
1.-INTRODUCCIÓN
El caso del conquistador metelinense Hernán Cortés es muy singular porque su figura ha estado polarizada durante siglos entre dos extremos legendarios, de colores negro y rosa, por lo que a veces resulta difícil separar la historia de la leyenda. Unos lo presentan como un ídolo civilizador, un Moisés moderno, mientras que los segundos lo acusan de ser una persona cruel y ambiciosa. Resulta obvio que una buena parte de la historiografía debemos impugnarla porque no se mueve en parámetros históricos sino religiosos, ideológicos o políticos. Ha existido un sesgo interesado de la misma en función a los intereses de la clase dominante en cada momento, para legitimar a los nacientes estados nación o para justificar el mantenimiento de una jerarquía social casticista. Creo que es ocioso refutar ambos extremos que se sitúan al margen de cualquier análisis serio.
Y es que existe una tendencia universal a personalizar el relato histórico en base a personajes que normalmente se magnifican, tanto para bien como para mal. Tanto es así que el cientifismo del propio género biográfico ha sido cuestionado por el riesgo de mezclar en un mismo género ciencia y literatura. Hernán Cortés no fue un santo providencialista, por mucho que él mismo lo dijera una y otra vez, pero tampoco un genocida, lo que no significa que no perpetrase matanzas, generando mucho sufrimiento directa e indirectamente. Y en este sentido ya en el siglo XVI, Bernardo Vargas Machuca reconoció excesos, pero negó la intencionalidad del exterminio porque sin los naturales –decía- la tierra no es de fruto al español.
2.-LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA
En España la hagiografía ha dominado el género biográfico y particularmente el referido al metelinense. Reiteradamente se han mostrado muchos de sus lances de armas como hechos excepcionales y hasta sobrenaturales. Su figura ha sido fuente de inspiración de poetas, dramaturgos, novelistas, teólogos, historiadores, visionarios y patriotas. Durante siglos se ha admirado la conquista en el marco de una gesta mitificadora que señala a sus protagonistas como seres excepcionales. Unos elegidos por la providencia, como Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa o Francisco Pizarro, que hicieron posible la proeza del descubrimiento, conquista y cristianización de todo un continente.
Esta idea providencialista la lanzó el propio Hernán Cortés en sus Cartas de Relación en las que trató de crear su propio mito. Otros autores de su entorno recogieron esta idea, entre ellos Francisco López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo y Francisco Cervantes de Salazar. Otros autores del quinientos, como fray Toribio de Benavente, Dorantes de Carranza, fray Gerónimo de Mendieta, Juan Suárez de Peralta, Agustín Dávila Padilla o Baltasar Gracián lo presentaron como un ser magnánimo, superior incluso a los héroes clásicos porque estuvo tocado por la mano de la providencia. Sin ir más lejos, el gran escritor del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, lo ponderó como uno de esos grandes elegidos para expandir la fe: ¿Quién sino Dios, cuya mano es miedo sobre todas las cosas, amparó a Cortés para que lograse dichosos atrevimientos, cuyo premio fue todo un Nuevo Mundo? En este mismo sentido, Lucio Marineo Sículo sostuvo igualmente su carácter providencialista con el que superó ampliamente a titanes como Hércules, Jasón, Ulises, Alejandro Magno y Julio César. Incluso se arriesgó a decir, pese a la atenta mirada de la Inquisición, que hizo más por la fe que los apóstoles pues salvó a más almas de las garras de Lucifer.

de la obra de Antonio de Solís
En el Siglo de Oro, numerosos autores, como los juristas Juan de Solórzano Pereira y León Pinelo o los cronistas Antonio de Herrera y Antonio de Solís subrayaron la obra de España en América, censurando la visión crítica del padre Las Casas. Solórzano Pereira, aunque reconocía algunos abusos, defendía que habían sido reparados por la justicia y la prudencia de la Corona. En cuanto a Antonio de Herrera, Cronista Mayor de Indias, ejerció una gran influencia en la restitución del buen nombre de España y de su expansión civilizatoria. Asimismo, Antonio de Solís, también Cronista Mayor, en su obra sobre la conquista de México, no ocultaba su intención de defender la gloriosa gesta conquistadora frente a la envidia de los extranjeros.
