
Frey Nicolás de Ovando, gobernador de las Indias entre 1502 y 1509, fue un personaje clave para la historia colonial de América. Obviamente, estuvo envuelto en la vorágine de la conquista y sus consecuencias nefastas para el aborigen, como tantos otros desde Cristóbal Colón a Francisco Pizarro, pasando por gobernadores, oidores y prelados. Pero, a diferencia de estos, a Nicolás de Ovando todavía no se le ha reconocido su verdadero puesto en la historia de la colonización americana. Tampoco tuvo en vida ni ha tenido después un reconocimiento público a su gran personalidad como hombre de estado.
SU MENTALIDAD
La personalidad de Nicolás de Ovando no se puede entender sino se parte de sus dos grandes obsesiones: una, su profunda y sincera religiosidad, y dos, su afán de servicio a la Corona. Empezando por la primera de ellas debemos decir que el Comendador Mayor desbordaba religiosidad en todas sus actuaciones. Era profundamente creyente; pensaba y actuaba siempre en clave cristiana. Y nada de la vida y de la obra de Nicolás de Ovando se entiende si no se acepta previamente esta circunstancia.
En 1505 escribía, desde el corazón de la exuberante isla Española, a su hermano Diego y se sinceraba: había sentido mucho la muerte de don Diego de Vera y de doña Mencía de Ulloa pero, desde su profunda convicción cristiana le animaba, diciendo que como todos habemos de ir este camino no hay que hacer sino dar gracias a Dios Nuestro Señor (Mira Caballos, 2000a: 192). Siempre que Nicolás de Ovando mostró comportamientos poco cristianos fue por cumplir con la segunda de sus grandes obsesiones: el servicio, fiel y leal, a la Corona. Efectivamente, su segunda gran convicción y hasta obsesión fue, como ya hemos afirmado, el alto sentido que tenía de lo que suponía servir escrupulosamente a los Reyes de España. En 1505 le recomendaba a su hermano Diego que velase por que sus hijos sirviesen siempre a la Casa Real que todo lo otro es burla (Ibídem). Es curioso porque adapta a sus intereses una vieja frase de los padres de la iglesia que solían afirmar que lo único provechoso que se pueden hacer las personas es servir a Dios, pues todo lo demás era superfluo y no servía para ganar la salvación.
Si observamos bien la actuación de Nicolás de Ovando, se comprueba como se limitó a cumplir estricta y rigurosamente las instrucciones de gobierno. En ellas se mostraban los tres objetivos de su administración: primero, el afianzamiento de la autoridad real, sometiendo a los indios. Segundo, el saneamiento económico de la isla para rentabilizar la colonización. Y tercero y último, la evangelización de los indígenas.
Nicolás de Ovando dedicó sus ocho años de gobierno a hacer cumplir los tres preceptos señalados en sus instrucciones, siguiendo incluso el orden establecido. Los dos primeros preceptos los cumplió con creces hasta el punto que, en 1505 ya estaba la isla completamente pacificada, el poblamiento afianzado y la economía del oro en pleno auge.
Por contra, no fue capaz de evangelizar a los indios, aunque lo intentó, pero realmente no dispuso ni de personal religioso ni de medios para hacer cumplir este objetivo. Apenas dispuso en la isla de un puñado de frailes de la Orden franciscana bajo las ordenes de fray Alonso de Espinar, arribando ya prácticamente al final de su gobierno, algunos cenobitas más.
SUS PODERES
En relación al poder de Ovando debemos destacar una idea clara: Nicolás de Ovando, además de ser el primer gobernador de las Indias, fue el único gobernador indiano que dispuso de un poder absoluto y extendido sobre todas las tierras conocidas de las Indias. En definitiva, ninguna autoridad indiana, durante la época colonial, dispuso de más poderes que Ovando. Empezaremos por su poder casi omnímodo que recibió debido a la delicada situación que atravesaba la isla. El propio Fernando el Católico escribió en una Real Cédula a Diego Colón lo siguiente:
…Que lo enviamos por gobernador de esa isla, a causa del mal recaudo que vuestro padre se dio en ese cargo que vos ahora tenéis, estaba toda alzada y perdida y sin ningún provecho, y por esto fue necesario darle al Comendador Mayor el cargo absoluto para remediarla porque no había otro remedio ninguno ni había caso para que pudiese dar ningún orden ni concierto desde acá para las causas susodichas, y también porque no tenía yo noticia ni información ninguna de las cosas de esa isla para poderlas proveer… (Ibídem: 42).

