
1.-INTRODUCCION
En este artículo profundizamos en las causas que llevaron al fracaso en la evangelización de los indios antillanos. Una empresa fomentada desde los primeros momentos por La Corona ya que siempre concibió la conquista como algo íntimamente ligada al proceso evangelizador.
Sin embargo, los resultados fueron totalmente desalentadores, tanto por la rápida fuga de religiosos suficientemente preparados como por la pronta extinción de los indígenas y su resistencia al cambio de mentalidad. Especialmente importante fue este último factor, pues, los españoles jamás previeron el desinterés extremo de los indios por la religión de los conquistadores. Y realmente ha quedado suficientemente demostrado en este trabajo que el problema fundamental no fue que no alcanzasen a comprender los elevados dogmas cristianos, sino que no querían creer en una religión que consideraban totalmente ajena.
La conquista y colonización de América tuvo un tinte de evangelización que hoy ya nadie puede dudar, pues, como bien ha afirmado Joseph Höffner, el espíritu español de cruzada era innegable, el cristianismo meramente fingido era inconcebible (1). Pese a todo, también es cierto el carácter consciente que tuvo la Corona del apoyo que le prestaba la Iglesia como elemento de sumisión del aborigen, pues, como escribió en la centuria decimonónica don Joaquín de Muzquiz y Callejas, la conquista se debió más a la palabra y virtud del misionero, que a la espada, coraje e intrepidez de sus soldados (2). Sin duda, la Corona entendió la cristianización de los indígenas como el auténtico cimiento de la conquista (3).
Sin embargo, la conversión de los indios no resultó tan sencilla como la Corona y la Iglesia habían planeado desde la Península. Los indígenas ante la presión de los españoles en contra de sus ancestrales cosmovisiones y ritos mostraron diversas actitudes en función de su grado de evolución y de desarrollo político y social. Respuestas que fueron desde la aceptación de las nuevas ideas religiosas -de mejor o peor grado- a la indiferencia, la resistencia pasiva, o incluso, el rechazo abierto.
El caso que ahora nos trae, es decir, el de los indios antillanos debemos decir que su evangelización resultó sumamente problemática por su resistencia al cambio de mentalidad. Más bien, hemos de hablar de un rechazo por parte de los nativos a todo lo que suponía el cristianismo, pues no tardaron en asimilar este concepto con el de sumisión al español. Así, en una carta escrita por los Jerónimos al Señor de Chiebres y fechada en 1518, le explicaron que entre los naturales ya había opinión que los frailes no iban allá sino a amansarlos para que los cristianos los tomasen para matarlos (4).
No cabe duda que la estructura mental es la más resistente al cambio, pues, todas las religiones, como bien afirmó Burckhardt, pretenden durar al menos tanto como el mundo visible (5). Precisamente, la destrucción violenta de una religión indígena, por parte de una cultura superior, como ocurrió en algunos lugares del Continente Americano, está considerada como una causa fundamental de extinción de una civilización (6). De manera que las sociedades primitivas solían tener una religión sencilla pero perfectamente adaptada a sus necesidades, estando sus miembros plenamente convencidos de que eran sus dioses tradicionales sus auténticos protectores, los cuales colmaban plenamente sus necesidades psicológicas (7). En el caso concreto de los taínos antillanos podemos afirmar que su religión era más afectiva, pragmática y anti intelectual que la católica (8), pues contaban con dioses de características morales muy elevadas que ellos sabían valorar y admirar (9). Así, pues, está claro que la religión de los aborígenes, como ya escribió el padre Las Casas, cubría espiritualmente sus necesidades más cotidianas como podían ser la siembra, el nacimiento de sus hijos o la lluvia (10).
Antes de comenzar con el desarrollo del tema hemos de destacar lo difícil que ha sido para nosotros intentar establecer el grado en que fue convertido el aborigen a la religión que profesaban los españoles ya que, como es bien sabido, no vivieron lo suficiente como para dejar testimonios de sus más profundas convicciones (11).
2.-EL DESINTERES POR LA NUEVA RELIGION
Ya en un trabajo publicado por nosotros hace unos años destacamos la capacidad que tuvo el aborigen para asimilar muchos elementos de la cultura material española y, por contra, su abnegación a aceptar las nuevas ideas religiosas (12). En estas líneas vamos a hacer hincapié en este aspecto, reseñando nuevos casos que ilustran perfectamente esta actitud pasiva del taíno.
