Guerrero Cabanillas, Víctor: Extremeños en el Nuevo Reino de Granada (1527-1627). Las ordenanzas de indios del oidor visitador Alonso Vázquez de Cisneros. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2021, 418 págs.
El autor, Víctor Guerrero Cabanillas, nacido en Esparragosa de Lares en1938, forma parte de una larguísima tradición de médicos escritores. Una ilustre lista en la que han destacado autores de la talla de Gregorio Marañón o Juan Antonio Vallejo-Nájera, y vinculados a Extremadura, como Celestino Vega o, actualmente, Miguel Ángel Amador.
La obra trata sobre la labor del jurista villanovense Alonso Vázquez de Cisneros en el Nuevo Reino de Granada. Existen algunas biografías sobre él, particularmente la de Mario Briceño, editada en 1974, pero se trata de un personaje casi desconocido para el gran público. Y ello porque se inserta en una generación muy posterior a la conquista, la etapa que ha atraído la atención de todos, formada por funcionarios que tuvieron que hacer frente a nuevos retos. También el espacio de Nueva Granada era considerado entonces como marginal, por lo que no abundan los estudios, al menos en comparación con las zonas nucleares de Mesoamérica y la región andina. E incidiendo en esta marginalidad aportaré solo un par de datos: primero, en esta región novogranadina se encontraba la zona de los Llanos, entre los actuales estados de Colombia y Venezuela, unos 500.000 Km2 donde su población se mantuvo al margen de la política colonial del Imperio hasta avanzado el siglo XVII. Esta enorme extensión similar a la de la España actual, se convirtió, como afirma Miquel Izard, en refugio de cimarrones, orejanos y arrochelados. Y segundo, en la demarcación de Santa Fe hubo naturales belicosos, como los Pijaos, alzados frente a la autoridad metropolitana, que dificultaban el comercio y que mantenía a la población atemorizada desde la época de la conquista.
En esta obra se analiza la labor de uno de esos abnegados funcionarios del Imperio que, gracias al esfuerzo investigador de Víctor Guerrero, conocemos ahora con mucha más minuciosidad. Hay que empezar señalando la gran vinculación de Villanueva de la Serena (Badajoz) con el continente americano. Tanto es así que ya en la primera expedición colombina viajaron dos villanovenses, concretamente Juan Morcillo y Juan Patiño. Parece obvio que la existencia de un Nuevo Mundo debió sonar en la localidad desde finales del siglo XV, lo que pudo constituir un revulsivo para que muchas personas se enrolasen en la aventura indiana.
Hacía tiempo que la Corona recelaba del excesivo poder que ella misma había cedido a los conquistadores y a sus descendientes que, no en vano, poseían las mejores encomiendas. Una vez pacificado el territorio tocaba controlar a esta poderosa oligarquía criolla que había convertido la encomienda en una forma encubierta de esclavitud. Muchos encomenderos perpetraban todo tipo de excesos con sus encomendados, cobrando impuestos desmesurados, pidiendo servicios personales y desentendiéndose de su obligación de impartirles la doctrina en la fe. Fue la audiencia la encargada de recortar progresivamente las atribuciones de esta élite criolla, mejorando la dignidad y la libertad de los naturales. El cometido no era fácil porque se trataba de enfrentarse a los detentadores del poder económico y en buena parte político. Como contrapartida, estos funcionarios reales gozaban del apoyo y del respaldo, aunque fuese en la distancia, de la Corona. Una pugna que se tradujo en el enfrentamiento entre la audiencia, como defensores del rey y de la legalidad vigente, frente a los cabildos de Santa Fe y Tunja, controlados por los criollos. El oidor Vázquez de Cisneros, objeto de este estudio, jugó un papel fundamental en este proceso, cuidando celosamente de poner freno a estos excesos. No hay que olvidar que al menos en teoría los naturales habían sido declarados vasallos de la corona de Castilla.
Vázquez de Cisneros era hijo del regidor de Villanueva de la Serena del mismo nombre, se doctoró en leyes y ostentó cargos de corregidor y alcalde mayor hasta que el 22 de junio de 1599 fue designado oidor de la audiencia de Santa Fe. Su licencia de embarque -y la de su familia- está fechada el 17 de febrero de 1601 y desde entonces se desempeñó como oidor hasta su suspensión en 1526 y su regreso a España cinco años después. Su carrera judicial la acabó como magistrado de la chancillería de Granada en la que sirvió hasta su óbito. Por tanto, está claro que fue una persona enteramente dedicada a la función pública, en la administración de justicia.
Personalmente destacó por su carácter discreto, conciliador y prudente, como lo señalan todos los que le conocieron. Su labor en la Real Audiencia de Santa Fe, fundada en 1548, la desempeñó entre 1601 y 1621, es decir, por espacio de dos décadas. Se enfrentó al presidente de la audiencia Juan de Borja por la excesiva represión que practicaba contra los rebeldes pijaos. Estos fueron sometidos a sangre y fuego entre 1605 y 1618, colonizando sus tierras en un tiempo récord y refundando por tercera vez la ciudad de Neiva. Algo que no era excepcional, pues todas las sociedades excedentarias han ejercido una extrema violencia hacia los refractarios. Asimismo, se opuso a la oligarquía local a quienes, tras la visita de 1620, obligó a reducir las tasas de tributos, al tiempo que prohibía el servicio personal y creaba 17 pueblos donde concentrar a los naturales con el objetivo de facilitar su doctrina. Asimismo, impuso cuantiosas multas a los encomenderos que se habían excedido por lo que el enfado de estos fue extraordinario. Suerte que, en 1621, poco después de aprobarse sus Ordenanzas para los indios del distrito de Mérida (1620), se marchó destinado a la real Audiencia de México.
Alonso Vázquez de Cisneros representa un ejemplo prototípico de uno de esos cientos de funcionarios, civiles y religiosos, casi anónimos para la historiografía, que trataron de mejorar la vida de millones de desfavorecidos. Una labor callada, prudente, poco conocida y escasamente estudiada pero que en buena parte redime la labor colonizadora de España en América. Cientos de personajes como Vázquez de Cisneros, funcionarios reales unos y religiosos otros, que se movieron en la corriente crítica denunciando los excesos y que, en medio de la oscuridad, constituyen pequeños faros que nos permiten mantener viva la llama de la esperanza.
La obra del Dr. Guerrero Cabanillas es un excelente aporte en ese sentido, sobre todo porque no cae en el discurso maniqueísta de la Leyenda Negra ni de la Rosa. El mismo reconoce que se marcó como reto huir de los extremos, especialmente de esa tradición historiográfica oficialista que suele empatizar con los vencedores. Un posicionamiento valiente y coherente del autor que le permite alcanzar valoraciones muy interesantes y ajustadas a la verdad histórica. Una verdad que parte de un análisis metódico y que debe ser, como quería Max Weber, el objetivo de toda historia. El autor no desconoce ni niega los excesos cometidos en la guerra de expansión, aunque también resalta los intentos de estos funcionarios, respaldados por la Corona, de revertir esta situación. Por tanto estamos ante una obra rigurosamente histórica, donde apenas se perciben ideologías ni sentimientos sino datos, interpretaciones y valoraciones, fuertemente documentados.
Mi más sincera enhorabuena al autor por esta sólida obra que, más allá del aporte biográfico, contribuye a entender mejor el proceso colonizador del Imperio Habsburgo.
Esteban Mira Caballos
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