
El libro “Hernán Cortés, una biografía para el siglo XXI” (Crítica, 14 de abril de 2021) pretende ofrecer una biografía actualizada, completa de un personaje de una gran trascendencia histórica.
Hernán Cortés fue una persona de su tiempo por lo que sus actos sólo se pueden entender en su contexto histórico. Como casi todos los conquistadores compaginó actuaciones cruentas, prácticas aterrorizantes, perpetradas por él mismo o por su hueste, con su celo evangelizador, fruto de su sincera fe cristiana. Hubo celadas sangrientas como la de Centla, Cholula o el propio asedio de Tenochtitlan, pero tampoco eso era algo excepcional en la Europa de aquel tiempo. Y es que el mal se manifestaba en aquella época a través de Estados coercitivos y de acciones bélicas como en la actualidad sigue presente, pero bajo formas muy distintas. Fue de manera simultánea, el destructor y el usurpador de un imperio legítimo y el creador de un orbe nuevo, demostrando una gran aptitud vital, pues sobrevivió prácticamente a todos sus enemigos.
Durante siglos su vida se interpretó como un referente, sobre todo en aquellos tiempos en los que entre los valores más destacados del hombre se contaban el ardor guerrero, la fuerza y la resistencia, en detrimento de otras cualidades como la humanidad o la indulgencia. Sin embargo, en los tiempos actuales, preferimos destacar a aquellas personas que lucharon y soñaron por un mundo mejor, más humano y solidario; pacifistas natos que salpican brillantemente la Historia, desde Jesucristo a Oscar Romero pasando por fray Bartolomé de Las Casas, Erasmo de Rotterdam, Mahatma Gandhi o Martin Luther King.
Fue, en definitiva, un hombre de su época, un guerrero de la frontera cristiana. Un producto bien acabado del proceso de socialización que existía en la Castilla de su época que siempre lo reconoció como uno de los suyos. Eso sí, salió airoso donde otros fracasaron, exhibiendo muchas aristas:
El personaje tiene muchas aristas: el conquistador -a veces despiadado-, el descubridor, el diplomático, el político, el padre, el empresario, el soñador, el escritor… Depende de con que Cortés nos quedemos tendremos una visión diferente de su persona. Se ha destacado su capacidad diplomática, así como su don de gentes. Y realmente debemos reconocer que se trató de su gran virtud, es decir, del rasgo más destacado de su personalidad. Tuvo siempre un enorme poder de seducción entre las huestes y una capacidad extraordinaria para utilizar a los aborígenes a su antojo. Siempre conseguía que todos hicieran piña hasta el punto que, según Bernal Díaz, todos habrían puesto su vida en peligro por él. Fue un verdadero influencer de su tiempo.
En todo caso yo me quiero quedar no con el aniquilador de un mundo sino con el constructor de un nuevo orbe, el del México mestizo que hoy conocemos.

Un país con muchas desigualdades y contradicciones en las que los blancos tienen más que los mestizos y estos más que los indígenas que siguen siendo la población más menesterosa. Pero responsabilizar de esa circunstancia al conquistador después de cinco siglos, y más de doscientos años de vida independiente, no es más que una estrategia de la oligarquía para desviar la atención. Y no olvidemos que Nueva España se convirtió en el núcleo central del Imperio Habsburgo, y México en su capital de facto. Desde 1573 salían y llegaban a Acapulco los galeones de Manila, convirtiéndose la Nueva España en un mercado globalizado. Por ello, el padre Bernabé Cobo, a principios del siglo XVII pudo decir que América había recibido mucho más de lo que había dado: riquezas mineras a cambio de plantas y animales de todo tipo que no existían por lo que, concluía que América había resultado notoriamente mejorada.
En este sentido escribió Pablo Neruda unos versos que aúnan ese doble perfil del conquistador de Nueva España:
Así, con el sangriento
titán de piedra,
halcón encarnizado,
no solo llegó sangre sino trigo.
La luz vino a pesar de los puñales.
Como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, destrucción y creación fueron de la mano. Pese a sus muchas cualidades y a sus graves defectos fue una persona singular, de esas que contribuyen a cambiar el rumbo de la historia. Después de su llegada al valle de México las cosas cambiaron para siempre y, guste o no, su figura estará para siempre ligada al pasado y al presente de los mexicanos.
Con defectos y virtudes, hizo historia que muy pocos pueden hacer.