Su indiferencia a la hora de aprender y asimilar los preceptos básicos de la religión cristiana fue tal que muchos españoles, e, incluso, algunos religiosos, defendieron su total incapacidad para las cosas de la fe (13). Sin embargo, estaba claro que no se trataba tanto de incapacidad como de desinterés por aprender una religión que consideraban extraña. El cronista Antonio de Herrera captó perfectamente esta situación al decir muy significativamente que cuando los Jerónimos llegaron a la Española se dieron cuenta que era por demás pensar que un clérigo o un religioso, entre cincuenta o cien indios, bastase, no sólo a doctrinarlos, pero ni aún a persuadirlos que admitiesen la doctrina, tanta era su mala memoria, que por una oreja les entraba cuanto se les enseñaba y por otra se les iba, y que cuando se imprimía en algunos la doctrina, en tres días que le dejasen de la mano se le salía todo como si jamás fuera instruido… (14).
Asimismo, los taínos de la isla de Cuba, que en un principio dieron la impresión de que tenían una especial predisposición a aceptar la nueva religión, no tardaron en mostrar la misma indiferencia ante las ideas cristianas. Nos parece evidente que esta buena voluntad que mostraron inicialmente estuvo determinada más por la intención de evitar los malos tratamientos que por una verdadera convicción ontológica de la nueva religión. Concretamente el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo afirmó a este respecto lo siguiente:
Y no quieren ser más cristianos de lo que estos otros todos, aunque el cronista Pedro Mártir, informado del bachiller Enciso, dice maravillas de la devoción y conversión de un cacique de Cuba que se llamó el Comendador, y de su gente… Y por la experiencia que tengo de aquesta gente, creo que ningunos o muy pocos de ellos son cristianos de su grado; y cuando alguno se torna cristiano, que es hombre de edad, es más por antojo que por celo de la fe; porque no le queda sino el nombre, y aún aquel se le olvida presto… (15).
Ya en 1514, el teniente de gobernador Diego Velázquez, convencido de que no era tan fácil enseñarlos en la fe como habían creído en un principio, llevaba siempre consigo a fray Juan de Tesín, bautizando a toda la gente que hasta entonces se había asegurado (16). Con el paso del tiempo se demostró que, como había ocurrido con los naturales de La Española, los taínos de Cuba no mostraban interés por la religión cristiana. Más concretamente, en un documento, fechado en 1546, se describía la situación de la siguiente manera:
Yo he hecho parecer ante mí a algunos de ellos, de los más entendidos de la lengua castellana, preguntándoles cosas de cristianos y están tan ajenos a ellas como si a su noticia no hubiesen llegado; y porque de esto se podría echar culpa a los que lo tienen en cargo, me he satisfecho que no procede de la negligencia de su instrucción salvo de la poca voluntad que tienen a las cosas de la fe porque habiéndoles yo hecho aprender el Pater Noster y Ave María y encargándoles que lo dijesen cada uno y no lo olvidasen, teniéndolos en esta ciudad de Santiago sin trabajo alguno, pasados dos días que los llamé, no sólo no lo sabían pero a quien los fue a llamar dijeron que si el Pater Noster que si era cosa de comer… (17).
Algo similar ocurrió con los indígenas de Puerto Rico, pues, no en vano, el tesorero Andrés de Haro llegó a afirmar de ellos que eran incapaces de creer (18). Nuevamente, y como ocurrió en las otras Antillas Mayores, no se trataba exactamente de incapacidad sino de desinterés, pues, precisamente, en una carta de Vasco de Tiedra a Su Majestad, fechada en 1536, se explicaba perfectamente esta situación:
Yo entendí en ello (en la evangelización) con la diligencia que Vuestra Majestad manda, pero en esta isla hay tan pocos que al que alguno le ha quedado los tiene tan bien tratado cuanto es posible y los industrian todo lo que pueden, pero ellos lo toman con tanto descuido que se parece poco lo que con ellos se trabaja… (19).
Para finalizar con este punto vamos a citar el caso de los indios de la isla Margarita -que no era antillana aunque sí caribeña-, donde algunos vecinos declararon en un juicio, llevado a cabo en 1545, que la instrucción en la fe de los indígenas había aprovechado poco, porque no lo quieren aprender (20). Obviamente la expresión utilizada en este último documento no deja lugar a dudas, pues, estaba claro que los indígenas antillanos, al igual que los de la isla Margarita, más que una supuesta falta de talento para asimilar los fundamentos de la nueva religión lo que manifestaron fue una indiferencia ante una religión que siempre consideraron ajena.
