1.-SUS ORÍGENES
Según la tradición, en el año 1290, siendo rey de Castilla Sancho IV El Bravo, se encontró la imagen de la Virgen de Gracia que había sido escondida tras la invasión islámica de Hispania. En ese mismo año se comenzó a construir una ermita gótico mudéjar en la que dar cobijo y veneración a la santa imagen. (El Curioso Carmonense, 1997: 85. Fernández López, 1886: 338). Durante más de un siglo y medio el templo fue un pequeño eremitorio dependiente del prior de ermitas, una persona designada por el arzobispado y perteneciente al clero secular. (Quaderno de noticias: 133-134. Hernández Díaz, 1943. II, 203).
Tenemos muy pocas referencias del edificio, pero a juzgar por otras emitas y capillas conventuales de aquel tiempo, lo probable es que tuviese un presbiterio, cubierto con bóveda de crucería, separado por un gran arco toral, mientras que la nave sería única y se cubriría con un modesto artesonado. Sabemos, asimismo, de la existencia de una capilla, la de Santa Ana, y al menos un altar y enterramiento en el arco toral del muro del evangelio, propiedad de la familia Fernández Calvo de la Banda. En el manuscrito de la invención de la Virgen de Gracia se extractan unos párrafos sobre el el enterramiento allí de Juan Fernández Calvo y de una de sus hijas. El fragmento fue reproducido por Sebastián Gómez Muñiz -que lo cita como Juan Calvo de la Banda- y por el padre Sigüenza en su historia de la orden jerónima. Se trataba exactamente de Juan Fernández Calvo de la Banda, criado y camarero del rey Pedro I. Y ¿Quién era este Juan Fernández Calvo y de la Banda? Tenemos algunas noticias que proporcionó José Martín de Palma, quien dice que era camarero de Pedro I. Estaba en Carmona cuando llegó un pesquisidor enviado por el rey que le levantó falsas calumnias. Al parecer, Juan Fernández y su cuñado Juan de Ortega de León se enfrentaron con el corregidor y este último lo mató. Ambos huyeron a Granada donde fueron bien acogidos por el emir. Al poco tiempo cayó enfermo y pidió al emir que enviasen su cuerpo a enterrar a Carmona en la ermita de Nuestra Señora de Gracia, y el emir aceptó meter su cuerpo en una caja y mandarla a Carmona, donde fue sepultado.
Hemos encontrado un documento original en el que se reproduce este mismo extracto y que nos hemos permitido transcribir de nuevo, filtrando errores. Ya veremos más adelante, que sus descendientes quisieron perpetuar su memoria en 1610 y aludieron al enterramiento y patronazgo de su rebisabuelo. Concretamente manifestaron que en el citado templo estaban sepultados su rebisabuelo Juan Fernández Calvo, camarero de Pedro I, así como la hija de éste, Isabel Fernández, y que poseían un retablo bajo la advocación de Nuestra Señora que estaba ubicado en el arco total, junto al púlpito, en la nave del evangelio. Allí, según su testimonio, estaban pintados los retratos tanto de Juan Fernández como de su hija y las armas que eran dos escudos con bandas blancas en campo azul con dos cabezas de sierpes en los remates y escrito un rótulo en letras antiguas que decía así:
Aquí en esta sepultura yace el muy noble y leal caballero Juan Fernández Calvo, criado y camarero del rey don Pedro que Dios perdone, finó en Granada, mandose enterrar aquí en Santa María de Gracia. Otrosí mandó enterrar con él a su hija Isabel Hernández y yacen ambos en esta dicha sepultura, el cual finó en jueves a hora de vísperas, veintiún días del mes de julio, año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de mil y cuatrocientos y nueve años, loado sea el señor Jesucristo, Dios verdadero porque Antón Rodríguez, pintor, hizo esta obra en el año de mil cuatrocientos y quince años. (APC, Alonso Sánchez de la Cruz 1610, fols. 79v-91v).
Vista actual de la ermita de Nuestra Señora de Gracia.
Este extracto lo conocíamos por el Quaderno de la Invención de la Virgen de Gracia y de él fue extractado también por Sebastián Gómez Muñiz. El único matiz es que en estos documentos ponía como fecha el 21 de junio de 1419, y debe ser un error de transcripción pues en el documento que yo he encontrado señala claramente que el mes era julio y no junio.
