El estudio de la vinculación de Miajadas con América está por hacer y requiere tiempo, labor de documentación, trabajo de archivo, y un análisis pormenorizado. Para la redacción de esta ponencia me he limitado a revisar solo los documentos accesibles del Archivo General de Indias a través del portal PARES, así como a repasar alguna bibliografía básica. Por tanto, estas páginas no constituyen más que unas pinceladas, un pequeño boceto de un cuadro que aún está por pintar.
Dos aspectos han marcado la historia de Extremadura: uno, la existencia de una élite oligárquica que monopolizó la casi única fuente de riqueza, es decir, la tierra. Y otro, su carácter fronterizo con el reino de Portugal, lo que la convirtió en un lugar estratégico primero para el reino de Castilla y León y luego para España. Desde entonces fue uno de los escenarios prioritarios de las guerras de la monarquía (Mira, 2017: 46). Bien es cierto que esta frontera no fue impermeable, igual que hubo dramáticos y reiterados saqueos que lastraron el progreso de la región también se produjeron unas enriquecedoras relaciones humanas, económicas y culturales. Los extremeños se acostumbraron al ciclo destrucción-creación y a reconstruir siempre sobre sus propias cenizas.
Pero esta concentración de la tierra en pocas manos y las guerras continuas que se libraron en su territorio, provocó periódicamente hambrunas y miseria, llevando a muchos extremeños al éxodo.
1.-TIERRA DE EMIGRACIÓN
Durante la Edad Moderna, las guerras, las crisis cerealísticas periódicas y las epidemias provocaban bruscos descensos de la población. El resultado de todo ello fue un declive muy acusado de la población que pasó de 451.000 habitantes en 1591 a 241.572 a principios del siglo XVIII (Blanco, 1999: 94). En Extremadura hay actualmente poco más de un millón de extremeños, pues bien, casi otro millón tuvo que abandonar esta tierra a lo largo del siglo XX. Ha sido desgraciadamente una de las regiones de España, y probablemente de Europa, que más población ha perdido entre el siglo XVI y el XX.
Ante una economía tan precaria y una distribución tan desigual de la riqueza, la mejor opción para miles de desheredados fue la emigración. Y muchos de estos emigrantes se sintieron atraídos por el Nuevo Mundo que despertaba unas expectativas de enriquecimiento y una frontera de libertad que difícilmente podían encontrar en su tierra natal. Eso explica el papel de primer orden que jugaron los extremeños en la empresa americana, no sólo en la conquista y la colonización del nuevo continente, sino también en la posterior evangelización.
Un buen número de extremeños cruzaron el charco y estuvieron presentes en casi todas las guerras de conquista y en la posterior colonización. Entre ellos destacan con nombre propio Hernán Cortes, de Medellín, que conquistó la confederación mexica; Francisco Pizarro, de Trujillo, que conquistó el incario (junto al miajadeño Alonso Jiménez); Vasco Núñez de Balboa, de Jerez de los Caballeros, que descubrió para los europeos el océano Pacífico americano, entonces llamado Mar del Sur; Francisco de Orellana, también trujillano, que fue el primer español en recorrer el Amazonas; Hernando de Soto, de Barcarrota, llamado el Conquistador de las Tres Américas, porque estuvo sucesivamente en Centroamérica, Sudamérica y Norteamérica; y finalmente, por mencionar solo a los más destacados, Pedro de Valdivia, natural de Villanueva de la Serena, conquistador de Chile.
Pero no solo hubo conquistadores sino también navegantes, como el emeritense Hernando de Bustamante, de profesión barbero, que estuvo presente en la expedición que dio la primera vuelta al mundo y que además fue uno de los 18 supervivientes. Tampoco podemos obviar a dos cronistas: Pedro Cieza de León, natural de Llerena, que escribió una narración sobre el Perú, y fray Gaspar de Carvajal que acompañó a al trujillano Francisco de Orellana en su expedición por el Amazonas y que nos dejó un relato del viaje imprescindible para reconstruir dicha jornada. Y finalmente, quiero recordar también al jurista guadalupense Gregorio López, miembro de la Junta de Valladolid y partícipe de la redacción de las famosas Leyes Nuevas de 1542 que al menos en teoría prohibieron la esclavitud indígena y la encomienda (Morales, 1979: 422).