3.-LA ADMINISTRACION DE LOS SACRAMENTOS
A esta falta de interés por parte de los indígenas hemos de unir una escasa formación de los religiosos que marcharon al Nuevo Mundo, salvo, por supuesto, casos muy excepcionales. Así, por ejemplo, sabemos que fray Ramón Pané, uno de los cenobitas arribados a La Española con el padre Boíl y que llegó a conocer la lengua de los indios, no tenía más formación doctrinal que el Ave María y el Pater Noster (21). Y aunque, supuestamente todos los españoles tenían obligación de evangelizar, en realidad y como tan críticamente afirmó el padre Las Casas, ¿Qué doctrina podían dar hombres seglares y mundanos, idiotas y que apenas, comúnmente y por la mayor parte, se saben santiguar, a infieles de lengua diversísima de la castellana…? (22)
En medio de estas circunstancias tan poco propicias para su conversión, los indígenas continuaron con sus rituales paganos, haciendo caso omiso a los preceptos de la nueva religión. Así, desde un primer momento, no se les administró a los indígenas más Sacramentos que el bautismo, al considerarse que no eran aptos para recibirlos (23). Poco después, y más concretamente en 1518, en las instrucciones dadas a Rodrigo de Figueroa se dispuso que cuando se le aplicase a algún natural los Sacramentos de la Extrema Unción y de la Eucaristía, llevasen al resto de los indios para que se moviesen con ello a devoción (24). Igualmente, se dispuso que los indígenas confesaran una vez al año y que sus hijos se bautizasen antes de los ocho días después de su nacimiento (25). Sin embargo, parece evidente que nada de esto tuvo vigencia práctica quedando, pues, en papel mojado. Efectivamente los datos de que disponemos indican la nula conversión de los indígenas que jamás observaron los preceptos católicos, con la única excepción de aquellos naturales que fueron criados desde pequeños en los monasterios franciscanos de La Española (26). Tampoco se enterraban católicamente, ni siquiera aquellos que abrazaron la nueva religión, pues, según un documento de la época si algunos mueren los entierran en el monte, aunque sean cristianos, como se podrá ver porque jamás ninguno ha enterrado, ni entierra en sagrado ni nadie se lo ha visto enterrar (27).

A partir de la década de los veinte la evangelización se hizo mucho más difícil debido a dos motivos que pueden ser válidos para todas las Antillas Mayores, a saber: primero, la aparición de un poblamiento disperso, y, segundo, la fuga de los pocos frailes doctos que habían poblado las Grandes Antillas en los primeros años de la Colonización. Como es sabido, a lo largo de esta década los españoles pasaron a residir en las haciendas y en los ingenios, en muchos casos muy lejanos de las villas donde se celebraban las funciones religiosas. Así, pese a las reiteradas peticiones que se hicieron, por ejemplo, en 1518 y en 1529 (28) para que hubiese clérigos en los asientos de los españoles, todavía en 1532 y nuevamente en 1535 la ciudad de Santo Domingo se quejó de que el Obispo, al no consentir que hubiese clérigos en las capillas, impedía que se administrasen los Santos Sacramentos no sólo a los naturales sino también a los propios españoles (29). La negativa de los Obispos a consentir que los españoles y los indígenas pudiesen recibir las atenciones espirituales en sus propias haciendas se debía a que no querían perder beneficios para su propia Catedral. Por su parte, algunos obispos alegaron que los españoles no querían llevar a sus indígenas y esclavos de color a la catedral porque preferían dejarlos trabajando en sus estancias, lo cual parece ser que no era totalmente cierto (30). En realidad, muchas de esas estancias estaban a varias leguas de distancia de la capital como para acudir a la iglesia los días de precepto. Y aunque finalmente el rey zanjó esta cuestión, ordenando que los clérigos pudiesen confesar en los lugares de residencia tanto a los españoles como a aquellos indígenas que habrá que sepan confesarse…, lo cierto es que nunca hubo en la isla un número de predicadores suficientes como para llevar a efecto esta disposición (31).
En relación a este último aspecto, y enlazando con el segundo motivo mencionado, diremos que el problema no fue tanto la escasez de religiosos como su escasa formación teológica (32). Hasta tal punto fue grave esta carencia que, antes de mediar el siglo, los franciscanos de Santo Domingo solicitaron de su Orden que enviaran un clérigo letrado, pues, era necesario para la continuación de dicha casa religiosa (33). En el caso de la isla de Cuba la situación no era mejor que, pues, no en vano, en 1524, los franciscanos solicitaron clérigos que supiesen predicar porque a causa de no haberlos muchos de los dichos indios desesperan y se ahorcan, lo cual dicen que cesaría si hubiese los dichos predicadores que los enseñasen y consolasen… (34). Incluso, los pocos frailes de la isla tenían dificultades para sobrevivir pues, por ejemplo, el monasterio de San Francisco que se ocupaba en la instrucción y conversión de los naturales de esa tierra (35), no era otra cosa, en la década de los treinta, que un bohío de paja casi despoblado (36).