En el siglo XVIII, hubo numerosos escritores que continuaron ensalzando al superhombre, desde el padre Benito Feijoo a José Cadalso que, dada su formación militar, valoraba su capacidad estratégica que, a su juicio, fue la base para la construcción de un imperio más extenso y glorioso que el romano. Muy notable fue el grupo de escritores militares que en los siglos XVIII y XIX lo encumbraron, tratando de motivar y cohesionar a sus tropas, al tiempo que contrapesaban los estragos que la Leyenda Negra estaba causando. Tampoco faltaron autores novohispanos, como el lírico Francisco Ruiz de León, autor de Hernandia, un poema heroico sobre sus hazañas que superaban ampliamente a las realizadas por Alejandro Magno.
En la segunda mitad del Siglo de las Luces, una vez más para intentar contrapesar la ofensiva antiespañola en Europa, se puso en marcha el gran proyecto de Juan Bautista Muñoz de escribir una monumental Historia del Nuevo Mundo, recopilando miles de documentos de los repositorios españoles. Y aunque el plan quedó inconcluso supuso un intento de frenar la feroz crítica que los ilustrados extranjeros vertían contra el imperio.
A lo largo del siglo XIX y XX la mayor parte de la historiografía española continuó ensalzando la proeza, reforzando de esta forma el nacionalismo patrio. Entre ellos, grandes historiadores como Manuel José Quintana o Modesto Lafuente quien, en 1853, publicó una monumental Historia General de España, alabando la heroicidad de los conquistadores, especialmente la del metelinense. En 1892 se celebraron con fastos el IV Centenario del Descubrimiento de América, celebrándose numerosos congresos y exposiciones en las que participaron numerosos autores apologéticos.
Los historiadores españoles críticos con la figura cortesiana son muy contados. Entre ellos el político republicano Francisco Pi y Margall que describió la conquista como una descomunal campaña de pillaje. En relación al conquistador de México subrayó su crueldad, especialmente notable en la matanza de Cholula, la misma que actualmente Matthew Restall atribuye a la iniciativa tlaxcalteca.
Sin embargo, en pleno siglo XX muchos biógrafos han seguido ponderando las cualidades de un personaje al que consideran un adalid de la patria, de la cristiandad y de la civilización. Ya en las primeras décadas del siglo XX, Emilia Pardo Bazán se mostró como una gran defensora de la gesta de los conquistadores, especialmente de su admirado Hernán Cortés. También la poetisa y escritora almendralejense Carolina Coronado fue una gran adepta del héroe de Medellín de quien creía ser descendiente. Fue precisamente la gran poetisa almendralejense la primera que pidió la construcción de un monumento al conquistador en su villa natal, algo que no ocurrió hasta varias décadas después cuando se inauguró, el 2 de diciembre de 1890, la obra del escultor zamorano Eduardo Barrón.
Por su parte, Rufino Blanco Fombona, director de la Editorial América, mostró igualmente su simpatía por los conquistadores aunque sin ocultar también aspectos más escabrosos. Por su parte el historiador del derecho Rafael Altamira, padre del americanismo universitario español, se mostró como un cortesiano convencido, destacando las dotes y la formación académica de Cortés frente a otros guerreros de su tiempo.
Particularmente durante la época franquista, especialmente desde el frente de Juventudes, se auspicio esa historia sagrada de España, en la que prohombres como Hernán Cortés contribuyeron a conducir a la patria hacia su unidad de destino en lo universal.
Todo ello ha provocado que su biografía esté plagada de mitos, desde su propia descripción física a la quema de los buques en el puerto de Veracruz, pasando por sus extraordinarios conocimientos militares o su carácter mesiánico. Mera apología pues fue simplemente un ser humano, un hombre de su tiempo, aunque eso sí, con un empuje verdaderamente singular. Es cierto que fue un triunfador, a diferencia de otros conquistadores, muy a pesar de los problemas y pleitos que le amargaron sus últimos años de vida. Pero su éxito no se debió a nada sobrenatural sino a aspectos tan humanos como su innegable optimismo, sus habilidades diplomáticas y, sobre todo, su suerte que le acompañó a lo largo de gran parte de su existencia.
