
Este es el título del nuevo libro de Fernando Tola de Habich que trata de aclarar los puntos más oscuros de la biografía del marino de Palos y despojarlo de los mitos y leyendas que se han forjado en torno a su figura. El origen del problema radica en la falta de fuentes primarias para conocer la figura de este marino, lo cual, como suele ocurrir, ha provocado que se hayan rellenados los huecos con imaginación. Estas fuentes se reducen a unos pocos documentos: una declaración del piloto en una probanza de Cristóbal de Tapia de 1522 y una petición de su esposa, fechada en 1526, solicitando del rey ayuda económica. Y referencias en crónicas como las de fray Bartolomé de Las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Antonio de Herrera, entre algunos otros.
En el libro se cuestionan numerosos aspectos de su biografía y de su labor como piloto, que, a juicio del autor, ha sido sobredimensionada. Lo primero que deja claro es que debió nacer en torno a 1475, porque así se deduce de dos ocasiones en las que declaró su edad y que son coincidentes con el citado año. A continuación, desmontan una idea repetida por casi toda la historiografía de que sirvió como paje en el cuarto viaje de Cristóbal Colón. Desde que lo dijera el padre Las Casas en su Historia de las Indias ha sido repetido por casi toda la historiografía. Según el fraile dominico, Alaminos viajó como grumete en el cuarto viaje de Colón, siendo un muchacho, y allí aprendió a navegar. La verdad es que nadie se había parado a reflexionar la frase: para ese tiempo Alaminos tendría unos 28 años, por lo que es obvio que no era ningún muchacho ni podía haberse desempeñado como grumete, y menos aún como paje, tal y como sostienen otros autores. Con esa edad debía ser ya un experimentado marino, por lo que el oficio ya lo traía aprendido de Palos y es imposible que lo asimilase junto al marino genovés. Obviamente, todo apunta, como defiende el autor, a un error del padre Las Casas que ha trascendido a toda la historiografía. Y realmente, no existe ni un solo documento que confirme su presencia en dicha jornada.
El autor trata de deconstruir a un personaje mitificado. Reduce las empresas en las que estuvo al frente y sus aportes como piloto. Las jornadas en las que estuvo presente las limita a seis, a saber:
Primero, en 1513 cuando viajó como piloto a la expedición a La Florida con Juan Ponce de León. De esa travesía contamos con el testimonio de Antonio de Herrera que suponemos tuvo delante una relación de la travesía, hoy perdida. Huelga decir, como sostiene el autor, que en ella no viajó como piloto principal. Tras esta jornada, lo más probable es que ejerciera como piloto en algunas de las muchas armadas de rescate que se hicieron en esos años en el Caribe, para capturar esclavos.
Segundo, en la expedición de Francisco Hernández de Córdova al Yucatán en 1517, descubriendo la península de Yucatán. Disponemos del testimonio de primera mano de Bernal Díaz del Castillo, que estuvo presente en dicha jornada.
Tercero, al año siguiente en la jornada de Juan de Grijalva, en la que por primera vez ostentó el título de Piloto Mayor, concedido por el propio Diego Velázquez, teniente de gobernador de Cuba.
Cuarto, en 1519 rumbo a Veracruz en la gran expedición del metelinense Hernán Cortés.
Quinto, en ese mismo año cuando fue como piloto al Pánuco en una expedición comandada por Francisco de Montejo.
Y sexto y último, en 1519 cuando viajó a España con Montejo y Portocarrero, enviados por Hernán Cortés. Por cierto, que, desatendiendo las instrucciones del propio Hernán Cortés, hicieron escala en Cuba. Bien es cierto que es posible que se limitara a cumplir las órdenes de Montejo, pero también es cierto que, a partir de 1522, mostró siempre una cierta hostilidad hacia el metelinense.

Destaca el autor que además de su mal carácter, subrayado ya por Salvador de Madariaga, tenía “la lengua muy larga”, algo nada recomendable en un piloto. De hecho, contaba sin ningún pudor secretos que estaba obligado a guardar como piloto que era, bien remunerado por los patrocinadores de las empresas. De hecho, contó las rutas que había recorrido y sus conocimientos a Francisco de Garay, información que este usó en sus expediciones y a la hora de reclamar para sí una gobernación. De hecho, este organizó en 1523 una gran expedición compuesta de trece embarcaciones y casi un millar hombres, poniendo rumbo a las tierras, indicadas por Alaminos, no pobladas y ricas en metal precioso. La jornada acabó en el fracaso pereciendo una buena parte de los expedicionarios. Bien es cierto que no se le puede responsabilizar de ello al marino palermo.
Y para finalizar prolonga bastantes años su vida, pues mientras la mayor parte de la historiografía lo da por fallecido en torno a 1522 o 1523, el autor, la sitúa en una fecha posterior a 1526. De hecho, alude a la probanza de su esposa de 1526 en la que lo suponía viviendo en Yucatán, de dónde, según decía, no le dejaban regresar.
Aunque el autor trata de desmitificar -o desvalorizar, como dice él mismo- la figura del este piloto palermo, creo que debemos valorarlo en el contexto de su tiempo. Es cierto que cometió errores, tanto en las jornadas de Grijalva como en la del propio Cortés, pero hay que tener en cuenta que eran aguas y rutas desconocidas, que se exploraban por primera vez. Sin restar valor a las aportaciones y matices de este libro, yo creo que hay que seguir valorando la figura de este piloto andaluz que desempeñó su oficio en rutas nunca recorridas por otros marinos.
Es reseña de:
Tola de Habich, Fernando: Antón de Alaminos. El piloto fantasma del Caribe. Moiá, Libros del Cuervo, 2022, 179 págs.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
Gracias, Esteban, es un gran gusto y un honor, un comentario tuyo.