Legalmente, están registrado poco menos de 14.000 emigrantes extremeños a América a largo de los siglos XVI y XVII, pero es posible que la cifra real se sitúe en torno a los 20.000 o 25.000. Las cifras registradas son 9.035 para el siglo XVI, 4.346 para el XVII y 65 para el XVIII (Sánchez, 1993; Lemús, 1993; Macías, 1999).
2.-LA AMÉRICA SOÑADA
La presencia de lo americano en el imaginario colectivo comenzó poco después del Descubrimiento. La idea de las tierras halladas al otro lado del océano por un genovés llamado Cristóbal Colón debió circular por la villa antes de finalizar el siglo XV.
En el primer viaje colombino tenemos localizados a nueve extremeños, en la segunda diez y en la tercera a seis. En la primera y pionera travesía iban dos vecinos de Villanueva de la Serena (Juan Morcillo y Juan Patiño). Es decir que en Extremadura se tenían noticias del Descubrimiento desde la génesis; rumores y comentarios sobre la existencia de un Nuevo Mundo allende los mares o de un trujillano llamado Francisco Pizarro –acompañado por un miajadeño, Alonso Jiménez-, que había conquistado todo un imperio y acopiados tesoros nunca vistos. Hidalguillos de muy segunda fila que se convirtieron de la noche a la mañana en personas enormemente ricas. Todo ello generó auténticos mitos áureos que debieron suponer un verdadero revulsivo en el ánimo de aquellas personas que veían pocas posibilidades de éxito en sus localidades de origen.
No tardó en desarrollarse todo un trasiego continuo de peruleros que iban y venían a las Indias, algunos de ellos consiguiendo sus metas de enriquecimiento y retornando ricos a su localidad natal. A Miajadas llegaron varias partidas de numerario, como luego veremos. Sin duda el mayor estímulo a la emigración era el ejemplo de aquellos peruleros que regresaban ricos a la villa que los vio nacer. No fueron muchos, pero influían bastante más en el ánimo de los desheredados que el de otros muchos que marcharon y de los que nunca más se supo.
El Nuevo Mundo se convirtió de la noche a la mañana en el nuevo horizonte onírico de los europeos, un mundo soñado, en el que la imaginación no tenía límites, desde la leyenda de Jauja al Dorado, pasando por las ciudades míticas de los Césares, de Cibola y de Quivira. El Dorado fue ubicado sucesivamente en la llamada isla del oro, La Española, luego en Castilla del Oro para terminar en las tierras pantanosas de los Mojos, en Bolivia, donde se mantuvo el mito hasta muy avanzado el siglo XVIII (Livi, 2012: 79).
3.-LICENCIA Y PASAJE
Cuando alguien se disponía a cruzar el charco, lo primero que tenía que hacer era obtener la licencia de la Casa de la Contratación de Sevilla. Como es de sobra conocido esta institución desde principios del siglo XVI recibió el encargo de controlar las personas que pasaban a las Indias. Más concretamente, en 1509 se les ordenó que registrasen a todos los viajeros que se embarcaban para las Indias, asentando que es cada uno y de que oficio y manera ha vivido y enviando esta información al gobernador u oficiales de las distintas regiones indianas para que vigilasen que estas personas continuaban en sus lugares de destino, ejerciendo el oficio que tradicionalmente habían practicado en la Península.
Para ello, el interesado debía presentar un interrogatorio hecho en su localidad natal (hay un buen número de ellas realizadas en Miajadas) en el que los testigos declarasen que era una persona cristiana, libre de toda mancha de sangre judía o mora. Si además podían alegar nobleza mucho mejor; más razones para obtener sin problemas la pertinente licencia. Estos interrogatorios son muy estereotipados con preguntas y respuestas muy previsibles y de poco interés. Sin embargo, sí que salen a relucir otros datos valiosos referidos a la localidad, como los testigos y en ocasiones sus oficios, los escribanos y a veces cargos del concejo. Desde el punto de vista genealógico poseen una información valiosa, dependiendo de la meticulosidad de los testigos en sus respuestas.