Igualmente, en la isla de San Juan, hubo una falta de clérigos letrados desde los primeros tiempos hasta el punto de que, según escribió el Obispo de San Juan, los pocos religiosos que había eran mancebos naturales virtuosos y medianamente doctos en latinidad… (37). En otra ocasión, el propio Obispo declaró que tan sólo había unos pocos religiosos dominicos y solo el prior es persona cualificada y de vida y ejemplo, presentado en teología; Los demás son mozos, aunque honestos y recogidos (38).
Finalmente, en Jamaica, también encontramos, sobre todo a partir de la década de los veinte, una gran falta de religiosos, hasta el punto de que, según el padre Las Casas, a estos indios no se les proporcionó doctrina alguna ni más cuidado con ellos se tuvo que si fueran brutos animales... (39). Por supuesto, en el resto de las islas antillanas la evangelización fue igualmente precaria ya que carecieron prácticamente de clérigos. Sirva de ejemplo el caso de la isla Margarita, pese a no ser antillana, donde no hubo hasta 1533, ni clérigo que dijese misa (40), ni capilla de piedra (41).
4.-EL CONTINUISMO EN SUS RITOS PREHISPANICOS
En todas estas islas hemos de hablar en líneas generales de una continuación de las tradiciones indígenas hasta prácticamente su extinción. No en vano, los documentos de la década de los cuarenta se muestran tan pesimistas en cuanto a su conversión como los de los primeros años de la colonización.
En el caso de La Española se decía, en 1538, que los indios vivían infielmente y celebrando comúnmente sus ritos y areitos (42), idea que se repite en los años sucesivos. Concretamente, en 1547, se afirmó que apenas quedaban ciento cincuenta y siete naturales dispersos por el campo, que eran ladrones y borrachos y que realizaban sus areitos como lo habían hecho en la gentilidad (43). Evidentemente en lo referente a los calificativos hemos de entenderla el documento en el contexto de la época, donde los indios recibían los mismos calificativos que los negros y las demás minorías étnicas. Sin embargo, sí nos parece importante subrayar la referencia a la práctica de sus ancestrales rituales, pues no deja lugar a dudas sobre la supervivencia de sus primitivos rituales.
Igualmente, en Cuba la evangelización no llegó a ser nunca una realidad a juzgar por las numerosas pruebas documentales que hemos podido consultar. En este sentido, sabemos que en 1528 la Junta de Procuradores de la isla informó que los naturales vivían apartados de toda conversión y que las Pascuas y domingos hacen sus areitos y juegos donde reciben mucho placer (44). Es interesante observar cómo habían asimilado los días de las festividades cristianas, aunque, por supuesto, para celebrar sus propios rituales. Incluso, el tesorero de la isla, Lope Hurtado, llegó a escribir al Rey, informándole que ni tan siquiera los naturales enseñados por los franciscanos rezaban más que como papagayos, sin que hubiese una verdadera convicción (45).
Así, al igual que ocurrió en La Española, los documentos de la década de los cuarenta nos informan del escaso grado de conversión de los indios cubanos hasta el punto que, en el juicio de residencia tomado a Juanes Dávila, un testigo declaró que él ha visto y ve muchos indios e indias y lo mismo los de casa que, al cabo de treinta o veinte años, no saben el Ave María (46).
También, en Puerto Rico pese a que se llevaron los indios más ladinos de la Española para que sirviesen de ejemplo (47) lo cierto es que continuaron con sus prácticas habituales tanto en lo concerniente a rituales religiosos como al mantenimiento de sus prácticas poligámicas (48).
Y finalmente, en Jamaica, la situación no fue mejor ya que desde muy pronto los indios vivieron dispersos en las estancias, sin recibir una formación religiosa. No en vano, en 1515 se decía de ellos que no podían ser evangelizados porque estaban apartados en sus bohíos todos juntos en sus estancias, usando de sus malas costumbres y viviendo de la misma manera que antes que fuesen bautizados, no teniendo por pecados los vicios y pecados en que antes estaban… (49).

La única excepción que hemos detectado -además del reducido número de hijos de caciques educados en los monasterios- es la pequeña isla de la Mona, dependiente del obispado de Puerto Rico, donde parece ser que se consiguió en algún grado convertir a los pocos indios que en ella residían. En 1537 se destacó lo buenos cristianos que eran (50), confirmándose tal aseveración varios años después, al afirmarse lo siguiente: Tienen su iglesia (se refiere a los indios) con su pobreza ataviada en la cual se congregan dos veces al día, a la mañana y a la tarde, a decir la doctrina cristiana… (51). Pese a todo, la información tan sólo delata la apariencia religiosa de éstos sin que, por supuesto, sepamos si realmente eran conscientes de lo que estaban venerando.
