
Releyendo a un clásico, Octavio Paz y su “Laberinto de la Soledad”. La descripción del desamparo que debieron sentir los últimos aztecas en la defensa suicida de su capital afirma lo describe de una manera tan lúcida que conmueve cinco siglos después:

“Cuauhtemoc lucha a sabiendas de la derrota. En esta íntima y denodada aceptación de su pérdida radica el carácter mágico de su combate. Y el drama de su conciencia que ve derrumbarse todo en torno suyo… Cuauhtemoc y su pueblo mueren solos, abandonados de amigos, aliados, vasallos y dioses. En la orfandad” (p. 236).
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