Existe una larga línea historiográfica que defiende que las Indias no fueron colonias, desde Ricardo Levene en el siglo pasado hasta autores recientes como María Elvira Roca, Pedro Insua o Tomás Pérez Vejo. Por ejemplo, María Elvira Roca ha resucitado la vieja idea del argentino Ricardo Levene, defendiendo con vehemencia que los territorios ultramarinos fueron reinos, suelo patrio en igualdad de condiciones con el resto de entidades peninsulares Por su parte, Pérez Vejo ha vuelto a insistir recientemente que siempre fueron reinos y que ni siquiera las reformas borbónicas consiguieron convertirlos en colonias. Se trata, según Fausto Alvarado (2011), de una de las verdades absolutas de la leyenda rosa, una manipulación postmoderna que esconde un sesgo ideológico interesado; los imperios portugueses, inglés, francés y holandés fueron coloniales, pero no el español. En el lado contrario, hay cientos de autores que han usado el concepto de América colonial, apoyando tácitamente tal terminología, entre ellos, por citar solo a algunos representativos: Marcel Bataillon, Richard Konetzke, Magnus Mörner, Ernesto Schäfer. Herbert Frey y Francisco Morales Padrón.
¿Reinos o colonias? Esta es la cuestión que vamos a abordar. Es cierto que las Leyes de Indias aluden en todo momento a los reinos de Indias y a virreinatos, nunca al término colonia. De hecho, el primero -que yo sepa- en referirse a los territorios indianos como colonias fue Pedro Rodríguez de Campomanes. Este concepto irrumpió en el vocabulario político, bien avanzado el siglo XVIII, pero que nunca llegó a cuajar. Y hasta tal punto no cristalizó que, incluso, la Junta Suprema Central, el 22 de enero de 1809, aludió a las Indias no como colonias sino como parte integral de la monarquía hispana (Pérez Vejo, 2021: 82). Por tanto, está claro que a nivel teórico se mantuvo siempre el concepto de virreinato y no de colonia.
Sin embargo, en la práctica el estatus de aquellos territorios fue colonial. Los virreinatos indianos nunca tuvieron una situación jurídica equiparable a reinos como el de Navarra, Aragón o Nápoles. La riqueza indiana solo beneficio a los cargadores de la Carrera de Indias -en Sevilla, Cádiz y en Veracruz- y a la Corona, que, por cierto, en vez de invertirlo en una economía productiva, se lo gastó en mantener las fronteras del imperio (Frey, 2002: 74). La economía que se permitió en las Indias fue la extractiva en correspondencia con los intereses de la metrópolis. Se limitó la producción de vino, aceite y trigo, así como industrias como la naval para favorecer el comercio desde las metrópolis.
Independientemente de cómo se les denomine en la documentación, su estatus fue colonial, especialmente en el siglo XVIII. El virrey de Nueva España, el conde de Revillagigedo en 1794 lo expresaba de una forma muy clara:
«No debe perderse de vista que esto es una colonia que debe depender de su matriz, España, y debe corresponder a ella con algunas utilidades por los beneficios que recibe de su protección, así se necesita gran tino para combinar esta dependencia y que se haga mutuo y recíproco el interés, lo cual cesaría en el momento que no se necesitara aquí de las manufacturas europeas y sus frutos».
De hecho, las Indias fueron parte esencial en el proceso de acumulación capitalista de la monarquía hispánica (Guerrero Galván, 2018: 94). Pero, es más, los propios criollos lo tenían clarísimo, tan claro que desde la segunda mitad del siglo XVI se configuraron como clase para defender, con éxito, por cierto, sus propios intereses clasistas frente a la metrópolis. Y la propia Independencia, ya en el siglo XIX, la llevaron a cabo no para acabar con la estructura social colonial sino al contrario, para perpetuarla y beneficiarse de ella sin tener que rendir cuentas a las autoridades metropolitanas. No solo los criollos tuvieron claro que su situación era colonial sino también los propios europeos. Como ha escrito Stanley Payne, en Europa se tenía plena consciencia que los territorios de los Habsburgo conformaban el mayor imperio colonial de la Edad Moderna (2017: 67).
Por tanto, creo que está claro que, pese a la terminología, y contra lo que sostienen los rosalegendarios, las Indias españolas fueron colonias. Y eso no tiene más connotación política, era otro imperio colonial más como tantos otros que ha habido en los últimos dos mil años. La historia es la que es y no sirve de nada utilizar la semántica para blanquear hechos o para defender que fuimos mejores que los demás…
BIBLIOGRAFÍA
ALVARADO DODERO, Fausto: Virreinato o colonia. Historia conceptual. España-Perú. Siglos XVI, XVII y XVIII. Lima, Consejo editorial del Congreso de Perú, 2013.
FREY, Herbert: La arqueología negada del Nuevo Mundo. Europa y América y el surgimiento de la modernidad. México, Siglo XXI, 2002.
GUERRERO GALVÁN, Luis René: Manual de historia del derecho mexicano. México, U.N.A.M., 2018.
INSUA, Pedro: 1492. España contra sus fantasmas. Barcelona, Ariel, 2020.
LEVENE, Ricardo: Las Indias no eran colonias. Madrid, Colección Austral, 1973.
PAYNE, Stanley G.: En defensa de España. Desmontando mitos y leyendas negras. Barcelona, Espasa Libros, 2017.
ROCA BAREA, María Elvira: Imperiofobia y Leyenda Negra. Madrid, Siruela, 2016.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
Pilar Alonso Ortiz dice
No fue un Imperio como los otros que nombra. Se da la razón a los que opinan que fue colonia y no al resto. En cualquier caso no fue como los otros, no. En caso de que fuera como los otros¿ Por qué solo sigue la métrica con el español? Cuestión de intereses, incluso, de algunos historiadores. La pela es la pela.
Fernando Gonzalez dice
Virreinato, no colonia