3.-LA HISTORIOGRAFÍA MEXICANA
Según cada época ha fluctuado entre el héroe y el villano en base a cuestiones ajenas a la ciencia histórica. Así, los intelectuales criollos lo mostraron como un héroe mientras reforzó sus intereses clasistas pero a raíz de la Independencia pasó a convertirse en la diana de todas sus iras, reforzando así sus convicciones de romper los lazos con la metrópolis. Desde el siglo XIX ha habido en México dos relatos: el conservador, muy minoritario, que veía en el metelinense al fundador del país mestizo, destacando los logros de la época virreinal. Y el liberal, hegemónico, que esgrimía los orígenes prehispánicos de la nación mexicana y señalaba al extremeño como un vulgar homicida que aniquiló vilmente el pacífico e idílico reino mexica. En esta última visión se asevera que los naturales de México fueron derrotados por los hispanos, identificando a estos con el mal y a los primeros con el bien. Una actitud típica de los fundadores de la nación mexicana que fundamentaban su legitimidad en oposición a lo español. Huelga decir en cualquier caso que el concepto de crueldad ha variado en el tiempo y que torturas como la de Cuauhtemoc o matanzas como la de Cholula, que actualmente nos sobrecogen, no escandalizaban en absoluto. La plasmación plástica más clara de ese sentimiento anticortesiano son los murales que el pintor mexicano Diego Rivera realizó para el Palacio Nacional de México en los que el conquistador se muestra como un ser deforme y ambicioso y sanguinario.
Pero como ya hemos dicho, una parte de la historiografía mexicana se ha mantenido fiel al caudillo extremeño y a su gesta, como Lucas Alamán, José María Luis Mora, Carlos María de Bustamante, José Vasconcelos, Joaquín García Icazbalceta, Carlos Pereyra y más recientemente José Luis Martínez y Juan Miralles, entre otros muchos. De entre las biografías empezaremos por la del mexicano Lucas Alamán, de mediados del siglo XIX, que está muy bien documentada, y a mi juicio nunca ha sido suficientemente valorada. Ya en el siglo pasado se dio a la estampa la obra del mexicano Carlos Pereyra (1941), una obra clásica de un verdadero enamorado de la gesta del extremeño. En ella pondera su genialidad como fundador de imperios, destacando que su figura no es inferior al del mismísimo emperador Carlos V. Y actualmente algunas de las mejores biografías cortesianas están escritas por autores mexicanos como la de José Luis Martínez (1990) que usó una amplísima documentación que incluyó en su corpus documental. A principios del siglo XXI vio la luz otra biografía de interés, la de Juan Miralles (2001), que destacaba al extremeño como el inventor de México. El último aporte mexicano a su biografía es un libro de divulgación, publicado en 2018 por Úrsula Camba y Alejandro Rosas, que pretende revisar su imagen. Dichos autores analizan el personaje de manera objetiva, con sus defectos y con sus virtudes, con la idea de cambiar la imagen negra que se difunde en México desde la escuela. Una visión estereotipada que impide la comprensión del personaje en el contexto de su tiempo, por lo que abogan por reconocerle su condición de padre de la nacionalidad mexicana.
Actualmente, como veremos en páginas posteriores, la Leyenda Negra solo pervive en México a pie de calle, pero no en medios académicos donde se analiza su figura desde el rigor de la ciencia histórica, ponderando la gesta pero también la tragedia.
4.-LA NUEVA HISTORIA DE LA CONQUISTA
En las últimas décadas han aparecido un buen número de textos que están renovando la historiografía y que algún historiador ha etiquetado ya como la escuela de la Nueva Historia de la Conquista. La aparición del último libro de Mathew Restall, Cuando Moctezuma conoció a Cortés (México, Taurus, 2019), que es traducción del original en inglés editado un año antes, se ha convertido en el máximo referente de esta nueva corriente historiográfica.

