Es cierto que Cristóbal Colón murió en 1506 pensando que había llegado a Asia. Sin embargo, siempre supo de la existencia de dos tierras: la de Allá y la de Acá. Así se expresa en muchos de sus escritos. La tierra de Allá eran los dominios del Gran Khan, pues de hecho, cuando llegó a Cuba creyó haber arribado al Japón. Sin embargo, un poco más abajo estaba la tierra de Acá que eran territorios nuevos de los que le había hablado el protonauta y de los que él quería tomar posesión. Es evidente que él no pretendía tomar posesión del Asia conocida; bueno era el Gran Khan para que llegara allí Colón diciendo que aquella tierra era suya.
Así, en sus dos primeros viajes, que toco en las Antillas, estuvo en las estribaciones de la tierra de Allá, en el tercer viaje navegó por latitudes más bajas para tocar en la Tierra Firme de Acá y, finalmente, en su cuarto viaje, recorrió las costas de América Central para ver si existía un estrecho que separará las tierras nuevas de Asia con respecto a las tierras conocidas, propiedad del Gran Khan. Obviamente no lo encontró y murió pensando que había arribado a una nueva tierra pero que ésta era un apéndice de Asia.
Siguiendo a la historiografía tradicional, la gran aportación del florentino Américo Vespuccio fue decir que todo, tanto el norte como el sur, eran una tierra nueva que nada tenía que ver con Asia. Su mérito fue haber verificado empíricamente que aquellos territorios formaban parte de un nuevo continente y que de ninguna forma podían pertenecer a Asia. Por ello, se le considera, el descubridor intelectual de América. Y ¿Cómo y cuándo se percató de que aquello no era Asia? Vayamos por partes; en una expedición que encabezó entre 1501 y 1502, navegó hacia el sur por la actual costa brasileña hasta el punto que en un determinado momento escribió en su cuaderno de bitácora: “Qué habíamos perdido la Osa Menor y la Mayor estaba muy baja y casi se mostraba al fin del horizonte”. En ese justo instante se estaba dando cuenta de que había cambiado de Hemisferio y todo el mundo sabía, desde la época de Marco Polo, que Asia estaba en el Hemisferio Norte. Luego aquel mundo que tenía ante sus ojos no podía ser Asia.
¿Por qué Cristóbal Colón no se dio cuenta de lo mismo? Pues simplemente porque cuando en su tercer viaje tocó en la costa venezolana decidió seguir su derrota rumbo norte. Obviamente, si el Almirante hubiese decidido proseguir hacia el sur se hubiese percatado de su error mucho antes que Américo Vespuccio. Unos años después, exactamente en 1507, el florentino Vespuccio escribió a su amigo y cosmógrafo alemán Martin de Wadseemuller hablándole del Nuevo Mundo. Éste, unos años después haría una representación del mundo con un gran continente nuevo entre Europa y Asia. Es así como Cristóbal Colón ha pasado a la historia como es el descubridor físico de América y Vespuccio como el intelectual.
Sin embargo, ya algunos autores clásicos, como Aristóteles, habían sostenido la proximidad de tierras occidentales (América) a las costas europeas. Y un memorial manuscrito que el doctor sevillano Francisco de Cisneros escribió a los Reyes Católicos, entre 1495 y 1498, afirmaba que las nuevas tierras descubiertas por Colón no podían ser las Indias sino tierras situadas en el Atlántico, descubiertas ya por los cartagineses, que ellos llamaron Hespéridas. Con posterioridad, en los Pleitos Colombinos, otros personajes, como Sebastián Caboto o Gonzalo Fernández de Oviedo, sostuvieron esta misma idea al decir que aquellos territorios eran las Hespéridas.