Por lo demás, conocemos los nombres de algunos de los religiosos que estuvieron a cargo de la ermita, como fray Alonso de Fuensalida que fue desposeído de la tenencia el 8 de agosto de 1465 por apoyar al bando de Enrique II, en favor de fray Juan de Sousa (González Jiménez, 1978: 90).
2.-EL CONVENTO JERÓNIMO
Los frailes menores de la observancia de San Francisco residentes en la ermita de Santa María del Alcor, solicitaron sin éxito trasladarse a la ermita de Nuestra Señora de Gracia. (Respaldiza, 1990: 27). Sin embargo, los Reyes Católicos asumieron el patronazgo, por lo que el jueves 28 de agosto de 1477 se encargó a los monjes jerónimos del monasterio de San Isidoro del Campo, que se hiciesen cargo del edificio, al tiempo que le asignaron diez mil maravedís de renta anual sobre las aduanas de Sevilla. (Arellano, 1628: 272v. El Curioso Carmonense, 1997: 86. Libros manuscritos de José Martín de Palma. Fernández López, 1886: 339). Hasta ese momento había sido su administrador el beneficiado de la iglesia parroquial de Santiago, Rodrigo de Morales quien cedió la posesión a fray Juan Melgarejo, en nombre de los religiosos de San Isidoro del Campo. (Maza, 2017: 353). Por circunstancias que desconocemos esa renta nunca se llegó a cobrar, pero sí una suma anual de doce atunes, libres de impuestos, sobre las almadrabas de Hércules, situadas muy cerca de la ciudad de Cádiz. Un privilegio que recaía sobre un juro y que reportaba a los jerónimos de Carmona un ingreso en esas fechas de unos tres mil maravedís anuales. De hecho, Conocemos un documento otorgado por los Jerónimos de Carmona en 1571 por el que vendieron los doce peces a un tal Bartolomé Garibo, vecino de Cádiz, por 3.000 maravedís. (APC, Gómez de Hoyos 1571, s/f). Sin embargo, dado que las rentas eran muy reducidas los religiosos amenazaron con marcharse, pero el concejo, con autorización real, le entregó quinientos ducados de renta anual sobre la dehesa de la Cascajosa. (Papeles pertenecientes a la capilla de N. S. del Real. Archivo de la hermandad de la Amargura de Carmona). Lo cierto es que, desde 1477, estuvo de manera ininterrumpida bajo la administración de la orden jerónima, hasta su exclaustración en el siglo XIX.
El 26 de enero de 1494 hubo un temblor en Carmona que se sintió lo suficiente como para que se hiciesen varias procesiones rogativas pidiendo perdón por los pecados a varias ermitas, entre ellas la de Nuestra Señora de Gracia. (González Jiménez, 1981: II, 146). No hubo daños, a diferencia del sucedido el Viernes Santo del 5 de abril de 1504 que asoló la villa, resultando el templo de Nuestra Señora de Gracia muy afectado. Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, autor de una historia de los Reyes Católicos describió los daños que el temblor causaron:
El cinco de abril del año de 1504, Viernes Santo, entre las nueve a las diez del día, tembló la tierra en España muy espantosamente, y fue el mayor terremoto en esta Andalucía, y fue tan grande el espanto que las gentes se caían en el suelo de temor, y estaban como fuera de sentido, y fue de esta manera. Fue oído un ruido muy grande que iba por el aire, y junto con él, todos los edificios, fortalezas, iglesias y casas se estremecieron y dieron tres o cuatro vaivenes al un cabo y a otro…. En la villa de Carmona se sintió este terremoto más que en toda España. (a)Ca fue tan terrible y espantoso, que parecía que todos los edificios andaban en goznes, y la tierra no tenía asiento, y cayeron tantos edificios de las fortalezas, de las iglesias y de las casas, que de aquí a cien años no se restaurarán, ni harán, y cosas quedarán en testimonio de ello, mientras la villa durare. Cayó la Iglesia de Santa María de Gracia, que está en el Monasterio de los frailes de San Isidro, fuera de la villa, y mató dos frailes. En la villa de Carmona murieron veintisiete personas, y muchos otros fueron heridos y descalabrados que luego murieron algunos. Por cada parte cayeron casas, y duró un gran rato el terremoto, de manera que andaban los hombres y las mujeres por la villa abrazándose unos con otros, llorosos, sin sentidos, perdida la color, como gente de otra vida, que con el espanto pensaban que era la fin del mundo… (Bernáldez, 1946: 356-360).