A veces disponemos del registro de embarque, en otros casos de la información o de la licencia de embarque y en pocos casos las tres cosas. Bien es cierto, que cuando solo disponemos de la licencia no tenemos la certeza de que esa persona pasara realmente. Cualquier contratiempo, como una enfermedad o la de algún familiar cercano, podía truncar el viaje. Pese a todo, las licencias, junto con los registros de embarque constituyen una fuente de primer orden para el conocimiento del flujo.
En la licencia se solían concretar mucho los rasgos físicos del poseedor de la misma. Porque, dado que no había fotografía era la mejor forma de demostrar que el autorizado en la licencia se correspondía con el portador. Y al igual que ahora, en el siglo XVI hubo mafias que se dedicaban a limpiar los bolsillos de estos infelices, que pagaban importantes sumas para sufragar un pasaje a ninguna parte. Algunos capitanes con ansias de numerario, les daban pasaje a precios desorbitados y los llevaban a dónde les parecía. En muchos casos estos pasajeros, engañados o cegados por la miseria, se embarcaban sin tan siquiera saber a dónde se dirigían exactamente, por lo que el futuro que les esperaba al otro lado del océano era casi tan desesperanzador como el que habían dejado tras de sí. Así lo denunció Gonzalo Fernández de Oviedo, responsabilizando directamente a los capitanes y maestres por la pobreza de unos y la codicia de otros y la locura de los más. Pero también hubo funcionarios implicados en estas mafias. En 1578 se apeló al Consejo de Indias una causa contra el fiscal Diego Venegas, Andrés de Venecia, Juan Rodríguez y Alonso de Carmona por la venta de licencias falsas para pasar a las Indias (Mira, 2009: 253). ¡Cuánto recuerdan estas actitudes a las actuales mafias que, en un viaje a ninguna parte, traen a africanos en pateras a Europa!
Pero abundando en ese detallismo de los rasgos físicos contenidos en las licencias, por ejemplo, en la otorgada el 25 de enero de 1592 al miajadeño Mateo Solano y a su esposa Catalina Hernández, personas limpias de toda raza y mancha de cristianos nuevos, son descritos físicamente con las siguientes palabras:
Mozo de edad de veintiocho años poco más o menos, de buena disposición y rostro y unas señalitas en la frente. Y la dicha Catalina Hernández, su mujer, es moza de buena disposición, de edad de veinticuatro años poco más o menos, el rostro algo ancho y los ojos como garzos, un poco crecida de boca (AGI, Contratación 5236, N. 1, R. 28).
Pocos años después, otro miajadeño, Juan López Manzanedo era descrito como de edad de 29 años, de buen cuerpo, delgado, moreno, con un lunar debajo del bigote.
Obtenida la licencia faltaba personarse en Sevilla y comprar pasaje. El miajadeño Matos García, vecino de Miajadas, tierra de Medellín, se concertó el 11 de octubre de 1529 ante notario, con Francisco Camacho, vecino de Triana, para pagar su pasaje a Nueva España en la nao Santa María de la Victoria (APS, Leg. 3279, fols. 530r-530v.). El precio 3.750 maravedís, equivalentes a unos 1.275 euros actuales. Pero los gastos debían ser muy superiores pues había que mantenerse en Sevilla durante las largas demoras antes de zarpar, pues no olvidemos que desde 1561 solo zarpaban dos flotas al año. Algunos se jugaban lo poco que tenían en una aventura de futuro muy incierto.
Pero ¿qué pasaba con los que no tenían dinero para pagarse el pasaje? Les quedaban dos opciones: si era un varón lo más fácil era enrolarse como grumete en algún navío. Si era una mujer, la única posibilidad que le quedaba era suscribir ante notario un compromiso para servir a algún señor por un período que variaba entre los 7 y los 13 años.
La travesía solía ser una experiencia extraordinariamente dura y para algunos hasta traumática. Es cierto que en todos los navíos había un sanitario –normalmente un barbero- que llevaba fármacos, plantas, licores y ungüentos básicos para curar a los enfermos: pero cuando alguien enfermaba a bordo era muy poco lo que se podía hacer por él de forma que salvo que fuese una cosa liviana y pasajera, lo normal es que todo aquello desembocara en un óbito. Ocurrido el fatal desenlace no quedaba más remedio que tirar el cadáver por la borda. Antes de hacerlo se preparaba todo un ritual previo, cosiéndolo con un serón o tela basta y añadiéndole lastre para que se fuera al fondo y no lo devorasen los depredadores. Como lastre se solían utilizar piedras -si las había-, botijas de barro o bolaños de las lombardas. El clérigo que preceptivamente debía ir a bordo dirigía un acto fúnebre antes de lanzar el cuerpo al mar (Mira, 2010: 39-57).