Ahora bien, la historiografía apenas ha prestado atención a los escritos del arcediano maese Rodrigo Fernández de Santaella. Á este personaje, originario del barrio carmonense de Santiago, se le conocer popularmente por ser el fundador en 1505 de un “Estudio General”, bajo la advocación de Santa María de Jesús, que se considera el germen de la actual Universidad de Sevilla. Pero el carmonense era algo más que eso, era uno de los intelectuales más reputados de su tiempo. En 1503 publicó una traducción castellana de “El libro famoso de Marco Paulo veneciano”, en cuyo estudio preliminar deja claro que las tierras descubiertas por el genovés no están en Oriente sino en Occidente. En dichas páginas, al tratar de la India se despachaba a gusto contra los delirios mesiánicos de Cristóbal Colón. Entre otros comentarios despectivos, alude a él como una persona que “quiso dar a entender, yendo a Occidente, que iba a Oriente y aun al Paraíso Terrenal”. Sus argumentos para desmentir la ubicación asiática de las nuevas tierras descubiertas por el Almirante son básicamente dos: primero, los barcos de la expedición colombina pusieron proa a Occidente no a Oriente. Y segundo, en la isla Española había oro pero no las otras mercadurías que se importaban habitualmente de Asia como colmillos de elefantes, plata, madera china y piedras preciosas. Por ello, se permite descalificar la opinión del Almirante, y ubicar las nuevas tierras descubiertas en Occidente y no en Oriente.
Los descalificativos hacia el Almirante dolieron en su época, como recoge Hernando Colón en su “Vida del Almirante”. En esa obra alude al carmonense con las siguientes palabras: “En lo cual se ve cuán desvariadamente Maese Rodrigo, arcediano que fue de Reina, en Sevilla, y algunos secuaces suyos, reprendían al Almirante, diciendo que no debían llamarlas Indias porque no son Indias (1984: 63). La influencia del libro de Santaella fue grande y su repercusión posterior pues lo citan expresamente tanto el ya citado Hernando Colón como el jurista Juan López de Palacios Rubios en su “Libellus de Insulis Oceanis” (hacia 1512).
En resumen, el primero que publicó y divulgó que las tierras descubiertas por el Almirante Cristóbal Colón no eran Asia, sino nuevos territorios ubicados en Occidente fue el carmonense Maese Rodrigo. Es cierto, que esa misma certeza la tenía ya desde 1502 –no antes- Américo Vespuccio, pero sus conclusiones no fueron divulgadas y publicadas hasta mucho después. Asimismo, Maese Rodrigo publicó su obra en 1503 pero es seguro que su convencimiento sobre el carácter occidental de las tierras colombinas se remontaba a la misma época del Descubrimiento, es decir, a la última década del siglo XV. El mérito de Américo Vespuccio fue quizás el de verificar empíricamente algo que ya sabían muchos sabios de su época y que en 1503 había divulgado Maese Rodrigo. Por tanto, la idea de que las tierras descubiertas eran un nuevo continente circulaba por España varios años antes del fallecimiento en Valladolid del Almirante. Y probablemente, la primera obra impresa en la que se aludió expresamente a la existencia de nuevas tierras, de un continente, en occidente, fue en la obra de Maese Rodrigo Fernández de Santaella. Cristóbal Colón y Américo Vespuccio tienen su sitio y su reconocimiento merecido en la historia de América, pero quizás también debería tenerlo el carmonense. Génova, Florencia y Carmona, tres ciudades muy ligadas a los orígenes de América.
PARA SABER MÁS:
COLÓN, Hernando: “Vida del Almirante”. Madrid, Historia 16, 1984.
ENSENAT DE VILLALONGA, Alfonso: “La vida de Cristóforo Colonne”. Valladolid, Seminario americanista, 1999.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel: “Maese Rodrigo y su tiempo”. Sevilla, Universidad, 2005.
GIL, Juan: “Mitos y utopías del Descubrimiento”. Madrid, Alianza Universidad, 1989.
JOS, Emiliano: “El plan y génesis del Descubrimiento colombino”. Valladolid, Cuadernos colombinos, 1979‑80.
GANDÍA, E. de: “Nueva historia del descubrimiento de América”. Buenos Aires, Universidad del Museo Social Argentino, 1989.
MANZANO MANZANO, Juan: “Colón y su secreto”. Madrid, CSIC, 1976.
—– “Cristóbal Colón, siete años decisivos de su vida (1485‑1492)”. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1989.
SANTAELLA, Maese Rodrigo de: “Libro del famoso Marco Polo veneciano”, ed. de Juan Miguel Valero Moreno. San Millán de la Cogolla, Cilengua, 2006.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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