Esta declaración sobre su supuesto poder absoluto queda corroborada con las opiniones de algunos cronistas como Fernández de Oviedo quien afirmó que se le otorgó tan extenso poder por dos causas, a saber: primero, por el desconocimiento que la Corona tenía de las Indias y que le impedía tomar decisiones desde Castilla. Y segundo, por la agitada situación política que se vivía en la colonia en los meses previos a su llegada. Por todo ello no nos extraña que el siempre agudo cronista Girolamo Benzoní afirmase que Ovando fue a las Indias con la autoridad de virrey (Benzoni, 1989: 102), es decir, con el cargo de gobernador pero con un poder similar al que unas décadas después tendrán en las Indias los propios virreyes. Por otro lado, frey Nicolás de Ovando fue la única autoridad de la época colonial española, cuyo control se extendió a todas las tierras conocidas hasta entonces. A partir de 1504 con las capitulaciones de Juan de la Cosa -14 de febrero- y del conquense Alonso de Ojeda -30 de septiembre-, se desmembrarían de los territorios concedidos a Ovando la zona del Golfo de Urabá y Coquibacoa, en la costa de Tierra Firme.
Como es bien sabido, a Ovando se le concedió jurisdicción sobre las islas y Tierra Firme. Sin embargo, algunos historiadores han afirmado que el término de Tierra Firme tan sólo aludía a la isla Cuba, aspecto con el que no estamos en absoluto de acuerdo. Para nosotros la expresión Tierra Firme había sido ya utilizada con anterioridad para designar a todos aquellos territorios continentales, independientemente de que se dudase de la insularidad de Cuba y se incluyese dentro de la Tierra Firme. De hecho una de las primeras cosas que hizo a su llegada a la Española fue mandar a Fernán Pérez Mateos, como maestre de la carabela denominada la Antigua, a la costa de Veragua de donde regreso con 450 quintales de palo brasil. Igualmente envió a la misma zona y con el mismo cometido a Juan Grande, como maestre de otra carabela, misión que cumplió con prontitud pues el veintiséis de septiembre de 1502 partió rumbo a la Península con el brasil conseguido. Pero no acaban aquí los ejemplos, pues, años después no dudo en enviar expediciones de descubrimiento y conquista no sólo a Cuba sino también a Puerto Rico. Asimismo, y para garantizar la exclusividad de su poder, prohibió las armadas esclavistas tanto a las islas Lucayas como a Tierra Firme. Así, pues, creemos que es evidente que la jurisdicción otorgada a Ovando abarcaba todos los territorios conocidos de las Indias, salvo los ya otorgados.
SU POLÍTICA INDIGENISTA
Esta ha sido tradicionalmente la gran crítica que se ha hecho a Nicolás de Ovando, totalmente infundada y descontextualizada. Efectivamente, Nicolás de Ovando se vio obligado a entrar en guerra con los indios. Pero no olvidemos que estos -unos 80.000- estaban en pie de guerra contra poco menos de 700 españoles. No olvidemos que en los meses que siguieron a la llegada del gobernador extremeño murieron varios centenares de españoles porque los aborígenes habían destruido todos sus conucos o plantaciones, según decían, por ver si morían todos. Asimismo, no olvidemos que la cacica Anacaona no fue exactamente traicionada por el Comendador Mayor sino que lo que realmente hizo éste fue adelantarse a ella, al enterarse que urgía una trama para acabar con su vida. Y no olvidemos, por último, que las matanzas llevadas a cabo directa o indirectamente por Ovando en Xaragua e Higüey respondían a una necesidad de someter provincias insurrectas fundamentales para el abastecimiento de Santo Domingo, sin las cuales los españoles hubieran tenido que abandonar la isla.