Hay una pequeña diferencia entre la versión que ofrece el manuscrito de la invención de la Virgen de Gracia y lo que afirma José Martín de Palma en torno a la primera persona que se personó a ayudar en el convento, rescatando de entre los escombros a uno de los tres cenobitas sepultados. En el primer documento se afirma que fue el regidor Antonio de Baeza Barba, que oyó las campanas de la iglesia y acudió con sus trabajadores desde la zona de San Mateo. Sin embargo, José Martín de Palma, en sus libros manuscritos, sostiene que el que acudió en socorro de los religiosos accidentados fue Juan de Góngora el Viejo, que dice que estaba cerca, apartando los borregos para el Sábado Santo.
El terremoto daño gravemente el edificio hasta el punto que se decidió construir una nueva iglesia conventual. Pero como el coste era muy elevado, en 1519, se entregó el patronazgo de una capilla que estaba empezada a levantar al lado derecho del presbiterio a doña Inés de la Cueva, viuda de Leonís Méndez de Sotomayor, a cambio de una cuantía de cincuenta mil maravedís que la orden aprobó el 15 de abril de ese mismo año. (APC, Diego Farfán 1519, fol. 218. Hernández Díaz, 1943: II, 204. Libros manuscritos de José Martín de Palma). Asimismo, la construcción de la capilla mayor fue sufragada por la familia Barrientos, de ahí que conste en el presbiterio una lápida que reza: Esta bóveda es propia de los señores Barrientos, patronos de esta capilla mayor. (Hernández Díaz, 1943: II, 205). El nuevo templo se bendijo solemnemente el 10 de agosto de 1554, siendo el prior fray Gregorio de Bobadilla, natural de Carmona, e oficiando la primera misa, según José Martín de Palma, don Alonso de Sanabria, maestro en teología.
Planta de la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia (Hernández Díaz, 1943).
El 17 de enero de 1610 se personó en el cenobio, con presencia del escribano Alonso Sánchez de la Cruz, don Francisco Calvo de la Banda, vecino de Cazalla de la Sierra. Exhibió un poder de su primo Francisco Calvo de la Banda el Mozo, vecino de la misma villa, y habló en nombre suyo y de su pariente. Aclararon que el entierro y retablo de su rebisabuelo, Juan Fernández Calvo, había pasado a su bisabuelo del mismo nombre, a su abuelo Francisco Fernández Calvo, y a los padres de ambos otorgantes, Simón Calvo y Diego Calvo de la Banda. Por ello mostraban su deseo de perpetuar esa memoria. Para ello, se comprometieron a entregar, por un lado, cincuenta ducados en un solo pago para restaurar el dicho retablo, hacerle un frontal de azulejos, una caja bien labrada en forma de tabernáculo, con un letrero en el que pusiese que ellos lo renovaron y cinco flores de lis que eran las armas de los Calvo de la Banda. Igualmente, debía mandarse tallar una reja de madera para la mejor custodia del altar y los enseres. Por otro lado, dedicaban una renta anual de trece ducados anuales, situada sobre un molino de aceituna y una bodega de vino, ambas situadas en Cazalla de la Sierra, para fundar una memoria a perpetuidad. Se trataría de una modesta capellanía, consistente en una misa cantada anual que se celebraría en el altar familiar, todos los días 2 de julio, festividad de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel. El 3 de julio de 1610 lo aprobó la orden, haciéndose efectiva por los jerónimos de Carmona por escritura notarial suscrita ante notario el 25 de julio de ese mismo año.
Firma de don Francisco Calvo de la Banda Figueroa, 1610.
Está claro que la fundación de capellanías era una de las preferencias de las familias pudientes, pues, por un lado, otorgaba prestigio, pues ofrecía una imagen limpia y piadosa de la estirpe ante la sociedad, y por el otro, facilitaba -según sus creencias- la salvación de sus almas.
El hecho de que la iglesia conventual albergar a la Virgen de Gracia hizo que muchos devotos dejasen limosnas al convento, que se sostenía de las rentas y también de los donativos que recibía. Por poner algunos ejemplos, el 6 de marzo de 1570 protocolizó su testamento Mencía de Herrera Armijo dejando cuatro reales a la cofradía de Nuestra Señora de Gracia, extramuros de esta villa, con la petición de que rogasen a Dios por su alma[1]. (APC, Juan de Medina 1570, 553r-557r). El 15 de diciembre de 1649 doña Isabel Barba Bazán, viuda de don Miguel de la Vega Barba, difunto, donó en su testamento mil reales para hacerle un manto a la Virgen. (APC, Juan de Santiago 1649). Este debía confeccionarse a juego con un vestido que ya le había donado varios años antes.