Y para el resto del pasaje, la travesía no dejaba de ser un tortuoso suplicio sobre todo si había mala mar. Decía Francisco Cervantes de Salazar en una carta al licenciado Miranda de Ron que las mujeres, con cada vaivén del navío, gritaban ¡Ay madre mía! ¡Échenme en tierra! Pese a que estaban en medio del océano.
4.-LA FUERZA DE LAS MOTIVACIONES
En general las causas que llevaron a estas personas a dejar sus hogares son una incógnita en cuanto que no sabemos los motivos interiores que les movieron a tomar tal decisión. Pero no era una decisión fácil, pues, pese a su enorme atractivo económico, tan sólo el viaje suponía un gran riesgo, no sólo por la posibilidad de naufragio, sino por muchísimos peligros más a los que se enfrentaban. Bastaba con que no soplase viento un par de semanas para que el viaje se alargase tanto que los más débiles morían de hambre y sed o de alguna de las frecuentes epidemias que se desataban a bordo.
Por ello, no resulta difícil imaginar que debió ser la pobreza -más que aspectos ideológicos, religiosos o políticos- la que los empujó a abandonar la certidumbre por la incertidumbre. No nos cabe la menor duda que aquella emigración, al igual que la que actualmente recibe España procedente de África, se debía a la pobreza que tenían en sus casas, como decían los cronistas de Indias. Una pobreza acentuada por dos cuestiones: una, por la existencia de numerosas tierras de señorío, donde los señores se conformaban con seguir cobrando sus viejas rentas señoriales sin hacer ningún tipo de inversión, y dos, por una tecnología muy atrasada, profundamente arraigada en la Edad Media (Cardalliaguet, 1978: 553). La situación de penuria los empujaba a jugársela, desde hidalgos segundones o desheredados, a huérfanos o a hijos ilegítimos. El perfil más habitual de estos emigrantes es el de varón, de entre 15 y 35 años, bien huérfano o miembro de una familia pobre o muy numerosa.
Pero los emigrantes no sólo procedían de los estratos más humildes de la sociedad. También hubo muchas familias acomodadas que ocasionalmente pasaban por algún bache económico y de alguna forma empujaron a alguno de sus vástagos a buscar fortuna lejos de su hogar. En una época donde la agricultura era la base de la economía, dos o tres años de malas cosechas podían provocar la ruina de más de un pequeño o mediano propietario.
Las cartas de los indianos debían suponer un gran aliciente para los cientos de desheredados de la localidad. No hemos localizado de momento ninguna carta de un miajadeño, pero llegar sí que debieron llegar, pues se alude en alguno de los expedientes. A modo de ejemplo citaremos las líneas que Marcos Martín le dirige desde Tunja a su esposa, residente en Zafra, en una carta fechada el 19 de marzo de 1580, en la que le cuenta la excelencia y abundancia de aquella tierra:
Deseada señora: yo escribo a vuestro padre y mi señora que tenga por bien de venirse a esta tierra, y si lo hiciese, no se arrepentirá, porque la fertilidad de esta tierra es tanta que jamás falta de comer, aunque el hombre no trabaje, y el que quiere trabajar presto gana para poder volver a España con honra… Por amor de Dios no lo dejéis de hacer, pues ya tengo yo de comer para todos. Y si de aquí me voy lo pierdo. Pues recia cosa será tornar a trabajar de nuevo y desasosegado. Pues aquí me gana otro de comer y yo me paseo, y así será siempre, especial cuando yo tenga más caudal y contengo… (Otte, 1988: 264)
Sus palabras reflejan a la perfección un sentimiento generalizado que mostraron muchos de los que lograron sus metas de enriquecimiento al otro lado del océano. Saciadas sus expectativas económicas les quedaba la pena de la ausencia de su familia, en especial de sus respectivas mujeres e hijos.