Este autor trata de reinterpretar la conquista en general y la del imperio mexica en particular, partiendo de tres puntales: uno, la lectura crítica de las crónicas tradicionales que, a su juicio, ofrecieron una visión interesada de la conquista que nos hemos creído todos a pie juntillas. Dos, mediante el uso de fuentes alternativas redactadas en lenguajes mesoamericanos, como los códices indígenas o los textos que escribieron algunos naturales o mestizos tras la conquista. Y tres, reinterpretando todo el proceso expansivo al margen de intereses oficiales, regionales o personales lo que, a su juicio, ha provocado hasta la fecha visiones contrapuestas e irreconciliables. La historiografía tradicional –o la mitohistoria, como la denomina Restall- atribuía la consumación de la conquista al valor y a la genialidad de un esforzado Hernán Cortés frente a la actitud cobarde del tlatoani. Su relato se encamina a romper radicalmente con esta visión triunfalista que, a su juicio, fue la versión interesada de una parte de los contendientes. Estos omitieron el protagonismo de los indígenas, lo mismo de intérpretes como doña Marina –La Malinche- que el liderazgo que mostraron varios caudillos indígenas, muy superiores a unos españoles que, a su juicio, casi nunca tuvieron el control.
El historiador estadounidense sostiene que en realidad no hubo tal conquista de las huestes hispanas sino un enfrentamiento entre la Triple Alianza tlaxcalteca y la Triple Alianza mexica. Una conflagración directa entre dos viejos enemigos, Tlaxcala y Tenochtitlan. Asevera que la llegada de las huestes les pareció a los tlaxcaltecas una gran ocasión para cambiar el sino de los acontecimientos. Dado que Cholula y Huejotzingo, sus tradicionales aliados, les habían abandonado uniéndose a los mexicas, ahora, la llegada de los extranjeros suponía un reequilibrio de fuerzas. Por todo ello minimiza el poder decisorio de Hernán Cortés y su hueste porque su conquista fue el último capítulo de una confrontación entre dos alianzas. En su opinión, el metelinense y sus hombres no fueron más que unos meros aliados de los tlaxcaltecas, decisivos solo en contadas ocasiones. Por eso, estos últimos engañaron a los españoles, sosteniendo que Cholula estaba en la ruta hacia Tenochtitlan, algo que no era cierto. Y la matanza la protagonizaron los tlaxcaltecas, siendo el metelinense y sus huestes prácticamente testigos de vista. Y sostiene asimismo que si los de Tlaxcala hubiesen querido acabar con la hueste no habría quedado vivo ninguno.
Eso sí, cuando interesa a su relato, sí que ve muy clara la iniciativa y el control del metelinense. Por ejemplo, en el asesinato de Moctezuma del que responsabiliza directamente a Cortés y a sus hombres, al percatarse que ya no le era de utilidad y que mantenerlo vivo significaba correr un riesgo innecesario. Pero los españoles lo ocultaron, culpando a los mexicas, porque su asesinato cuestionaba la teoría defendida por los cronistas conquistadores de la rendición de Moctezuma. En mi opinión no está totalmente claro si murió a manos de su propio pueblo –una piedra o una saeta- o apuñalado por los hispanos, aunque las fuentes apuntan mayoritariamente a la primera opción. Pero el autor no aporta datos nuevos ni pruebas significativas más allá de su teoría -poco fundamentada- de que Hernán Cortés tuvo la perversa idea de diseñar un relato ficticio en el que Moctezuma II se rindió en su primer encuentro, y de hacer creer a todos que la conquista se logró gracias a su excepcional capacidad estratégica y diplomática. Resulta obvio que existe un afán conductual a lo largo de toda la obra de restar poder decisorio y capacidad al extremeño hasta convertirlo en un simple invasor con suerte, que solo asumió la iniciativa a la hora de perpetrar algunas masacres.
La hipótesis de Matthew Restall me parece tan infundada como la planteada hace pocos años por el profesor francés Christian Duverger cuando le atribuyó la redacción de la Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España” de Bernal Díaz, algo que ha sido descartado ya por decenas de historiadores y filólogos. Pero lo cierto es que de tener razón el Prof. Restall, habrá que convenir que se contradice en su tesis principal, al esgrimir que fue un personaje secundario que falseó en su favor el relato al tiempo que le otorga una capacidad manipuladora muy superior a la de cualquier otro personaje de la historia. De hecho, según este historiador el metelinense habría engañado a miles de personas a lo largo de casi cinco siglos por lo que le concede al metelinense una capacidad retórica más que genial, sobrenatural diría yo.
