Iglesia.
En mi opinión estos pontífices obran de buena voluntad, asumiendo que son los vicarios de Cristo en la tierra. Y por ello, sienten la necesidad de pedir perdón por los excesos cometidos por los cristianos en el pasado y en el presente. La asunción de la culpa es parte fundamental del credo cristiano que se recuerda incluso en todas las celebraciones litúrgicas a nivel individual cuando pedimos perdón por nuestros pecados. Si el Papa tiene conciencia de culpa veo bien que la pida, pues será bueno al menos para su propia tranquilidad. Y lo digo a pesar de que pueda servir al juego de los intereses políticos del presidente de la República de México.
Sin embargo, el resto de los humanos del siglo XXI no creo que tengamos conciencia de culpa por lo que otros hicieron hace ahora cinco siglos. Yo no pienso pedir perdón por lo que perpetraron unos conquistadores hace cinco siglos, entre otras cosas porque no tengo conciencia alguna de culpa, ni de responsabilidad personal por lo malo que allí pudo haber ocurrido. Igual de absurdo es sentirse ofendido cuando se describen los dramas y las brutalidades que allí sucedieron. No es posible pedir hoy disculpas por lo que hicieron los españoles del siglo XVI, como no es posible que los italianos pidan perdón por lo que hicieron los romanos en tiempos de Jesucristo. Lo único racional que podemos hacer es conocer la verdad histórica y aceptarla, por dura que resulte.
No se les puede pedir a los conquistadores que practicasen la multiculturalidad, que es un concepto de nuestro tiempo. Los españoles actuaron exactamente igual que otros pueblos occidentales antes y después de la Conquista. La expansión española fue acorde con el modo de pensar imperante en occidente en esos momentos. Ni que decir tiene portugueses, ingleses, holandeses y alemanes actuaron de forma parecida en sus respectivas colonias. Y también los taínos con los siboneyes, los caribes con los taínos o los mexicas con los tlaxcaltecas. Ni que decir tiene con la actuación brutal del inca Atahualpa cuando ordenó exterminar a la familia de su hermanastro Huáscar, incluidas las mujeres y los niños. Pero no creo que los descendientes de los incas tengan conciencia de culpa hoy en día como para pedir perdón a los peruanos por los crímenes cometidos por este soberano nativo.
Pese a todo, entre esos colonizadores y evangelizadores hubo miembros de una notable corriente crítica, única en Europa, contraria a los métodos de expansión utilizados. Fray Pedro de Córdoba, fray Antonio Montesino y su famosa homilía o fray Bartolomé de Las Casas también formaron parte de esa evangelización hispánica por la que ahora el Papa está pidiendo perdón.
Creo que la única forma posible de restitución no es pidiendo anacrónicos perdones sino acabando con la discriminación de los más de 10 millones de indígenas que sobreviven en México en la actualidad. Desgraciadamente, en México los naturales tienen menos que los mestizos y estos a su vez menos que los blancos. De lo que se trata es de acabar con esa injusticia que no es de hace cinco siglos sino de ahora, y dejarse de discursos huecos y extemporáneos.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
Manuela Fernández Casildo dice
Totalmente de acuerdo.
Flavio Vázquez dice
No me queda claro en el texto que se quiere decir respecto a la relación entre los meshicca y los toltecas. Estos últimos construyeron un gran imperio, cuya capital fue Tula, pero desaparecieron al finalizar el siglo XII. Los meshicca se asentaron en el Valle de México más de un siglo después de la desaparición del imperio tolteca. Los azteca-meshicca veneraban la memoria de los toltecas y, de hecho, intentaron reconstruir su imperio y cultura. Tan es así que eligieron como primer gobernante a un príncipe de linaje tolteca, a Acamapichtli de Coatlinchan, quien se convirtió en su primer monarca. Los monarcas meshicca honraron siempre la memoria de los desaparecidos toltecas, peregrinando frecuentemente a efectuar ofrendas en las ruinas de la antigua Tula.