5.-LAS CIFRAS DE LA EMIGRACIÓN
En el Condado de Medellín había tierras relativamente fértil. Había tierras de labor donde se producía trigo, centeno, avena, garbanzos, habas, lino, aceitunas y vino, así como huertas que ofrecían verduras y frutas, como melones e higos. También existían colmenas que producían varios cientos de arrobas de miel así como una cabaña ganadera que se componía de ganado vacuno, lanar, cabrío y equino. Sin embargo, las dificilísimas condiciones socio-políticas que padeció el condado dificultaron su propia supervivencia, de ahí la fuertísima emigración.
Realmente, no hacía falta ser un indigente para marcharse de un lugar desolado por las luchas intestinas, por los intereses de los grandes señores y cuya base económica, la tierra, estaba en manos de unos pocos. No es extraño, que el condado de Medellín sea la zona de Extremadura que as emigrantes aportó a la conquista y colonización de América
Tenemos identificados nada menos que a 934 emigrantes del condado de Medellín, el 65,73 % procedentes de la villa matriz y el 34,26 de sus aldeas. De todas formas, huelga decir que los emigrantes localizados no son todos sino tan sólo aquéllos de los que nos ha quedado alguna constancia documental. No olvidemos, que había una emigración más o menos ilegal, es decir, de personas que por unos motivos u otros no se registraron nunca en los libros de pasajeros de la Casa de la Contratación. Además, hubo períodos en los que la necesidad de pobladores obligó a relajar el control. Por todo ello, podemos concluir que la cifra de emigrantes debió ser muy superior, en torno a las 1.500 personas.
Hay dos aspectos dignos de comentario, a saber: primero, el enorme volumen migratorio que Medellín y su tierra aportaron a la conquista y colonización del Nuevo Mundo. Dado que se estima el total de emigrantes extremeños durante la época colonial en 14.905, la emigración de medellinenses supuso el 6,26 % del total. En cifras relativas, es decir, en relación a su población, los porcentajes migratorios fueron absolutamente desmesurados con respecto al resto de la región. Estos contingentes humanos que perdió Medellín debieron afectar bastante a su evolución demográfica. Y segundo, la importante emigración miajadeña, pese a su reducida población, pues ostentó el triste record de ser la villa con más emigrantes, solo por detrás de Medellín y Don Benito. En el siglo XVII fue el lugar del condado que más emigración, detrás solo de la villa matriz, y en el XVIII fue la que más emigrantes aportó, cinco de un total de ocho.
Una localidad tan pequeña debió acusar la marcha de familias enteras como ocurrió en dos años muy próximos entre sí, 1621 y 1624: en junio de 1621 se concedió licencia para pasar a Nueva España a Bartolomé Jiménez, a su esposa Juan Hernández, y a sus tres hijos, dos ñiñas y un niño. Y en 1624 se concedió licencia para pasar al Perú a Pedro Marroquil de la Flor, a su esposa Leonor de Ávila, a su hijo de año y medio y a varios criados (AGI, Contratación 5088, N. 55).
Sabemos que el número de personas que aparecen legalmente registradas en la Casa de la Contratación asciende a 80, incluidas las mujeres y los niños; 40 de ellos pasaron en el siglo XVI, y otros tantos en los dos siglos siguientes. Sin embargo, es necesario destacar que en estos registros aparece solamente una parte de la emigración que realmente cruzó el océano ya que, por un lado, la Corona en distintos momentos, para fomentar el poblamiento de las nuevas tierras descubiertas, relajó el control, y, por el otro, existió una importante emigración ilegal que escapó al control de la Casa de la Contratación. Así, pues, para unos historiadores el porcentaje de tráfico ilícito constituyó entre el 30 y el 50 por ciento del total, por lo que el volumen real de emigrados hay que situarlo entre las 130 y las 150 personas.
A medida que avanzan las investigaciones se está poniendo de relieve la importancia de la mujer en la emigración a las Indias, hasta el punto que, como muy bien ha afirmado la recordada Lourdes Díaz-Trechuelo, es hora ya de abandonar la idea generalizada de que la emigración a Indias fue una empresa sólo para hombres solteros (Díaz-Trechuelo, 1994: I, 71). En principio, se creyó que la empresa americana fue exclusivamente de hombres pero poco a poco se está demostrando el gran número de féminas que cruzaron el océano así como la importancia de la emigración familiar. Así, pese a que entre 1492 y 1519 las mujeres apenas supusieron el 5,6% de la emigración total, lo cierto es que su porcentaje se elevó progresivamente a lo largo de las tres centurias siguientes. Así, por ejemplo, se ha calculado que en el siglo XVII, marcharon a América nada menos que 3.418 mujeres frente a unos 3.788 hombres.