En general esta Nueva Historia de la Conquista que lidera Restall exime de responsabilidad a Hernán Cortés y sus huestes, al restarles el protagonismo del proceso conquistador y situarlo como un mero actor secundario, sin capacidad decisoria en los momentos clave. Ya no se le acusa de ser un vil asesino sino de algo probablemente más indigno para el personaje: un vulgar farsante que creó el mito de su conquista, arrebatando el protagonismo a los líderes indígenas mesoamericanos. Para el autor norteamericano, Hernán Cortés engendra el papel del antihéroe por el mero hecho de haber sobrevivido mientras que más del 70 por ciento de su hueste pereció prematuramente y de forma violenta. Además, se enriqueció, llegando a ser la persona más rica de Nueva España y la que más esclavos indígenas poseyó. Como ya he afirmado, se trata de hipótesis sin fundamento ni respaldo documental; pero, incluso dándoles validez, ello no empequeñece al personaje, sino que lo engrandece en el sentido que tuvo más capacidad que nadie para interpretar el presente, prever el futuro y ganar la eternidad.
5.-LEYENDA NEGRA E ICONOCLASTIA
Como ha defendido vehementemente la Dra. Elvira Roca Barea está fuera de toda duda que hubo una Leyenda Negra. Ésta tuvo varias vertientes, fundamentalmente la Inquisición, la política de Felipe II en los Países Bajos y la conquista de América. Nos referiremos exclusivamente a esta última apoyada en la publicación en 1552 del opúsculo de fray Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en la que denunció los excesos de los conquistadores y de los primeros colonos. El texto del dominico fue usado por los protestantes europeos para atacar a la potencia hegemónica, algo que ya destacó en su Historia de la conquista de México el cronista Antonio de Solís. En 1579 se editó en Amberes la Brevísima, modificando malintencionadamente el título: Tiranía y crueldades de los españoles perpetrados en las Indias Occidentales… Aunque sutil, el cambio de intitulación es clave porque Las Casas no sólo señaló a los españoles de la destrucción sino a todos los participantes en la empresa, incluidos los alemanes, los portugueses o los italianos. Obviamente, acusar al dominico de ser el responsable de la Leyenda Negra es profundamente injusto y falso sobre todo porque jamás pensó en proyectar una mala imagen de sus compatriotas frente al resto de potencias europeas. El editor y grabador holandés Teodoro de Bry imprimió, en 1597, esta nueva edición de la Brevísima con una selección de 17 xilografías sensacionalistas, donde se plasmaba la crueldad extrema de la expansión. Láminas muy duras que han transmitido una imagen exacerbada de la crueldad de las huestes que llega hasta el mismo siglo XXI. Para ello no dudó en pervertir los ideales del dominico, cuyo objetivo no podía ser más caritativo: llamar la atención sobre la situación de los naturales para mejorar su protección. En cambio, el holandés no actuó movido por ningún afán pío sino con el interés de desprestigiar al Imperio dominante en aquella época, el de los Habsburgo.
La principal perversión de esta Leyenda Negra consistía en presentar la brutalidad como una particularidad típica del carácter hispano. Una inhumanidad que se debía –según los protestantes- a la expulsión de los padres godos, a la contaminación sarracena y a la imitación del orgullo judío. De hecho, la impureza racial de los hispanos fue uno de los argumentos más reiterados de los detractores del Imperio. En cambio, las demás naciones europeas –cómo no- estaban habitadas por personas dotadas de altos valores humanos. También en el siglo XVI, Michel Montaigne criticó con saña a la España Imperial que a su juicio trató a los amerindios como bárbaros, perpetrando contra ellos todo tipo de tropelías, pues la brutalidad en sí misma era un rasgo típicamente hispano. Asimismo, en Inglaterra, tras la derrota de la Armada Invencible, se difundieron octavillas en las que se tildaba al reino de España de desleal, voraz e insaciable y a los españoles de inmundos y sucios, entre otros calificativos poco o nada edificantes. Pero es más, todavía a mediados del siglo XX, el historiador Georg Friederici afirmaba que aunque la crueldad existía en otros pueblos de occidente, los españoles eran los que más se distinguían por ese pernicioso rasgo. A mi juicio, la Leyenda Negra existió porque acusaba a los hispanos de un comportamiento cruel que practicaban igualmente los acusadores, no por que fuesen inciertos todos o algunos de esos excesos. Esto es importante resaltarlo porque atribuir todo a la Leyenda Negra, como muchos hacen, anula la autocrítica. Algo muy pernicioso que cercena la posibilidad de mejorar como sociedad, aprendiendo de errores pasados.