Sin embargo, el hecho de que en este islote se consiguiese una mayor práctica religiosa por parte de los aborígenes se debió a varias causas: primero al reducido número de indígenas que en ella habitaban y a su continua convivencia con los españoles lo que permitía acelerar el proceso de aculturación. Y segundo al hecho de no ser indios originarios del islote sino de la vecina isla de San Juan, con el consiguiente desarraigo de la tierra y de sus ancestrales costumbres y ritos.
5.-CONCLUSIONES
Podemos afirmar que -salvo excepciones muy concretas- aunque se bautizaron muchos aborígenes en estas islas caribeñas lo cierto es que, como afirmó Jerónimo de Mendieta, lo hicieron más por lo que les mandaban sus amos, que movidos a devoción… (52). De los Sacramentos es evidente que jamás llegaron a practicar más que el del bautismo y, como ya hemos afirmado, no de su propia voluntad sino de manera impuesta. En cuanto a los demás Sacramentos su administración debió ser algo completamente excepcional pese a que en algunas instrucciones a las autoridades de La Española se les pedía que fomentasen su administración entre los indios. El propio padre Las casas declaró haber dado la comunión a los aborígenes en varias ocasiones (53), no dejando se ser sin embargo un hecho completamente aislado.
Por lo demás, las causas concretas del fracaso evangelizador en las Antillas fueron las siguientes: la primera, su rápida extinción que evitó un periodo prolongado de aculturación sobre una continuidad generacional. La segunda, la inexistencia de libros doctrinales bilingües, como ocurrió en otros lugares de América. La tercera, la rápida fuga o fallecimiento de eminentes clérigos letrados de la talla, por ejemplo, de fray Pedro de Córdoba. Y la cuarta, y última, el desinterés de los propios taínos por aprender y asimilar los preceptos básicos de la nueva religión. Esta última causa nos parece fundamental, pues, está claro que no se trataba de que no alcanzasen a comprender los elevados dogmas cristianos como ha afirmado en alguna ocasión la historiografía hispanista, sino que no querían creer, como bien se reconoce en algunas informaciones de la época aquí presentadas. Así, pues, si bien es cierto que desde muy pronto aceptaron ciertos elementos de la tecnología hispana, también debemos decir que ni aún los más aculturados fueron capaces de rezar el Ave María después de servir treinta o cuarenta años en casa de los españoles (54).
En definitiva, creemos que ha quedado perfectamente demostrado que ni tan siquiera los indios más aculturados llegaron a comprender y a practicar la religión cristiana, continuando aferrados a sus creencias tradicionales.
NOTAS
1.-Joseph HOFFNER, La ética colonial española en el Siglo de Oro. Cristianismo y dignidad humana. E.C.H., Madrid, 1957, p. 111.
2.-Joaquín MUZQUIZ Y CALLEJAS, Una idea sobre la cuestión de Santo Domingo. Imprenta de Antonio Pérez Dubrull, Madrid, 1964, p. 51.
3.-En una respuesta dada por el Rey a Diego Colón se reconocía la conversión del indio como «el cimiento principal sobre que fundamos la conquista de estas partes…». Respuesta del Rey a Diego Colón y a los oficiales de la isla Española, Sevilla, 6 de junio de 1511. Luis ARRANZ MARQUEZ, Don Diego Colón, T. I, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, 1982, pp. 302-313. Roberto MARTE, Santo Domingo en los manuscritos de Juan Bautista Muñoz. Fundación García Arévalo, Santo Domingo, 1981, pp. 89-91.
4.-Citado en fray Juan PEREZ O.P., Estos ¿no son hombres?. Fundación García Arévalo, Santo Domingo, 1984, p. 15.
5.-Jacobo BURCKHARDT, Reflexiones sobre la Historia del Mundo. Buenos Aires, 1945, p. 64.
6.-V. GORDON CHILDE, Qué sucedió en la Historia. Planeta Agostini, Barcelona, 1985, p. 27.
7.-Robert NISHERT y otros, Cambio social. Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 54.
8.-Michel VOVELLE, Ideología y mentalidades. Editorial Ariel, Barcelona, 1985, p. 124.
9.-E.E. EVANS-PRITCHARD,Las teorías de la religión primitiva. Madrid, 1989, p. 171.