En el caso de Miajadas, la mayoría de hombres fue aplastante, no suponiendo las féminas más que el 23,75 % de la emigración. Se trata de una desviación sensible con respecto a las tendencias generales y a otras localidades extremeñas omo Zafra, donde representaton el 28,19 %. ¿Por qué la mujer miajadeña emigró menos que sus congéneres de otros puntos de la geografía española? se trata de una pregunta que de momento no tiene una fácil respuesta. Quizás en los núcleos rurales pesó más la tradición y la mujer mostró una mayor pasividad o sumisión a los designios de los hombres. Se quedó en el pueblo, resistiendo la difícil situación económica y en espera de un golpe de suerte de alguno de los varones de su clan familiar.
En relación a los oficios que desempeñaban en el momento de su partida, sólo se especifica en 23 casos. Aunque no siempre se especifique, la mayoría viajaba, si no con un oficio determinado, al menos sí con la certeza exacta del lugar y de la persona a quien debían servir. Eran muy pocos los que se aventuraban a ir al Nuevo Mundo sin tener nada concreto. Los criados superaban la mitad del total; no obstante, conviene aclarar que la palabra criado en el Antiguo Régimen aludía a situaciones muy distintas: desde un secretario personal, a un asistente o, como se entiende en la actualidad, a una persona del servicio doméstico.
Le seguían a corta distancia los religiosos, entre los que había tanto miembros del clero secular como del regular como Francisco González, como del regular. Lo mismo dominicos, como Fray José Cabezas, que franciscanos como Francisco Soto y Marne y sobre todo agustinos como Cristóbal Collado, Miguel de San Bartolo y Alonso de San Juan Bautista.
En cuanto al destino, como no podía ser de otra forma, se dirigían a los puntos neurálgicos de la América Hispana, fundamentalmente el Virreinato del Nueva España, el peruano, Santo Domingo y Filipinas. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los emigrantes de Miajadas pasaron a las Indias en el siglo XVI los destinos mayoritarios son las zonas que tuvieron gran desarrollo en ese siglo.
Lo más particular en el caso de Miajadas es la importancia que tiene el destino novohispano, virreinato al que se dirigió casi la mitad de los emigrantes. Es probable que uno o más naturales de Miajadas alcanzaran cierta posición social en la zona mesoamericana, abriendo el camino para otros paisanos. De hecho, hace tiempo que sabemos de la importancia no solo del parentesco sino también del paisanaje.
6.-INVERSIONES INDIANAS
Algunos de estos emigrantes remitieron dinero a la villa, un numerario que debió suponer una importante inyección de capital para la precaria economía local. Estos hombres que se decidían a cruzar el Atlántico y a instalarse a varios miles de kilómetros de la localidad que les vio nacer no olvidaron sus raíces. Los imaginamos, poco antes de partir, manifestando a sus deudos, su fervoroso deseo de retornar pronto, cargados de riquezas. No obstante, claro está que fueron tan sólo unos pocos los que lograron alcanzar esta meta. Conocemos algunos testamentos de indianos y en todos ellos hay un recuerdo entrañable hacia su localidad natal, bien para dejar alguna manda a algún familiar, o bien para instituir alguna fundación, o incluso, acordándose de alguna deuda que dejaron al marcharse de la villa.
La cuantificación de los caudales recibidos en Miajadas está por hacer. Yo me he limitado a echar un vistazo a los expedientes del Archivo de Indias. Llegaron varias partidas de dinero, especialmente cuantiosa la de Alonso Jiménez, que fue el miajadeño que más fortuna amasó en el Nuevo Mundo. Asimismo, se fundó al menos una capellanía en la iglesia de Santiago y una memoria de misas. Tenemos localizado el envío de las siguientes remesas:
A.-En 1535 Alonso Jiménez, enriquecido en el reparto del botín de Cajamarca se dirigió a Lima con la idea de consignar un envío de dinero a su esposa marina Magaña, vecina de Miajadas (Lockhart, 1972: II, 185). Desconocemos todos los pormenores del envío, la cantidad enviada y su recepción. Pero debió ser cuantiosa. Tras su fallecimiento, sus herederos reclamaron su fortuna.