Quizás lo que más entra en contradicción con la piedad de Nicolás de Ovando sea el ajusticiamiento en la plaza mayor de Santo Domingo de la bella cacica de Xaragua, Anacaona. Los hechos relacionados con esta muerte no están claros porque no disponemos de fuentes primarias. En cualquier caso tenemos los datos suficientes para saber que fue una ejecución oficial, pública y ejemplarizante de la que se consideraba la cabecilla de la insurrección. Obviamente ninguna muerte se puede justificar ni en el presente ni tampoco en el pasado, pero esta práctica de ajusticiamiento de los cabecillas se practicó extensamente en la Edad Media y en la Edad Moderna europea. Pese a todo, extraña sobremanera la actuación extrema y violenta de una persona tan piadosa, sencilla y caritativa como Ovando. Y es seguro que también se lamentó toda su vida de esta decisión que además le costó caro a los ojos de sus detractores en la Península. Un cronista del siglo XVIII, Luis Joseph Peguero, aunque a veces se ha demostrado su escasa fiabilidad, narró la situación de angustia vivida por Ovando después del ajusticiamiento de la india. Desconocemos la fuente en la que se basó el citado cronista pero no es de extrañar que experimentase dichos remordimientos:

…Fuese Ovando a dormir y acordó en las almohadas el fin para que lo habían mandado los Reyes Católicos a esta isla, que fue para la conservación de los indios naturales de ella, procurar su aumento y que fuesen cristianos; y éste el mayor encargo de la Reina Católica; reflexionó sobre la facilidad con que se había dejado engañar de los pícaros alzados, la injusta muerte de Anacaona y sin bautismo (que este punto le daba muchos golpes de su conciencia) y luchando entre congojas y suspiros, pasó sin poder conciliar una hora de sueño toda la noche; y venida la siguiente mañana, amaneció buscando a Biloria para darle el castigo merecido y con esto justificar su violento atentado… (Peguero, 1975: I, 143).
Nicolás de Ovando, había cumplido con creces el cometido que le encargó la reina; la Española estaba completamente pacificada. Una vez acabada la guerra, tuvo un trato mucho más comprensivo hacia los desdichados aborígenes. En primer lugar, debemos decir que, como ya apuntó Carlos Nouel, Ovando fue el primero que fomentó los matrimonios mixtos entre españoles e indios para lograr una más pronta conversión. En segundo lugar, legalizó un sistema de encomiendas que, al menos en teoría, pretendía acabar con los abusos que los españoles cometían con los indios que tenían en régimen de repartimiento. Exactamente, en 1505, coincidiendo con el repartimiento general de indios de la Española, Nicolás de Ovando dejó de repartir indios a secas y comenzó a concederlos en régimen de encomiendas. El viejo gobernador actuó sin autorización expresa sencillamente porque, tras la muerte de la Reina en 1504, se daba un interín donde el gobierno ovandino fue prácticamente autónomo. En realidad existía una verdadera problemática social porque el término repartimiento estaba vacío de contenido legal. Nicolás de Ovando, que era encomendero mayor de la Orden de Alcántara, conocía perfectamente esta problemática y también su posible solución a través de la encomienda. Se trataba de una institución que conocía a la perfección pues, no en vano, en la Orden de Alcántara se concedían tierras en encomienda con las personas que vivían en dicha demarcación. Éstas estaban sometidas a la supervisión en última instancia del comendador mayor de la Orden (Torres y Tapia, 1786: II, 592). Así, a través de visitadores se evitaban los abusos de los poseedores de la encomienda sobre sus vasallos, incentivando el poblamiento (Lamb, 1977: 25). Desde luego lo que está fuera de toda duda es que la implantación de la encomienda por Ovando no respondió a un capricho personal. Más bien al contrario, pues, como escribió García Gallo, se debió a una reacción deliberada para solventar una problemática política, social y económica (1951: 141). Existían serias razones, casi todas de orden económico, para trasladar a los nuevos territorios esta señera institución castellana. En primer lugar, mientras el repartimiento quedaba fuera del control real la encomienda era plenamente dirigida por la Corona. Efectivamente después de hacer un repartimiento era muy difícil convencer a los españoles de que devolviesen lo que ellos creían que se les había entregado legalmente. En cambio la encomienda no presentaba esta problemática porque era una regalía regia. Sólo a la Corona correspondía decir quién recibiría una encomienda, con cuántos indios y, finalmente, por cuánto tiempo. Y esta es la institución que introdujo Ovando, que vino a sustituir a los perniciosos repartimientos a secas. Si posteriormente la encomienda se convirtió en un sistema para esclavizar de hecho a los indios se debió al mal uso que de ésta hicieron los españoles. Incluso, con gran pesar por su parte, se llegó a enfrentar con la Corona para evitar que los absentistas y los cortesanos tuviesen indios de encomienda porque, según afirmó, sus mayordomos les hacían muy malos tratamientos.