10.-Concretamente el dominico afirmó lo siguiente: De aquí es que las repúblicas que ordenaron por la ley o por costumbre que se sacrificasen a los dioses en algunos tiempos y días o fiestas, hombres, tuvieron mejor y más noble concepto y estimación de sus dioses, y supuesta ceguedad y error en tener opinión que aquellos eran Dioses o dioses, y que les podían hacer bien y mal, socorrer y ayudar en sus necesidades, y que los males que les venían eran por haber sido negligentes en su culto, como se mostrará, y que fue opinión vulgatísima y universal de todos los gentiles, aquellas tales repúblicas (digo) proveyeran más y mejor, según razón natural, y con más prudencia, a la salud, prosperidad y conservación y perpetuidad del bien público y común, que los que no lo hicieron, o prohibieron que hombres no se sacrificasen... fray Bartolomé de LAS CASAS, En defensa de los indios. Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985, p. 67.
11.-En realidad, sabemos más de sus creencias en la época prehispánica que de su conversión al catolicismo. Sobre la mitología y las creencias prehispánicas de los taínos citaremos algunas de las obras fundamentales: Ricardo E. ALEGRIA, Apuntes en torno a la Mitología de los Indios Taínos de las Antillas Mayores y sus Orígenes Suramericanos. Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Barcelona, 1978. José Juan ARROM, Mitología y Artes Prehispánicas de las Antillas. Siglo XXI, México, 1975. Francisco José ARNAIZ, «El mundo religioso taíno visto por la fe católica española», La cultura taína. Editorial Turner, Madrid, 1989. fray Ramón PANÉ, Relación acerca de las Antigüedades de los Indios. Siglo XXI, Madrid, 1974.
12.-Esteban MIRA CABALLOS, «El pleito Diego Colón-Francisco de Solís: el primer proceso por malos tratos a los indios en La Española», Anuario de Estudios Americanos, T. L, Nº 2. Sevilla, 1993, pp. 323 y ss.
13.-Ya varios colonos como Francisco de Garay llegados a la corte en 1515 se habían encargado de manifestar la idea de que los indios eran incapaces de la fe. Sin embargo, a esta idea se unieron incluso franciscanos, como Francisco Ruíz, quien defendió esta idea en una carta dirigida a Chiebres y fechada en 1517. GIMENEZ FERNANDEZ: Bartolomé…, T. I, pp. 405-406. Juan OLAECHEA LABAYEN, «Experiencias cristianas con el indio antillano», Anuario de Estudios Americanos, T. XXVI, Sevilla, 1969, pp.74 y ss.
14.-Antonio HERRERA, Historia General de los hechos de los castellanos. Madrid, 1935, T. IV, Cap. III, p. 95. Igualmente, Fernández de Oviedo afirmó de los indios de La Española que era «nación muy desviada de querer entender la fe católica». Gonzalo FERNANDEZ DE OVIEDO, Historia General y Natural de las Indias. Editorial Atlas, Madrid, 1992, T. I, Lib. V, proemio, p. 111. Existen muchos testimonios documentales confirmando estas palabras de los cronistas de los que vamos a traer a colación aquí unas palabras que escribieron los Jerónimos refiriéndose al aprendizaje de los indios: Que son gentes que siempre han menester el maestro ante los ojos, para que no olviden lo aprendido ayer… Citado en Constantino BAYLE, El protector de indios. Escuela de Estudios Americanos, Sevilla, 1945, p. 1.
15.-FERNANDEZ DE OVIEDO: Historia General…, T. II, Lib. XVII, Cap. IV, p. 115.
16.-AGI, Patronato 178, N. 1. CODOIN, Serie 1ª, T. XI, pp. 412-429. Carta de Diego Velázquez a Su Majestad, Santiago, 1 de abril de 1514.
17.-AGI, Santo Domingo 99, R. 6, N. 20. Carta de Juan de Chaves a Su Majestad, Santiago, postrero de junio de 1546.
18.-Carta de Andrés de Haro a Su Majestad, Puerto Rico, 21 de enero de 1518. Manuel SERRANO Y SANZ, Orígenes de la dominación española en América, Bailly-Bailliére, Madrid, 1918, p. DLXXV. Salvador BRAU, La colonización de Puerto Rico T. I. Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1969, pp. 515-520.
19.-AGI, Santo Domingo 155, R. 2, N. 8. Carta de Vasco de Tiedra a Su Majestad, Puerto Rico, 30 de agosto de 1536.
20.-Así lo declaró el testigo Baltasar Sánchez en el juicio de residencia tomado a Pedro Ortiz de Sandoval, gobernador de la isla Margarita, 1545. AGI, Justicia 64, N 2, R 2B, f 72. La pregunta de la pesquisa secreta es muy significativa: Item, si saben y creen que algunos de los dichos naturales de esta dicha isla han tratado y conversado con algunos de los dichos vecinos españoles teniéndolos y doctrinándolos en sus casas de quince y de veinte años a esta parte y no han tomado doctrina ni costumbre que de cristianos se puedan decir salvo andar escondidos por los montes haciendo sus malos usos y vicios, y son capitales enemigos de los tales religiosos que se lo reprenden y digan lo que saben«. IBIDEM.