B.-Francisco de Ávalos falleció en Lima a mediados del siglo XVI dejando por su heredero universal a su hermano Pedro Gil. Dado que se demoró mucho la petición de su herencia, el 24 de septiembre de 1576 era no ya el sobrino del indiano el que reclamaba su herencia que presumiblemente obtuvo (AGI, Indiferente General 2088, N. 12).
C.-En el archivo de Indias se localiza el inventario de bienes de difunto de Alonso Sánchez de la Rocha, presbítero, fallecido en la Ciudad de los Reyes. En su testamento dispuso que se inventariasen sus bienes, se subastasen y el dinero se remitiese a Miajadas, a sus herederos Francisco Rocha y a María Sánchez de la Rocha (AGI, Contratación 372, N. 1, R. 2).
D.-Bienes de Blas Hernández Nieto, difunto con testamento en 1630 en Santa María de la Parrilla –hoy Santa a secas- en el departamento de Ancash, en la costa norte del Perú. Remitió 600 pesos de a ocho reales a su pueblo natal, 400 para sus hermanas María e Isabel Gómez, y 200 para que se invirtiesen en misas por el alma de sus progenitores. (AGI, Contratación 384, N. 2 y 540A, N.1)
E.-Bienes del maestro Benito Hernández de Ortega, presbítero, difunto en Quito. Fundó una capellanía en su patria, 1648 (AGI, Contratación 419A, N. 3, R. 2).
F.-Bienes de Lorenzo Fernández de Frías, difunto en Carona. Deja parte de sus bienes a sus herederos en Miajadas, 1670. (AGI, Contratación 670, N. 3, R. 1).
Cuando se pregonaba en el pueblo la llegada a Sevilla de capital indiano se producía un alborozo en todo el pueblo. El 31 de marzo de 1535 se pregonó en la plaza del pueblo la llegada del dinero de Blas Hernández Nieto:
En el lugar de Miajadas, a treinta y uno del mes de marzo de mil y seiscientos y treinta y cinco años, en la plaza principal de este lugar, y en presencia y de pedimento de Pascual de Aguilar, diligenciero, se pregonó públicamente en altas e inteligibles voces por voz de Pedro Pérez, peón público de este lugar, lo contenido en la requisitoria…
Al día siguiente, el 1 de abril se volvió a pregonar en esta ocasión en la iglesia, en la misa mayor por voz de Alonso Sánchez de Gelves, sacristán.
Pero no era oro todo lo que relucía; incluso en caso de resultar agraciado con una herencia sorpresa de un indiano, había dos problemas:
Primero, las mermas de su inventario, subasta y traslado del capital a España podían superar el 50 %. Por ejemplo, Blas Hernández Nieto, en su testamento otorgado en Santa María de la Parrilla el 10 de mayo de 1630 dejó 600 pesos de oro a sus dos hermanas, María e Isabel Gómez, 400 para ellas y 200 para misas. Pues bien, finalmente se enviaron 558 pesos y se cobraron 108.922 maravedís, unos 242, 04 pesos, una merma equivalente al 56 por ciento.
Y el segundo problema eran las largas demoras; siguiendo con el mismo caso, Blas Hernández Nieto testó el 10 de mayo de 1630, con codicilo del 12 de mayo y los hijos de las herederas lo pudieron cobrar el 5 de febrero de 1637. Una demora de más de seis años con respecto a la muerte del testador.
7.-MIAJADEÑOS DESTACADOS
De entre los miajadeños que más destacaron en tierras americanas destacaremos a tres: un civil y dos religiosos.
Alonso Jiménez de Santa Marta, es un viejo conocido mío pues sale en muchas de las fundiciones que se hicieron en Perú, lo mismo en Cajamarca que en Cusco. Fue un conquistador muy andarín, pues estuvo en sucesivamente en Yucatán, Santa Marta, Panamá y Perú, avecindándose y muriendo en Cusco en 1538 o 1539.