Y, en tercer y último lugar, desarrolló una experiencia con ciertos indígenas para ver si eran capaces de vivir en libertad, que fue pionera, ya que es el antecedente más remoto de lo que posteriormente serán las reducciones indígenas. Efectivamente, el viejo gobernador quiso comprobar las posibilidades que los indios ofrecían para vivir de manera independiente del poder español para lo que seleccionó a ciertos caciques, obviamente los más ladinos de la isla.
Así, los caciques escogidos para vivir en pueblos libres fueron los siguientes: el cacique, llamado por el licenciado Serrano, Masupa Otex que tuvo su asiento en lo mejor de las minas del Cibao y que se estableció en La Vega. El cacique, denominado por Vázquez de Ayllón «Doctor», porque era el que más sabía de todos, que se quedó en Santiago. El cacique Francisco, indio que había sido educado por los frailes franciscanos en el monasterio de la Concepción de la Vega y que vino al Bonao. Y finalmente, los caciques Diego Colón y Alonso de Cáceres que fijarían sus asientos en el término de Santo Domingo. Es precisamente de estos dos últimos caciques de los que tenemos un mayor conocimiento. El cacique Diego Colón fue un indio tomado por el primer Almirante en la isla de Guanahaní. A su regreso del Primer Viaje lo trajo consigo con la intención de enseñarlo para que le sirviese de intérprete en su Segunda Expedición descubridora. Posteriormente, el indio Diego Colón vivió en casa del mismo gobernador Ovando, el cual lo envió de nuevo a Castilla, en 1504, junto a otros dos caciques. En Castilla murieron al poco tiempo los dos caciques acompañantes, mientras que Diego Colón continuó viviendo y aprendiendo a leer con unas cartillas que se le compraron para tal fin.
En cuanto al cacique Alonso de Cáceres, debía su nombre a un criado del Comendador Mayor al que estaba encomendado. Este cacique vivió durante varios años en casa de Nicolás de Ovando, sin embargo, no debió ser aculturado totalmente, ya que allí seguía con la práctica tradicional de emborracharse con hierbas. No sabemos el tiempo exacto que estuvieron estos indios en libertad, pero probablemente Ovando debió llevar a cabo el experimento hacia 1508, poco antes de su vuelta a la Península.
El resultado, según afirmaron todos los encuestados en el Interrogatorio jeronimiano, fue el fracaso total. Los indios libertados sólo se dedicaron a sus cohobas, areytos y otras holgazanerías, descuidando sus haciendas y granjerías. El problema que subyacía tras esta realidad la apuntó con cierta claridad el licenciado Serrano:
Lo que de la condición de los dichos indios se alcanzó es que no son codiciosos de honra, ni de riquezas y como estas dos cosas principalmente mueven a los hombres a trabajar y adquirir…Cesará todo lo que para ella es necesario… (Mira Caballos, 2000a: 93).