En cualquier caso, de acuerdo con autores como Ricardo García Cárcel y Richard L. Kagan, profesor de la universidad Johns Hopkins, la Leyenda Negra ha sido superada actualmente, al menos en los medios académicos. Desde mediados del siglo pasado existe una amplia corriente de simpatía hacia la civilización hispánica en muchos círculos intelectuales de todo el mundo. El pasado hispánico, y particularmente la época imperial, no solo fascina en el mundo anglosajón, sino que está de moda, de ahí que existan cátedras de estudios hispánicos en decenas de universidades de todo el mundo. Grandes maestros que en buena parte han marcado la formación de los americanistas españoles durante las últimas décadas y que sería imposible y hasta ocioso citarlos todos aquí. Destacaremos solo un puñado de ellos: estadounidenses como William Prescott, Carlos Lummis, Lewis Hanke, y actualmente Stuart Schwartz, Noble David Cook, Matthew Restall o Herbert Klein; ingleses como John Elliott, Henry Kamen, Hugh Thomas o Trevor J. Dadson; franceses como Bernard Braudel, Bernard Lavallé o Joseph Pérez. Pero también profesores de muchos otros países del mundo, como Magnus Mörner (Sueco), Paolo Emilio Taviani (Italia), Horst Pietschmann (alemán), Michael Zeuske (alemán), Adam Szászdi (húngaro), Jan Szeminski (polaco), Josef Opatrný (checo), Tzvetan Todorov (búlgaro) Tzvi Medin (israelí) o Benzion Netanyahu (israelí).
Con motivo del V Centenario de la conquista de México (1519-1521) se están celebrando numerosos congresos, ciclos de conferencias y seminarios en lugares tan dispares como México, España, Estados Unidos, Alemania y hasta China. En ellos nos hemos reunido investigadores de muy diversos lugares del mundo y, por lo general, todos compartimos lo esencial sobre la figura del metelinense y la trascendencia de unos actos, con sus luces y sus sombras, cambiaron para siempre la historia de México y de España. Precisamente en pocos días, entre el 23 de noviembre y el 3 de diciembre de 2020 se celebra un gran Congreso Internacional Virtual, abarcando desde el V Centenario de la caída de México-Tenochtitlan hasta el Bicentenario de la Independencia. En dicho evento, organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la U.N.A.M., participan decenas de historiadores mexicanos y españoles, además de varios profesores franceses, ingleses y estadounidenses. Todos reunidos para departir sobre infinidad de aspectos de un pasado en común, cuya primera conexión creó el de Medellín. Queda claro que su figura despierta mucho interés en diversos países del mundo, y otra prueba de ello es la edición en fechas bastante recientes de varias biografías en francés, inglés o alemán.
De lo dicho hasta ahora se deduce que en los medios académicos no existe la Leyenda Negra. Algo que no deja de ser una obviedad porque historia científica y leyenda son verdaderamente incompatibles. Cuando hablamos entre historiadores no suele haber ningún problema para alcanzar un consenso sobre su figura y su trascendencia posterior. Llegados a este punto debemos preguntarnos: Si no hay Leyenda Negra ¿De dónde procede la iconoclastia actual contra los monumentos a descubridores, conquistadores y misioneros españoles? Pues procede de una base de población desinformada que vierte cualquier frustración presente –paro, racismo, discriminación, pobreza, etc.- contra estos símbolos del pasado. Obviamente, los historiadores no tenemos toda la culpa de esa desinformación pero si una parte al no haber sabido trascender más allá de los medios académicos. Por eso es tan importante que los mismos historiadores salgamos a pie de calle a divulgar, lo mismo desde nuestras publicaciones que colaborando en documentales o asesorando largometrajes.