Era hijo de Juan Jiménez y de Catalina Alonso y espadero de profesión, que obtuvo su licencia para pasar a Yucatán con Francisco de Montejo el 2 de junio de 1527. Estaba desposado con Marina Magaña, a la que dejó en su localidad natal para tratar de buscarse un futuro al otro lado del océano. No iba solo pues Diego Nieto, también del pueblo, se enroló en esa misma jornada, el mismo día (Navarro del Castillo, 1978: 323).
Cuando se embarcó debía ser un jovenzuelo de apenas 20 años, que no tardó en desertar y marchar a Santa Marta desde donde se comenzó a conocer como Alonso Jiménez de Santa Marta (Lockhart, 1972: II, 184). Pero, debió poseer un espíritu inquieto por lo que no tardó en dirigirse a la vecina gobernación de Panamá. Se enroló en la hueste de Francisco Pizarro, según James Lockhart, por su condición de espadero, el único de la expedición junto a dos herradores que solo fundían herraduras (Ibídem: II, 185).
En mayo de 1531 estaba en Coaque cuando compró en almoneda algunas piezas del quinto de su Majestad. Y al año siguiente estuvo presente en la celada de Cajamarca como hombre de a pie, participando en el reparto del botín (Cieza, 2001: 175). Le cupo, según el inventario de Pedro Sancho de la Hoz 181 marcos de plata y 4.440 pesos de oro, más o menos un millón de euros de nuestro tiempo (2011: 113). Pero es que también estuvo en la fundición de Cusco entre 1534 y 1535, percibiendo 274.425 maravedís y 30 marcos de plata, en torno a unos 150.000 euros actuales (Mira, 2018: 257 y 266).
El 23 de marzo de 1534 se avecindó oficialmente en la ciudad de Cusco. Murió en esa ciudad con anterioridad a 1539. No se sabe la fecha exacta ni el motivo, pero dado que era joven, estaba en torno 31 o 32 años de edad, me atrevo a pensar que fue en la rota de las Salinas, entre almagristas y pizarristas.
Entre los religiosos vamos a incidir en la figura de Francisco González, sacerdote que marchó a la gobernación de Nueva Castilla el 14 de agosto de 1543. Dos años después se encontraba en Chile donde se ocupaba e impartir la doctrina a indios y españoles. Se dedicó siempre a la doctrina en su parroquia de Santiago. Murió con más de 80 años en torno a 1585 (Andrés, 1993: 145; Navarro del Castillo, 1978: 322-323).
También desempeñó una importante labor pastoral el franciscano Francisco Soto y Marne. Fue comisario general de la orden franciscana en el Perú y compaginó su trabajo con una prolífica actividad literaria. Fue cronista de la orden, calificador del santo Oficio y Comisario General del Perú. Contribuyó de manera decisiva a la implantación de la Orden franciscana en el Perú (Andrés, 1993: 342-343).
8.-CONCLUSIÓN
En esta ponencia tan solo he tratado de apuntar algunas de ideas de una investigación no realizada. Está todavía por hacer la realización de un listado que aúne nombres obtenidos en las listas de pasajeros con los de otras fuentes de archivos nacionales, provinciales, diocesanos y parroquiales. El listado de los emigrantes legales se puede elaborar con cierta facilidad a través de los registros de la Casa de la Contratación. Sin embargo, mucho más dificultoso y entretenido es la localización de varias decenas de emigrantes que o bien pasaron ilegalmente o bien se ha perdido su documentación. Para ello, hay que hacer un esfuerzo por consultar fuentes alternativas de los archivos locales o provinciales.
Una vez completado el listado, habría que hacer el seguimiento de estos migrantes que en la mayoría de los casos nunca se olvidaban de su pueblo natal. Por ello, solían dejar mandas en sus testamentos, a favor de herederos, para fundar una capellanía o para saldar una deuda. Asimismo, hay que realizar un rastreo de los Bienes de Difuntos, así como de los registros de envíos de capitales para averiguar cuánto dinero llegó a Miajadas. El impacto de estos caudales indianos en la precaria economía local debió ser importante, pero su magnitud exacta está aún por determinar. Esperemos que los investigadores locales sigan tirando de este hilo y que en breve plazo tengamos un estudio mucho más completo de esta vinculación entre Miajadas y América. Un aporte más a esos vínculos casi sagrados entre Extremadura y América.
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