El Nuevo Mundo se convirtió de la noche a la mañana en el nuevo horizonte onírico de los europeos. Un mundo soñado, en el que la imaginación no tenía límites, desde la leyenda de Jauja al Dorado, pasando por las ciudades míticas de los Césares, de Cibola y de Quivira. Todos los sueños, que las personas de su época podían tener se imaginaron en el Nuevo Mundo. Estos sueños son los mismos que ha tenido el hombre al menos desde el origen de las civilizaciones: la riqueza, la libertad política, la fantasía sexual, el paraíso terrenal y celestial y la inmortalidad.
Sueñan con encontrar una tierra donde el oro se pesque con redes y donde se puedan tener grandes riquezas sin trabajar. La presencia de lo americano en el imaginario colectivo comenzó poco después del Descubrimiento. Rumores y comentarios sobre la existencia de un Nuevo Mundo allende los mares o de un medellinense llamado Hernán Cortés que había conquistado todo un imperio y localizado la cámara con sus tesoros, algo así como las cuevas de Alí Babá. Auténticos mitos áureos que auspiciaban los rumores y que debieron suponer un verdadero revulsivo en el ánimo de aquellas personas que veían pocas posibilidades no ya de triunfar sino ni tan siquiera de sobrevivir en su localidad natal. En una carta que Marcos Martín dirige desde Tunja a su esposa residente en Extremadura, el 19 de marzo de 1580, le habla de la una naturaleza generosísima que permite a las personas vivir sin trabajar. Transmite una visión utópica de la realidad que sus lectores, a varios miles de kilómetros de distancia se encargan de multiplicar por diez y en convertir las Indias en la nueva tierra de promisión:
Deseada señora: yo escribo a vuestro padre y mi señora que tenga por bien de venirse a esta tierra, y si lo hiciese, no se arrepentirá, porque la fertilidad de esta tierra es tanta que jamás falta de comer, aunque el hombre no trabaje, y el que quiere trabajar presto gana para poder volver a España con honra… Por amor de Dios no lo dejéis de hacer, pues ya tengo yo de comer para todos. Y si de aquí me voy lo pierdo. Pues recia cosa será tornar a trabajar de nuevo y desasosegado. Pues aquí me gana otro de comer y yo me paseo, y así será siempre, especial cuando yo tenga más caudal y contengo…
Pero no solo tenían sueños de enriquecimiento, sino que también veían en el Nuevo Mundo la posibilidad de crear una sociedad primitiva, tolerante y más abierta, tan diferente a la que ellos sufrían diariamente. El Nuevo mundo también significó la nueva tierra de libertad, lugar a donde marchaban los perseguidos por la santa Inquisición, mujeres que habían tenido hijos al margen del matrimonio, etc. El Nuevo Mundo se convirtió para muchos desheredados en un paraíso soñado, en la única posibilidad de mejorar su difícil situación socio-económica. Desde el mismo momento del Descubrimiento comenzaron a llegar a la Península noticias sobre las riquezas de las nuevas tierras. Estos rumores supusieron un verdadero revulsivo en el ánimo de aquellos peninsulares que veían pocas posibilidades no ya de triunfar sino ni tan siquiera de sobrevivir en su tierra natal. La idea se retroalimentaba constantemente, pues esos pocos que triunfaban, remitían misivas a sus parientes y deudos para que se animasen a correr su misma suerte. Muy significativa es la epístola que, en 1572, escribió desde México, Juan López Tavera, al clérigo de Montijo (Badajoz) Alonso García:
Solo quiero suplicar a vuestra merced que deje esa miserable tierra y procure venirse a ésta, que es muy larga y muy buena y a donde cada clérigo es prelado, que por vida de vuestra merced y de mi ánima que vale tanto un año como diez en esa…
Y al igual que ahora, en el siglo XVI hubo mafias que se dedicaban a limpiar los bolsillos de estos infelices, que pagaban importantes sumas para sufragar un pasaje a ninguna parte. Algunos capitanes con ansias de numerario, les daban pasaje a precios desorbitados y los llevaban a dónde les parecía. En muchos casos estos pasajeros, engañados o cegados por la miseria, se embarcaban sin tan siquiera saber a dónde se dirigían exactamente, por lo que el futuro que les esperaba al otro lado del océano era casi tan desesperanzador como el que habían dejado tras de sí. Así lo denunció Gonzalo Fernández de Oviedo, responsabilizando directamente a los capitanes y maestres por la pobreza de unos y la codicia de otros y la locura de los más.
Pero también hubo funcionarios implicados en estas mafias. En 1578 se apeló al Consejo de Indias una causa contra el fiscal Diego Venegas, Andrés de Venecia, Juan Rodríguez y Alonso de Carmona por la venta de licencias falsas para pasar a las Indias. ¡Cuánto recuerdan estas actitudes a las actuales mafias que, en un viaje a ninguna parte, traen a africanos en cayucos o pateras a las costas europeas! Una sensación que me vuelve a ratificar en mi idea siempre repetida: que la maldad es inherente al ser humano, y aflora cada vez que las circunstancias lo favorecen. Seguimos siendo cromañones, es decir aquel gran depredador del Holoceno.
PARA SABER MÁS:
MIRA CABALLOS, Esteban: “Conquista y destrucción de las Indias”. Sevilla, Muñoz Moya, 2009.
OTTE, Enrique: “Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616”. Sevilla, Quinto Centenario del Descubrimiento, 1988.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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