21.-Fray Jerónimo de MENDIETA: Historia eclesiástica indiana. Editorial Porrúa, México, 1980, L. I, Cap. VI, p. 35.
22.-Bartolomé de LAS CASAS: Historia de las Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1951, T. II, Lib. III, Cap. XIV, p. 479.
23.-Lucas Vázquez de Ayllón pidió, en 1517, que se pusiesen clérigos que bauticen, casen y enseñen a confesar a aquellos indios que tuviesen habilidad para ello, por lo que hemos de pensar que hasta el momento no se le administraban. Citado en GIMENEZ FERNANDEZ: Bartolomé…, T. I, p. 581.
24.-Instrucciones a Rodrigo de Figueroa, Barcelona, 9 de diciembre de 1518. AGI, Justicia 45, Pieza 1ª, fols. 217r-236v. Las referidas instrucciones aparecen fechadas en Santo Domingo, pero es evidente que se trata de un error, y que debe entenderse en Barcelona donde se encontraba el Rey en aquel momento.
25.-IBIDEM.
26.-Dejamos para otra ocasión los aspectos relacionados con la educación de los hijos de caciques tanto en los monasterios españoles como en los antillanos. En cualquier caso, puede verse el trabajo ya citado de OLAECHEA LABAYEN: Experiencias cristianas…, pp. 86 y ss.
27.-AGI, Justicia 73, N. 3. Información que hicieron las justicias de Cuba sobre doña Guiomar de Guzmán, Santiago, 22 de noviembre de 1546. Un testigo presentado llamado Hernando de Oregón declaró sobre Guiomar que deja de enterrar los indios y cristianos y criados y entierra perros como fue uno que enterró suyo de falda que se decía Marquesito que lo mandó enterrar a una criada suya y el Obispo quiso acudir contra ella por ello. IBIDEM, f. 109.
28.-AGI, Justicia 45, Pieza 1ª, fols. 217r-236v. Así se estableció por ejemplo en las Instrucciones a Rodrigo de Figueroa, Barcelona, 9 de diciembre de 1518. AGI, Santo Domingo 1121, L. 1, fols. 26v-30r. La orden se volvió a repetir en 1529 lo que lógicamente nos está señalando su incumplimiento. Real Cédula al Concejo, justicias y regidores de Santo Domingo, Madrid 22 de diciembre de 1529.
29.-El obispo se negaba a dotar a los ingenios de clérigos por un problema en torno a los diezmos. La ciudad de Santo Domingo se expresó en los siguientes términos: Porque por no los poner se dejaban de administrar los Santos Sacramentos en los tales lugares y fallecían muchos cristianos sin confesión y comunión como alárabes y los que nacen muchos mueren sin bautismo de lo cual todos recibimos notorio daño… AGI, Santo Domingo 73, N. 5. Carta de la ciudad de Santo Domingo a Su Majestad, Santo Domingo, 25 de septiembre de 1532. Unos años después, es decir, en 1535, la ciudad volvió a formular la misma petición. Carta de la ciudad de Santo Domingo a Su Majestad, Santo Domingo, 18 de junio de 1535. MARTE: Santo Domingo en los manuscritos…, pp. 370-371.
30.-Capítulos escritos por los vecinos de la villa de San Germán a Su Majestad, San Germán, 13 de agosto de 1526. AGI, Santo Domingo 168, R. 1, N. 2.
31.-AGI, Indiferente General 421, L. 13, fols. 70r-70v.Real Cédula al Obispo de San Juan, Madrid, 20 de marzo de 1528.
32.-No olvidemos que el monasterio dominico de Santo Domingo tenía en 1544 nada menos que «cerca de cuarenta frailes». AGI, Santo Domingo 95, R. 1, N. 20. Carta de los frailes del convento de Santo Domingo a Su Majestad, Santo Domingo, 5 de febrero de 1544.
33.-AGI, Santo Domingo 868, L. 2, fols. 352r-353r. Real Cédula al padre General de la Orden de San Francisco, Madrid, 14 de mayo de 1547.
34.-AGI, Contratación 5090, L. 6, fols. 3r-3v. Real Cédula al padre general de la Orden de San Francisco, Vitoria, 20 de febrero de 1524.