Autorización del prior general de la orden fray Pedro de Santiago, 1610.
Hace ya algunos años Fernando de la Maza, basándose en el texto de un milagro de 1626, aludió a la posible existencia de una cofradía de la Virgen de Gracia a principios del siglo XVII. (Maza, 1989: s/p). Al menos entre los 1599 y 1620, encontramos en los testamentos a varias personas que dicen ser hermanos de la cofradía de Nuestra Señora de Gracia, extramuros de la ciudad, por lo que es obvio que al menos durante un tiempo existió esta corporación de la que sabemos muy poco. Entre esas personas que declaran ser cofrades de Nuestra Señora de Gracia podemos citar los siguientes: doña Mencía Barba (4 de diciembre de 1599), doña Mayor Barba (26 de septiembre de 1618), don Jerónimo Romero (22 de octubre de 1618), doña María Gómez (18 de noviembre de 1618), doña Gracia Gómez (13 de abril de 1619), doña Juana de Barrasa (19 de abril de 1620), y doña Beatriz de Perea Castellanos (22 de septiembre de 1620). Incluso, María de Mendoza especifica que se le comunique al prioste de la cofradía de Nuestra Señora de Gracia que le mande decir las misas que la cofradía acostumbra a decir por sus hermanos.
Fragmento del testamento de Mencía Barba en el que manifiesta ser hermana de la cofradía de Nuestra Señora de Gracia (4 de diciembre de 1599).
A finales del siglo XVII se auspició el hermanamiento entre el convento de Nuestra Señora de Gracia con el de San Jerónimo de Valparaíso en Córdoba. La petición partió del prior del cenobio carmonense, obviamente en nombre de los demás frailes de la casa, quien remitió una carta, el 6 de marzo de 1691, a sus homónimos de Córdoba para sellar dichos lazos de hermandad. En la misiva se ofrecían algunos aspectos de interés. Concretamente, se citaba al monasterio de Valparaíso como madre de esta casa, idea que se repite en la siguiente misiva del 31 de marzo, al hablar del filial rendimiento y cariño que a nuestra casa madre debemos… Y el motivo por el que se les atribuye tal elogio queda explicado unas líneas después, al decir que sus hijos la han puesto en estado de casa de elecciones. Y efectivamente, en las cartas queda bien claro que el convento de Carmona acababa de convertirse en casa de profesión y elección. En este sentido, es bien sabido que, en 1666, se denegó la solicitud de los frailes de Nuestra Señora de Gracia de crear en su recinto un noviciado de la orden (González Isidoro, 1993: 170). Idea que, sin embargo, sí llegó a fraguar veinticinco años después, es decir, en 1691.
El terremoto de 1755 volvió a causar estragos en el edificio, afectando especialmente a la clausura y a la torre. (García Rodríguez, 1993: 171). Actualmente, ha desaparecido la totalidad del claustro y solo se conserva la iglesia de una sola nave, en dos tramos, cubierta con bóvedas vaídas. Y desde la exclaustración de los jerónimos en la primera mitad del siglo XIX, el edificio vuelve a ser lo que era en sus orígenes, una ermita.
Bibliografía
Anónimo: Quaderno de noticias que pertenece a la invención de Nuestra Señora de Gracia y a la Ciudad de Carmona y de la entrega de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel a la Religión de N. P. Dan Gerónimo y otras noticias antiguas. Biblioteca Colombina, manuscrito.
Arellano, Juan Salvador Baptista de. (1628). Antigüedades y excelencias de la villa de Carmona, y compendio de historias, Sevilla, Simón Fajardo.
Bernáldez, Andrés: Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel. Madrid, Aguilar, 1946.
El Curioso carmonense, ed. De Antonio Lería, Carmona, S&C ediciones, 1997.
Fernández López, Manuel: Historia de la ciudad de Carmona, desde los tiempos más remotos hasta el reinado de Carlos I. Sevilla, 1886 (reed. en 1996).
Gómez Muñiz, Sebastián: Memorias de un Monumento. Sevilla, 1890.
González Isidoro, José: “Memoria de los edificios”, en Carmona, Ciudad y monumentos. Carmona, S&C ediciones, 1993, pp. 55-231.
González Jiménez, Manuel: Catálogo de documentación medieval del Archivo Municipal de Carmona, T. I y II (1475-1504). Sevilla, Diputación Provincial, 1976 y 1981.