Según parece no tenían ninguna visión de futuro hasta el punto de que consumían los alimentos sin prever que al poco tiempo estarían desproveídos, idea que aparece perfectamente reflejada en el testimonio que transcribimos a continuación:
Son muy descuidados y no tienen pendencia para proveer las cosas y necesidades futuras ni guardar de un tiempo para otro mayormente en las cosas de comer, que si mucha carne y pescado y cosas semejantes tienen, de día y de noche comen hasta que lo acaban sin acordarse que los días siguientes no tienen que comer… (Ibídem).
Y ésta es la principal causa alegada por los encuestados para afirmar la incapacidad del aborigen, pues no parecían tener codicia, ni dar el valor adecuado a los bienes materiales y
-como decían en la época- en Castilla no existe labrador por simple que sea que no distinga esto.
Parece evidente que el experimento ovandino acabó en el fracaso porque hubo conceptos básicos de la mentalidad castellana de la época que los indios no supieron o no quisieron asimilar. Realmente, el indígena que había vivido por sí mismo desde mucho tiempo antes de la llegada de los españoles, no estaba capacitado para vivir en libertad después del arribo de éstos porque la Conquista y colonización habían destrozado toda su cosmovisión y toda su estructura socio-económica. Sin embargo, a Ovando le honra el haber sido la primera autoridad indiana en indagar sobre su capacidad para vivir libremente.
LOS ASPECTOS ECONÓMICOS
Una vez solventadas estas prioridades procedió, por un lado, a reorganizar la siempre obsesiva explotación minera, y por el otro, a desarrollar cualquier otro sector de la economía que juzgase rentable. Por tanto queda claro que la mayor parte de las medidas que tomó el cacereño durante los años de su gobernación estaban perfectamente reguladas en sus detalladas instrucciones. Lo que sí debemos a Ovando fue su capacidad para poner en práctica con eficiencia dichos mandatos. En este sentido debemos recordar que antes de su toma de posesión como gobernador las Indias eran desde el punto de vista económico inviables mientras que tan sólo dos años después no sólo cubría los salarios del naciente aparato burocrático sino que además reportaba importantes beneficios tanto a la Corona como a las numerosas compañías comerciales que emprendieron la aventura indiana.
Posiblemente la clave estuvo en la perfecta combinación entre la explotación del sector minero y del agropecuario. El Comendador Mayor tuvo el mérito de rentabilizar la agricultura y la ganadería, oficios que la inmensa mayoría de los españoles de entonces consideraban viles y propios de moriscos. Ovando, demostrando una capacidad para las finanzas sin precedentes, tuvo la clarividencia de ver en la explotación agropecuaria una fuente importante de riqueza, actitud muy diferente a la que, como ya hemos afirmado, mostraron la mayoría de los españoles que ninguno o muy raros son los que quieren ocuparse en sembrar pan o poner viñas…
Asimismo, y siguiendo también en esta ocasión los designios reales, intentó una diversificación de la economía. Uno de los ensayos más llamativos fue la explotación de las vetas de cobre existentes en Puerto Plata y descubiertas en 1505. En cualquier caso, y aunque escribió al Rey hablándole de sus posibilidades al poco tiempo se retractó ya que el fruto que sacaron no llegó al costo invertido. Una parte de este cobre fue extraído por varios maestros como Eusebio de Galapentel de Saboya, Antón García, Andrés de Sevilla, Domingo de Génova y Rodrigo de Vergayo, que fueron despedidos finalmente en mayo de 1506 cuando se demostró su falta de rentabilidad.
No fue éste el único intento fallido del gobernador para diversificar la productividad de la isla, pues también en 1504 solicitó simientes para poder criar seda, y ver sus posibilidades de explotación. La Corona envió las simientes para extraer la seda vegetal pero éstas no retoñaron porque el clima de la isla lo impedía. Al parecer se hicieron algunos otros ensayos en los meses siguientes hasta comprobar definitivamente la imposibilidad física de su cultivo.
