Esteban Mira Caballos

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DESCRIPCIÓN DE UNA EMBAJADA ISLÁMICA QUE PASÓ POR CARMONA EN LA EDAD MODERNA

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En el alcázar del rey don Pedro de Carmona se alojaron en diversas ocasiones embajadas que venían de paso por España. Allí estuvo por ejemplo Muley Xeque, posteriormente bautizado como don Felipe de África, que estuvo refugiado primero en Portugal y luego en España. Dado que se postulaba como heredero del trono de Fez, Felipe II lo amparó, siendo su primera residencia Carmona. La elección de esta villa se debió a que, además de disponer de alcázares reales en el que hospedarlo, poseía un cierto tamaño lo que permitía un mejor reparto de los costes entre su población.

El carmonense José Martín de Palma, que vivió entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, dejó varios libros manuscritos llenos de anécdotas, genealogías y fragmentos de documentos, sin orden ninguno, que copió a lo largo de su vida. Entre sus páginas se encuentra la descripción de esta embajada que estuvo alojada en Carmona. No se especifica el nombre del embajador ni siquiera la fecha, por lo que no pasa de ser un relato curioso de un escaso valor científico. Eso sí, hay algunos datos que llaman la atención: primero, al visitante se le reconoce que tiene una nación de origen, pero su religión, el islam, no pasa de ser una secta. Segundo, comía arroz y aves, salvo las tórtolas, hasta ahí normal, pero fumaba regularmente tabaco en una pipa de oro, algo que no era en absoluto habitual dentro del mundo islámico. Y es que no hay que olvidar que se trataba de una planta originaria de América y que al parecer no solo se extendió por Europa sino también por África o Asia. Tercero, se destaca su higiene personal, pues le gustaba bañarse y perfumarse con bálsamos olorosos. Y cuarto, se menciona un dato singular: durante su estancia en Barcelona, “una cómica” (sic, por una cantante o artista) le cantó un fandango, y le gustó tanto que le gratificó generosamente con un peso duro (equivalente a 272 maravedís).

A continuación transcribo el documento para disfrute de los curiosos.

DOCUMENTO

Comitiva que trajo el dicho embajador

Cuatro jenízaros, seis pajes, dos bereberes, seis esclavos, dos jenízaros, cincuenta y ocho cautivos para el rey, seis caballos para su uso, un santón que es su cura.

Dicho embajador es de estatura alto, trigueño de color, aspecto serio, come en público, tiene una cicatriz en la cara bien grande de cuando se halló en Albania en la función que tuvo en el bajo Egipto, estando de gobernador de Morea. Es de edad de 68 años; sale mucho a caballo y le acompañan los jenízaros y el santón (quien) le dice dos misas cada día; nadie lo ve cuando las dice. No quiere que le toquen el Alcorán (que es su secta) que trae al cuello colgado con dos cadenas de oro, cubierto con dos pellizas ricas. Como recostado siempre con tres almohadones de terciopelo carmesí que están en un rico tapete. Su comida, arroz a medio cocer, aves de todas clases, menos tórtolas pues aseguran que esta ave le hablaba al oído a su profeta Mahoma por cuya razón está en su país prohibido el matar ninguna. La copa o vaso en que bebe la bendice antes el santón que trae y, mientras, están todos los moros con la cabeza baja. Luego la toma un paje y se la da para que beba y, después que hace una breve deprecación, bebe, estando mientras come, dos turcos de guardia y siempre con el sable levantado. Luego que le quitan la mesa viene un negro con una pipa de oro, toma tabaco y está de sobremesa con el santón hasta que es hora de salir a caballo, y le acompañan el santón y dos jenízaros haciendo siempre oración antes de salir su señoría.

Es muy aficionado a los baños y luego se lava con bálsamos para estar oloroso. Dicen es muy generoso pues en Barcelona le bailó una cómica el fandango y le gustó mucho y le llamó y de su bolsillo le dio un peso duro.

(Libros Manuscritos de José Martín de Palma, finales del siglo XVIII)

ESTEBAN MIRA CABALLOS

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