35.-AGI, Santo Domingo 1121, L. 2, fols. 145v-146r. Real Cédula a fray Diego Sarmiento, Obispo de Cuba, Toledo, 26 de mayo de 1539. 36.-En 1533 constaba que había cuatro frailes mientras que dos años después solo quedaban tres y todos ellos mancebos y sin letras. AGI, Santo Domingo 1121, L. 1, fols. 160v-162r. Real Cédula al cabildo de Santiago, Monzón, 13 de septiembre de 1533. AGI, Santo Domingo 124, N. 17. Carta de Manuel de Rojas a Su Majestad, Santiago, 13 de septiembre de 1535. AGI, Santo Domingo 49, R. 7, N. 47. Carta de los oidores de Santo Domingo a Su Majestad, Santo Domingo, 8 de junio de 1536.
37.-AGI, Santo Domingo 172, R. 1, fols. 110r-112r. Carta del Obispo de Puerto Rico a Su Majestad, Puerto Rico, 25 de julio de 1546.
38.-AGI, Santo Domingo 172, fols. 104r-106r. Carta del Obispo de San Juan a Su Majestad, Puerto Rico, 20 de marzo de 1544.
39.-Citado por Francisco MORALES PADRON, Jamaica española. Escuela de Estudios Americanos, Sevilla, 1952, p. 156.
40.-AGI, Patronato 179, N. 3, R. 1. Relación de lo que han valido los diezmos hasta 1533.
41.-AGI, Justicia 54, N. 2, f. 10v. Juicio de residencia tomado a Juan Suarez, teniente de gobernador de la isla Margarita, Nueva Cádiz de Cubagua, 28 de diciembre de 1533.
42.-AGI, Santo Domingo 868, L. 1, f. 149. Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de Santo Domingo, Toledo, 25 de octubre de 1538. Evidentemente hubo excepciones, especialmente entre los hijos de los caciques que fueron especialmente enseñados tanto en sus lugares de origen como en España. Sobre estos aspectos puede verse la obra ya citada de OLAECHEA LABAYEN: Experiencias cristianas…, pp. 86 y ss.
43.-AGI, Santo Domingo 95, R. 1, N. 110. Carta del doctor Montaño, Deán de la Catedral de Santo Domingo a Su Majestad, Santo Domingo, 25 de julio de 1547.
44.-AGI, Santo Domingo 9, R. 3, N. 1, fols. 14r-14v. Junta de Procuradores de la isla de Cuba, Santiago, 1528.
45.-AGI, Santo Domingo 118, R. 1, N. 4. Carta del tesorero Lope Hurtado a Su Majestad, Santiago, 10 de noviembre de 1530.
46.-AGI, Justicia 69, N. 1, f. 31. Juicio de residencia tomado al gobernador de Cuba Juanes Dávila, 1545. En particular de una naboría que vivía con doña Guiomar nada menos que desde hacía cuarenta años se dijo que no sabía el Ave María. IBIDEM, fol. 51r.
47.-Por ejemplo, Miguel Díaz de Aux, con expresa licencia Real, llevó varios indios de la vecina isla Española con el fin de convertir mejor a los indios de Borinquén que eran bozales. AGI, Santo Domingo 77, R. 2, N. 36. Pleito en la villa de San Germán, 7 de abril de 1525.
48.-En este sentido se le pidió a Diego Muriel, mayordomo del pueblo indio de Toa, que enseñase el matrimonio a los indios a su cargo para que «no anden dejando unas mujeres y tomando otras porque cerca de esto dicen que ha habido en la dicha estancia mucha corrupción». AGI, Indiferente General 421, L. 13, ff. 176-176v. Asiento que se tomó con Diego Muriel, Madrid, 10 de junio de 1528.
49.-AGI, Contratación 5787, fols. 3r-3v. Real Cédula a Francisco de Garay y a Pedro de Mazuelo, repartidores de la isla de Santiago, Aranda, 26 de julio de 1515.
50.-AGI, Santo Domingo 868, L 1, fols. 92r-92v. Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de Santo Domingo, Valladolid, 10 de julio de 1537.
51.-AGI, Santo Domingo 172, R. 1, fols. 118r-120r. Carta del Obispo de San Juan a Su Majestad, Puerto Rico, primero de septiembre de 1548.
52.-MENDIETA: Historia eclesiástica…, Lib. I, Cap. VI, p. 33.
53.-Constantino BAYLE, «La comunión entre los indios americanos». Missionalia Hispánica, Año I. Madrid, 1944, p 14.
54.-MIRA CABALLOS: El primer proceso…, p. 323. Es evidente que querían seguir creyendo en sus cemíes. En este sentido escribió el doctor Álvarez Chanca que cuando quiso echar los cemíes al fuego los indios «hacíanles de mal que querían llorar». Citado en Juan GIL y Consuelo VARELA: Cartas particulares a Colón y relaciones coetáneas. Alianza Universidad, Madrid, 1984, pp. 173-174.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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