El balance de su gobierno en materia económica fue notabilísimo, pues, como ya hemos comentado rentabilizó la economía del oro que hasta su llegada había sido un completo fracaso. Desde 1507 a 1509 existe una auténtica colección de reales cédulas en las que la Corona insiste en que se intensifique la explotación aurífera. En sendas Cédulas del veintiuno de octubre de 1507 y del veinticinco de enero de 1508 se le pide que no retorne a Castilla hasta que solucione todos los problemas mineros y haga una relación completa de los placeres auríferos existentes en la isla. En otra real cédula dirigida a su sucesor Diego Colón el Rey fue incluso más lejos al recomendarle que pusiese más empeño que su antecesor en la explotación del metal precioso. Incluso se establecieron medidas para favorecer su desarrollo tales como el desembargo de las minas reales, el aumento del número de fundiciones, etc.
Sin embargo, el tiempo le quitó la razón a la Corona, pues, resultó prácticamente imposible no sólo aumentar la producción sino ni tan siquiera mantener las producciones anuales que se alcanzaron durante el gobierno del Comendador Mayor. Es evidente que con Ovando la potencialidad aurífera de la isla Española toco techo, y si no fue posible aumentar la producción más, no se debió a su supuesta negligencia sino a las limitadas reservas auríferas de la isla.
En definitiva, insistimos que a nuestro juicio el mayor éxito del gobierno de Ovando fue el de haber organizado y rentabilizado, por primera vez, la economía indiana.
LA EVANGELIZACIÓN
Evidentemente otra cuestión diferente fue la evangelización de los indios en la que efectivamente debemos reconocer que apenas si se avanzó durante su gobernación. El padre Las Casas se muestra muy duro al afirmar lo siguiente:
Que por todo el tiempo que el Comendador Mayor esta isla gobernó, que fueron cerca de nueve años, no se tuvo más cuidado de la doctrina y salvación de ellos (se refiere a las indios), ni se puso más por obra, ni hubo más memorial ni cuenta de ella ni con ella que si los indios fueran palos o piedras o gatos o perros… (Las Casas, 1951: II, 249).
Pero se trata de una cuestión que obviamente excedía sus propias posibilidades ya que los religiosos de la isla apenas si podían satisfacer las necesidades de los españoles. En este sentido, es conocida una Real cédula enviada a Diego Colón, en 1511, pidiéndole que procurase la evangelización en la isla de Santiago -después se conoció como Jamaica, que era su nombre indígena- para que no ocurriese lo que en la Española que no tienen más de cristianos sino el nombre, salvo los muchachos que crían los frailes que aquellos, dicen, que los hacen bien… Ovando se mostró siempre obsesionado por que los indios fuesen bautizados.
Grandes esfuerzos debieron hacer los frailes para bautizar a los indios, aunque sólo fuese, como indica el documento, nominalmente. No obstante, se hicieron notables avances en la organización de la Orden franciscana, pues, mientras en 1504, se estableció una Comisaría General en la Española mientras que, en 1505, se fundó la provincia franciscana de Santa Cruz. Precisamente esta provincia, que en estos años contó con dos monasterios -el de Santo Domingo y el de Concepción de la Vega- está considerada como el auténtico embrión de la expansión misional en Indias. Y este avance de la Orden se realizó con el apoyo de Ovando quien, según Peguero, los favoreció mucho tanto por su dedicación a la enseñanza de los indios como porque eran religiosos muy ejemplares. Durante estos años los franciscanos pidieron al Cardenal Cisneros y a otras autoridades peninsulares el envío de nuevos frailes a la Española, petición que no fue atendida hasta 1508. Efectivamente el 7 de agosto de 1508 se expidió una Real Cédula a frey Nicolás de Ovando en la que se le advertía del envío de fray Antonio de Jaén junto a otros ocho frailes para atender la demanda de la Orden franciscana.
