
Debió nacer entre 1485 y 1490, pues, en 1540 se decía de ella que tenía “más de 50 años”. Llegó a Cuba, en 1521, acompañando a su marido, el contador real Pedro de Paz. Con él se afincó en la ciudad de Santiago, amasando una considerable fortuna, procreando cuatro hijos entre ellos, doña Leonor de Quiñones que estaba afincada en Sevilla y que, en alguna ocasión, le envió algunas “exquisiteces” como membrillo en dulce, azúcar rosada o un “cofrecillo” de Flandes.
En 1539 murió su marido, no sin antes dejarla como heredera de su encomienda para lo cual el viejo contable, ya enfermo, solicitó un poder a la Corona. Y le fue concedida, pese a las airadas protestas del nuevo contador Juan de Agramonte que decía que dicha encomienda estaba vinculada al cargo y no a la persona. En el momento del fallecimiento de su marido, doña Guiomar se encontraba en Sevilla, entendiendo “en cosas de su hacienda”. Para la administración de los bienes de su difunto esposo, en su ausencia, dio poderes al obispo Domingo Sarmiento. Pero no fiándose demasiado del prelado, regresó en breve a la isla, pues, en el mismo año de 1540 se encontraba ya en la isla.
En 1544 llegó el nuevo gobernador, Juanes Dávila, y decidió hospedarse en una de las casas más suntuosas de la isla, la de doña Guiomar. Allí estuvo por espacio de 18 o 20 meses, comenzando una relación sentimental con la viuda, pese a tener veinte años más que él. Como no podía ser de otra forma, en aquella época, dicha relación supuso un gran escándalo social. Y su disconformidad fue mostrada personalmente por el resto de los oficiales reales y por el mismísimo obispo de Santiago. Al parecer, el viejo canónigo Miguel Velázquez, pese a ser un hombre de letras, se enfrentó duramente con ella por su turbio comportamiento, acusándola de ser una «puta vieja» y diciéndole «otras palabras feas». Sea como fuere, lo cierto es que doña Guiomar se vio empujada a salir de su amancebamiento con el joven gobernador y contraer nupcias con él en 1545.
Pero las críticas no cesaron, pues, después del enlace el joven gobernador fue acusado reiteradamente de favorecer a su esposa. Efectivamente, éste le depositó indígenas en varias ocasiones, pese a que ésta era conocida por los malos tratos que les infringía y los duros trabajos a los que los sometía. De hecho, en el pleito cursado contra esta encomendera, un testigo, llamado Alonso de Barrantes, declaró que se le venían muchos naturales a quejar «diciendo que los mataba de hambre y no les daba de comer y les hacía trabajar y traer desde Camanien y de otras partes cosas a cuestas y que no les daban sino un poco de cazabe…».
Pese a todo, no se puede dudar del espíritu emprendedor de doña Guiomar. No en vano, fue una de las pocas personas que decidió embarcarse en el negocio de la explotación del cobre, produciendo entre 1540 y 1546 más de 90.000 libras de mineral. El negocio no resultó finalmente rentable pero su participación es una buena muestra de su carácter industrioso, enérgico y quizás despiadado, poco acorde con el rol que solían ejercer las mujeres de su tiempo.
La última referencia documental que tenemos sobre ella data de 1548, cuando se dice que poseía 30 esclavos negros, 24 indios y cuatro zambos. En ese momento su edad debía rondar los 60 años.
PARA SABER MÁS:
-J. M. GONZÁLEZ OCHOA: Quién es quién en la América del Descubrimiento, Madrid, Acento, 2003.
-L. MARRERO, Cuba: economía y sociedad, T. II, Madrid, Ed. Playor, 1974.
-E. MIRA CABALLOS, El Indio antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542), Sevilla, Muñoz Moya Editor, 1997.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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