Son ya frecuentes en los medios de comunicación las noticias de actos en los que se vandaliza el patrimonio histórico, especialmente los monumentos relacionados con la conquista y la colonización, lo mismo en Estados Unidos que en muchos países de Hispanoamérica o en la propia España. Y dado que estas masas iconoclastas suman muchos miles de votos, los políticos se mueven en el terreno de la ambigüedad para no disgustarlos en exceso. Incluso, el presidente de la República de México, Andrés Manuel López Obrador, fue más allá cuando pidió por carta al rey de España y al Papa que pidieran perdón por los excesos y violaciones que las huestes cortesianas perpetraron hace cinco siglos. De ahí que oficialmente, ni las autoridades políticas de México ni las de España se hayan atrevido a organizar eventos conmemorativos sobre el V Centenario de la conquista de México, ante el riesgo de contrariar a una parte importante de su electorado.
En México la animadversión hacia el personaje es tan patente que hay muy pocos monumentos sobre su figura en la vía pública. Ni una sola estatua en Ciudad de México, ni una sola placa conmemorativa, más allá de una muy austera ubicada en un solitario rincón de la capilla del antiguo hospital de Jesús Nazareno, donde reposan sus restos óseos. Sin embargo, dada la crispación a pie de calle contra el personaje lo sorprendente no es este arrinconamiento, sino que se conserven sus restos en una iglesia en pleno centro de la ciudad.
Toda esta situación evidencia que el pueblo mexicano aún no se ha reconciliado con su pasado, no ha asumido que conforman una nación mestiza fruto de la irrupción de los hispanos y de su mezcla racial y cultural con los distintos pueblos que poblaban Mesoamérica. Y precisamente, un escritor mexicano, Juan Miralles, ha sido quien mejor ha entendido el aporte del metelinense cuando subtituló su biografía como el inventor de México.
Parece que las cosas están empezando a cambiar en pleno siglo XXI, pues se está realizando una revisión histórica de su figura. Se están celebrando numerosas jornadas, seminarios, congresos y simposios sobre el personaje, organizados por Universidades e instituciones científicas. Asimismo, se han organizado varias exposiciones de gran trascendencia, como el Itinerario de Hernán Cortés, organizada por el Canal Isabel II desde diciembre de 2014 a mayo de 2015 o sobre los aztecas en el Museo Linden de Stuttgart, entre octubre de 2019 y mayo de 2020.
Mucha importancia está teniendo la filmografía que empezó en el año 2000 cuando José Miguel Juárez, dirigió una coproducción española, portuguesa y mexicana bajo el título Hijos del Viento, entre la luz y las tinieblas. El protagonista muestra su liderazgo y su decisión de conquistar la confederación mexica, traicionando a Diego Velázquez. Eso sí, se mantienen estereotipos como la quema de las naves en Veracruz, al tiempo que se muestra a un Cortés duro, pero también sensible que llora a sus hombres caídos, tras los sucesos de la Noche Triste. Entre 2007 y 2008 la BBC rodó y retransmitió una miniserie dramática, titulada Héroes y villanos, cuyo cuarto capítulo estaba dedicado al conquistador extremeño. Fue retransmitido en inglés en Gran Bretaña y Estados Unidos y, en castellano, en México y España.
En fechas recientes, con motivo del V Centenario de la fundación del cabildo de Veracruz, se anunció una serie de televisión y una película dedicadas al personaje. La primera es una serie televisiva producida por la mexicana Dopamine con la colaboración de la productora española Onza Entertainment. Tiene un excelente reparto, encabezado por el actor catalán Oscar Jaenera, que encarna la figura de Cortés, y Ishbel Bautista en la de doña Marina. La primera la han conformado ocho capítulos no cronológicos, dedicados cada uno a un personaje de la conquista de México. Se han emitido simultáneamente en la televisión azteca y en Canal Historia en noviembre de 2019, al tiempo que están previstos otros ocho capítulos para el año 2020 que parece están sufriendo algún retraso por la pandemia del Covid-19. Sobre la segunda, saltó la noticia a principios del año 2019 y estaría dirigida nada menos que el laureado director de Hollywood Steven Spielberg, encarnando al metelinense el actor español Javier Barden. Y aunque la ausencia de noticias en la prensa ha hecho pensar que se ha quedado en un proyecto, están actualmente ultimando la escaleta y el guión y se prevé que se rodará en los últimos meses de este año 2020.