Asimismo se encargó personalmente de velar por la moralidad de los indios, castigando duramente los casos de poligamia y los incestos. No se trataba más que de viejas prácticas indígenas algo difundidas entre los caciques y los nitaínos y que chocaban abiertamente contra la probidad cristiana. Se ocupó también de confiscar cuantos cemíes -o dioses indígenas- se encontraban en la isla. Por ejemplo en un cargo asentado el cinco de diciembre de 1506 en los libros del tesorero Santa Clara se mencionan dos ojos de oro de un cemí «que unos indios llevaron al gobernador».
CONCLUSIÓN
A nivel global el gobierno indiano de Nicolás de Ovando no pudo ser más satisfactorio pues supo consolidar un modelo de organización, centralizado en la Española, que servirá de referente para toda la colonización española de Ultramar. No en vano fue durante su administración cuando se fundaron los primeros hospitales, se diseñó el primer urbanismo y se asentaron los fundamentos de un nuevo orden económico y social que, con muy pocas variantes, pasó luego a todo el continente americano. Además, como escribió Úrsula Lamb, a su llegada a la Española la aventura colonial era un fracaso y cuando retornó en 1509 la empresa era un completo éxito (Lamb, 1977: 20). En los ocho años que estuvo al frente de la gobernación de las Indias no sólo pacificó y colonizó la Española sino que expandió las exploraciones a otras islas del entorno.

Por tanto, el logro del Comendador Mayor fue doble: primero, porque despejó todas las dudas sobre la rentabilidad de los nuevos territorios incorporados a la Corona de Castilla. Y segundo, porque creó un sistema colonial en la Española que mutatis mutandis tuvo una vigencia de más de tres siglos en la América Colonial. Huelga decir que muchos de los aspectos de este modelo colonial establecido por Ovando en la Española tenían rancias raíces en su Extremadura natal. Efectivamente, como bien se ha afirmado, allí llevó su experiencia, su preparación, sus creencias y sus prejuicios (Ibídem: 21). Asimismo abrió las puertas de las Indias a muchos extremeños que desde ese momento decidieron seguir los pasos de los que fueron con Ovando en 1502. En este sentido, sabemos que en la flota de Ovando de 1502 viajaban al menos 16 extremeños -algunos de ellos futuros descubridores y conquistadores-, llegando durante su gobernación 69 más (Sánchez Rubio, 1992: 35 y ss.). Allí se experimentaron y adaptaron hombres que jugarían un papel muy destacado en el descubrimiento y conquista del continente como Vasco Núñez de Balboa, Juan de Grijalba, Hernán Cortés, Diego de Nicuesa, Diego Velázquez, Juan Ponce de León, Francisco Pizarro, Hernando de Soto, Francisco de Orellana, Pedro de Alvarado, Sebastián de Belalcázar o Pedro de Valdivia entre otros muchos. Este grupo inicial, la mayoría de ellos extremeños, se situaron en torno al poderoso Comendador Mayor, siendo conocidos por sus oponentes como los garrovillas. Este apelativo se usaba con recelo por aquellos desfavorecidos que veían las grandes prebendas que el cacereño otorgaba a sus clientes. Este grupo fiel le sirvió al viejo gobernador para crear una élite cabildante que utilizó para ejercer su poder en todos los rincones de la isla.
En definitiva, el gobierno de las Indias de Nicolás de Ovando supuso la transición de la Conquista y de la improvisación a la Colonización. Tras la llegada de esta gran flota a Santo Domingo se inició por parte de la Corona una política de poblamiento y colonización que duró prácticamente hasta la Independencia de las colonias en el primer tercio del siglo XIX.
Y finalmente, citaremos las palabras del prestigioso americanista Demetrio Ramos, haciendo nuestra su petición para que de una vez por todas se reconozca a este extremeño la gran categoría de fundador de la nueva América, ordenador de hombres y plantador de instituciones, como el municipio indiano, raíz de todo el desarrollo constructivo (Ramos, 1990: 82).
Esteban Mira Caballos
(Conferencia que pronuncié en la villa de Brozas, en diciembre de 1994, en el marco de unas jornadas de historia sobre el brocense Nicolás de Ovando).
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