Valcárcel Rojas, Roberto y Jorge Ulloa Hung, edts.: De la desaparición a la permanencia. Indígenas e indios en la reinvención del Caribe. Santo Domingo, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 2018, 429 pp.
Este libro contiene un total de 11 aportaciones, con una valiosa introducción, en torno a la pervivencia del taíno en el área caribeña. La cultura taína subsistió y también que no se le ha dado la importancia que realmente tiene en el pasado y en el presente del Caribe actual. Como defendiera Lynne Guitar ya en la última década del siglo pasado la historiografía colonial ha tendido a minimizar esta supervivencia física del taíno, limitando de esta forma su legado. Sin embargo, es obvio que ese legado fue muy potente, como dicen los editores, y pervive en la actualidad, aunque invisible a los ojos de la mayoría.
Es verdad, como defienden los editores, que hay pocos estudios arqueológicos de la coexistencia temprana de la cultura taína con otros aportes europeos y africanos. En los realizados en yacimientos de la isla puertorriqueña de la Mona, se encontraron piezas cerámicas indígenas asociadas a otras europeas, además de monedas y resto de animales también traídos del otro lado del charco. Eso refuerza una vez más la persistencia de grupos indígenas durante el período histórico, pero fuertemente mestizados.
La cerámica criolla, estudiada entre otros por Manuel García Arévalo, es una muestra de la pervivencia prehispánica, pues usan técnicas indígenas. Sin embargo se trata de una cerámica de tradición aborigen pero que incorpora elementos africanos y españoles. Efectivamente las piezas de barro y cerámica llevadas por los europeos influyeron en la cerámica indígena, lo mismo en la forma que en sus aspectos decorativos que por lo general se tornaron más sobrios. Se han hallado muchas piezas de alfarería realizadas con técnicas autóctonas pero copiando modelos españoles como platos, jarros, escudillas, vasos, etc.
Asimismo, las mujeres, aunque adoptaron el idioma castellano y muchas costumbres hispánicas conservaron parte de las tradiciones de ascendencia prehispánicas relacionadas lo mismo con la medicina, que con la música, la danza y las celebraciones mágico-religiosas. Asimismo, mantienen sus conucos, equivalente de la huerta española, y diversas técnicas de cultivo y utillaje prehispánico, como la coa. Curiosamente dicen que usan la coa -una especie de palo afilado y quemado usado para sembrar- para no herir la tierra con el arado. Siguen aprovechando el poder curativo de decenas de plantas, usando conocimientos milenarios y respetando a la naturaleza. Dice el cacique Panchito que cuando arranca una rama, le pide previamente permiso a la planta para que le traspase su potencia curativa. Para ellos, los vegetales sienten, al igual que el resto de los seres vivos.
Asimismo, autores como Jason M. Yaremko, José Barreiro y Alejandro Hartmann defienden la supervivencia de taínos cubanos más allá del siglo XVI, e incluso llegando a nuestros días a través de linajes como los Ramírez. Las entrevistas que han realizado sobre todo Barreiro y Hartmann en zonas campesinas de Cuba son muy interesantes y muestran la conciencia indígena de muchas de esas personas, como el cacique Panchito, de la extensa familia Rojas-Ramírez. Somos indios, sostiene con orgullo, Panchito, una idea asumida por el resto de la población de estos núcleos rurales lo mismo de El Caney que de la Ranchería, Yateras o Caridad. Otras familias campesinas como los Montoya, Pérez, Rufo o Mengana también se consideran indocubanas, no solo culturalmente sino étnicamente.
Sin embargo, por mucho que ellos lo aseguren es bastante cuestionable que pudieran haber sobrevivido grupos taínos originales de Las Grandes Antillas más allá de mediados del siglo XVI. La pervivencia indígena proviene del mestizaje, con miles de naturales que llegaron procedentes de las Bahamas, las Antillas Menores y Centroamérica. Incluso en la reducción de El Caney, fundada en 1539 en las cercanías de Santiago de Cuba, y que se mantuvo sin solución de continuidad hasta la Edad Contemporánea estuvo conformada por nativos de la isla y foráneos, que se mezclaron en mayor o menor medida con personas africanas y españolas. Ya en 1620 el obispo Armendáriz fue rotundo al sostener que no había indios en Cuba que fuesen verdaderos indios.
En definitiva, estamos ante un estudio muy valioso que recoge aportes de 16 investigadores con una larga trayectoria en el trabajo de campo. A mi juicio plantean hipótesis bastante rompedoras que ofrecen nuevos puntos de vista, algunos discutibles, pero que pueden dar pie a un fructífero debate que sin duda favorecerá el avance del conocimiento.
PEDRO FELIX PASION dice
Casi imposible su pervivencia, una hibridación cultural es lo mas objetivo. De existir, ya no es de un impacto trascendente