En mi opinión el alcance que tiene la cinematografía, el llamado séptimo arte, es muy superior al de los libros de historia. Estas series de televisión están dando una visión más ecuánime del personaje, alejada de la leyenda, que pueden cambiar la percepción pública del personaje en pocos años. Ya es hora de acabar con el juicio permanente al que se le somete de manera continua, valorando los hechos que protagonizó en su contexto histórico.
6.-CONCLUSIONES
En mi opinión el debate histórico es necesario para seguir avanzando en el conocimiento del pasado pero debería enmarcarse dentro de unos estándares mínimos de rigurosidad histórica y siempre desde el contexto histórico que le tocó vivir.
En realidad, Hernán Cortés no tuvo dotes sobrenaturales ni fue un mesías sino un excepcional guerrero y empresario de su tiempo, falible, interesado y voluble como todo lo humano. Unas actitudes que habrá que entenderlas en sincronía con la época que le tocó vivir; estaba inmerso en ese cristianismo intransigente que desde finales de la baja Edad Media había llevado al exilio a todas aquellas personas que profesaban otros credos. También en ese sentido, como en todo lo demás, fue un hijo de su tiempo. Asimismo, su figura hay que valorarla más allá de conceptos simplistas como la bondad o la maldad y destacar lo que realmente aportó pues su legado contribuyó a cambiar el mundo.
La conquista de la confederación mexica fue excepcional en el sentido que un puñado de hombres en un corto espacio de tiempo ocupó un vasto territorio. Pero en todo lo demás hay que verlo como un capítulo más en la imposición del más fuerte sobre el más débil. Había un sinnúmero de precedentes de imperios similares al mexica, y aun mayores, que habían caído en manos de un puñado de invasores. Baste con citar el caso del Imperio Romano de Occidente, aniquilado por un grupo de desorganizadas hordas germánicas. Y dentro del contexto del siglo XVI, la actuación del metelinense no fue muy diferente a la de otros conquistadores de su tiempo. Se comportó como todos esperaban que se comportase y en el margen de libertad que tuvo, acertó y se equivocó como cualquier otra persona. Asimismo, habría que recordar que la mayor parte de los hombres que combatieron contra los mexicas eran indígenas, por lo que la contienda tuvo mucho de guerra civil.
En definitiva, fue un hombre de su tiempo, un guerrero de la frontera cristiana. Salió airoso donde otros fracasaron, exhibiendo muchas aristas: el conquistador -a veces despiadado-, el descubridor, el diplomático, el político, el padre, el empresario, el soñador, el escritor… Depende de con que Cortés nos quedemos tendremos una visión diferente de su persona. En todo caso yo me quiero quedar no con el aniquilador de un mundo sino con el constructor de un nuevo orbe, el del México mestizo que hoy conocemos. No olvidemos que Nueva España se convirtió en el núcleo central del Imperio Habsburgo, y México en su capital de facto. Desde 1573 salían y llegaban a Acapulco, en la costa pacífica, los galeones de Manila, convirtiéndose la Nueva España en un mercado global.

fundado por Hernán Cortés
El legado cortesiano sigue ahí a través del México mestizo que él contribuyó a crear, pero también en España que nunca fue la misma tras los hechos protagonizados por los conquistadores. Actualmente, México es el país con más castellanohablantes del mundo, no lo olvidemos. Como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, destrucción y creación fueron de la mano. Pese a sus muchas cualidades y a sus graves defectos fue una persona singular, de esas que contribuyen a cambiar el rumbo de la historia. Después de su llegada al valle de México las cosas cambiaron para siempre y, guste o no, su figura estará para siempre ligada al pasado y al presente de los mexicanos.
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ESTEBAN MIRA CABALLOS
El artículo es una versión extractada del texto:
Esteban Mira Caballos, “Historiografía cortesiana: entre la leyenda negra y la rosa”, Revista de Historia Militar, año LXIV, Extra II, 2020, pp. 191-218.
Felicitaciones por tan buen artículo, muy imparcial y certero en darle el lugar que realmente corresponde a dicho personaje.