En el último tercio de 1519 Enriquillo se alzó con un grupo de indígenas en la parte más agreste de La Española, la sierra del Bahoruco. La rebelión se aprovechó de la buena coyuntura que se dio en la década de los veinte, dado el progresivo descenso demográfico que estaban sufriendo los españoles, a raíz de la conquista de México y del agotamiento de la economía del oro. El tirón que despertó la recién descubierta Nueva España fue de tal magnitud que, según Francisco Cervantes de Salazar, si la audiencia de Santo Domingo no interviniera, se hubiese despoblado totalmente la isla.
Durante mucho tiempo el daño que infligían los rebeldes era muy reducido porque no se le prestó gran atención. Ya para 1532 la Corona estaba decidida a acabar con la insurrección por varios motivos: uno, por la extensión de la zona sometida a ataques que obligaba a asalariar y mantener cuatro cuadrillas de manera permanente. Dos, por el descrédito que suponía para para la monarquía no poder atajar una simple rebelión indígena. Tres, por el temor a que cundiera el ejemplo, como estaba ocurriendo, y hubiese una rebelión masiva de esclavos. Y cuatro, porque se pensaba que en cualquier momento Enrique podía cambiar de postura y pasar de una estrategia defensiva a otra ofensiva que pusiera en graves aprietos a todas las villas del suroeste. Se volvería a intentar un acuerdo de paz, pero en caso de no ser posible se haría la guerra a fuego y sangre.
Por todas esas razones la Corona se comprometió a financiar y aprestar una expedición de envergadura que zarparía desde la propia Península. La persona elegida para liderar esa empresa fue el soriano, natural de San Vicente, Francisco de Barrionuevo por una Real cédula expedida en Medina del Campo, el 4 de julio de 1532. El alistamiento se pregonó en varias localidades de Sevilla y Cádiz, y, concretamente, en Carmona, Osuna, Marchena, Lebrija, Utrera, Sanlúcar de Barrameda, Jerez de la Frontera y el Puerto de Santa María, prometiendo importantes beneficios a aquellos que se enrolasen: pasaje gratuito, manutención, sueldo, más todos aquellos bienes que tomasen a los naturales, así como sus personas que podrían ser herrados y enviados a vender a la Península Ibérica.
El documento en cuestión fue una Real cédula dirigida a los oficiales de la Casa de la Contratación, expedida en Medina del Campo, 18 de junio de 1532, conservado en el Archivo General de Indias (Contratación 5009). Pues bien, se enviaron copias de la Real cédula a los municipios donde se había de realizar la recluta, entre ellos la entonces villa de Carmona. Pues ahí está, una copia exacta del citado documento se localiza en el Archivo Municipal de Carmona, en la sección de Cartas y memoriales (leg. 46, fol. 514r.). Dado que el documento original se conserva este hallazgo no deja de ser una anécdota, pero demuestra una vez más la burocracia del imperio Habsburgo y la ingente documentación que generó y que preservó. Se ha perdido mucha documentación, pero también se ha conservado mucho material manuscrito e impreso, como este documento que ahora comentamos. Aunque ha sido publicado he aprovechado la ocasión para transcribirlo de nuevo, corrigiendo alguna que otra errata.
Apéndice I
Real cédula a los oficiales de la Casa de la Contratación, Medina del campo, 17 de junio de 1532.
La reina. Nuestros Oficiales que residís en la ciudad de Sevilla e la Casa de la Contratación de las Indias, ya sabéis como Enriquillo, indio natural de la isla Española, ha muchos días que andaba alzado a los montes, juntando así algunos otros indios naturales de la dicha isla. Ahora he sido informado que, perseverando en su rebelión, en desacato de nuestra Justicia, de nuevo ha hecho y hace muertes de hombres y han robado muchas sumas de oro y haciendas y hecho otros muchos males, saliendo de los montes donde andan a los llanos a donde andan los españoles en sus granjerías. Y juntando así algunos indios que hemos mandado poner en su libertad para remedio de lo cual y para los extirpar y castigar como sus delitos merecen, hemos acordado de enviar de estos reinos doscientos hombres con un capitán los cuales, juntados con los vecinos de la dicha isla, hagan guerra a los dichos alzados.
Por ende, yo vos mando que luego hagáis pregonar públicamente por las plazas de esa ciudad y por las otras ciudades e villas e lugares de esa comarca que los que quisieren ir a la dicha guerra les daremos pasaje y matalotaje hasta la dicha isla Española. Y después de llegados se les dará de comer todo el tiempo que durare la dicha guerra y se les dará campo franco de todo lo que les tomaren. Y, asimismo, les daremos por esclavos al dicho Enrique y a todos los otros que andan en su compañía y les daremos licencia para que los puedan traer y vender en estos reinos como tales esclavos. Y les daremos libertad para que el oro que sacaren con ellos, teniéndolos en la dicha isla, sea libre sin que de ello nos paguen quinto alguno. Y los que quisieren ir al dicho viaje haréis que se escriban y que estén a punto para cuando fuere el dicho capitán que será brevemente y tendréis aderezada la nao capitana para que vayan.
Fecha en Medina del Campo, a dieciocho días del mes de junio de mil y quinientos y treinta y dos años. Yo, la Reina. Por mandado de Su Majestad, Joan de Samano.
(AGI, Contratación 5009. AMC, Cartas y memoriales, leg. 46, fol. 514r. Publicada en Genaro Rodríguez Morel, ed. Colección de documentos para el estudio de la historia colonial de Santo Domingo (1503-1560), T. I, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, 2016, p. 166).
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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