Hernández Díaz, José y otros: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, T. II. Sevilla, 1943.
Maza Fernández, Fernando J. de la: “Rogativas, procesión extraordinaria y voto a Nuestra Señora de Gracia en 1738”, en Carmona y su Virgen de Gracia. Carmona, 1989, s/p.
—–, “Ermitas y ermitaños en Carmona”, Religiosidad y espiritualidad en Carmona. Sevilla, 2017, pp. 343-364.
Respaldiza Lama, Pedro: “El monasterio jerónimo de Santa María de Gracia”, La Virgen de Gracia de Carmona, Carmona, 1990, pp. 27-46.
APÉNDICE I
Real cédula de la reina cediendo la ermita de Nuestra Señora de Gracia a los religiosos de San Isidoro del Campo.
Muy reverendo padre en Cristo muy caro y amado primo. La reina de Castilla y de León y de Sicilia y Portugal Princesa de Aragón vos envío mucho a saludar como a aquel que mucho amo y aprecio para quien quiera que Dios diese tanta vida y salud y honra, cuanta vos mismo deseáis, bien sabéis que en nuestra diócesis y arzobispado de Sevilla está una ermita llamada Santa María de Gracia, cerca de la villa de Carmona, de la cual los Reyes de gloriosa memoria nuestros progenitores han sido patronos y yo ahora soy, para que cada vez que vacare el administrador y provisor de ella yo pueda elegir y presentar persona ante vuestra reverendísima persona o ante el arzobispo que fuere de la dicha vuestra iglesia para que le haga provisión canónica e institución de la dicha ermita.
Y ahora, por cuanto vos Diego de Marmolejo y Fernández, arcediano de Écija y canónigo de la Santa Iglesia de Sevilla, por virtud de un poder de Rodrigo de Morales, clérigo beneficiado de la iglesia de Santiago de la villa de Carmona, legítimo tenedor y administrador de la dicha ermita, por virtud del poder que el para ello tiene del dicho Rodrigo de Morales resigna simplemente todo el título y derecho que tenía y tiene a la dicha ermita para que yo como patrona de ella eligiese y presentase la persona que entendiese ser cumplidora al servicio de Dios, guarde y conservación de la dicha ermita y propios y rentas de ella.
Por ende, yo, como patrona de la dicha ermita, por la presente nombro y prescribo por administrador de la dicha ermita, en lugar del dicho Rodrigo de Morales, al reverendo padre prior del monasterio de San Isidoro del Campo, cerca de esta ciudad de Sevilla, y a los monjes de él. Por ende, yo vos ruego, que por virtud de esta mi presentación y nombramiento que yo por la presente como patrona de la dicha ermita hago al dicho prior y monjes de San Isidoro, vos le hagáis provisión y canónica institución de ella para que él o quien ellos quisieren o su poder hubieren puedan tener, regir y administrar la dicha ermita y haber y tener y llevar los frutos y rentas y monumentos a ella anejos y pertenecientes según por la forma y manera que los había y llevaba el dicho Rodrigo de Morales y los otros tenedores que han sido hasta hoy de la dicha ermita, todo bien y cumplidamente en guisa que le nom mengue ende cosa alguna de lo cual mandé dar la presente, firmada de mi nombre y sellada con mi sello. Dada en la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, a diez y ocho días del mes de mayo año del nacimiento de nuestro señor Jesucristo de mil y cuatrocientos y setenta y siete años. Yo la Reina, 1477. Yo Fernando Álvarez de Toledo, secretario de Nuestra Señora la Reina la hice escribir, por su mandado, y en las espaldas de esta carta el sello real y las firmas y nombre siguientes: registrada Diego Sánchez, Juan Vaca canciller. Se hallará en los libros del concejo de Carmona, que pasó jueves veinte y ocho días del mes de agosto de 1477, ante Pedro de Toledo, escribano público de la dicha villa, y después el convento la sacó y signó de Diego Farfán, escribano público del concejo de Carmona, como dice el libro viejo del dicho monasterio.
(Archivo Valverde Lasarte, libros manuscritos de Juan Martín de Palma).
ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN LA REVISTA «CARMONA Y SU VIRGEN DE GRACIA» SEPTIEMBRE DE 2023, PÁGS. 34-38)
[1] Testamento de Mencía de Herrera Armijo, Carmona 6 de marzo de 1570. A.P.C. Escribanía de Juan de Medina 1570, fols. 553r-557r.
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