Oficialmente, la Iglesia celebraba las fiestas de Pascua y de Reyes Magos. En la época de Pascua celebraba varias misas solemnes, a saber: la Noche Buena (día 24 de diciembre), la Navidad (día 25 de diciembre), la Circuncisión de Jesús (día 1 de enero) y la Epifanía o festividad de los Reyes Magos (día 6 de enero).
Nochebuena, Navidad, Año Nuevo y Reyes eran fiestas que se celebran desde hace siglos, sin embargo, se movían dentro de unos parámetros que nada tienen que ver con nuestras fiestas actuales. Al igual que en la actualidad era una fiesta familiar. Las familias más acomodadas se podían permitir el lujo de comer un pollo de corral o un pavo, acompañadas por algún vino, que era una bebida al alcance de casi todos. Los postres solían ser caseros, garrapiñadas, bizcochos, frutos secos o castañas asadas. Se hacían belenes que solían ser de fabricación casera, hechas con figurillas de barro o de telas cosidas. Las familias acomodadas, sí que podían disponer de belenes de calidad que labraban incluso escultores, como La Roldana. Los niños pedían por las casas el Aguinaldo, cantando villancicos.
En relación a la fiesta de los Reyes Magos tiene su origen en unos escuetos versículos de San Mateo que decían así:
“Nacido pues Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos Magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle… Y llegando a la casa vieron al niño con María, su madre, y le adoraron y abriendo sus cofres, ofrecieron como dones oro, incienso y mirra”.
Desde entonces y por espacio de dos milenios, los cristianos han celebrado la fiesta de los Reyes Magos, conocida como la Epifanía. Pero realmente es muy poco lo que sabemos de los Reyes, pues, San Mateo se mostró muy parco en sus afirmaciones. Ni dijo sus nombres, ni el número exacto, ni tan siquiera su lugar natal. Tan solo nos informó de que procedían de Oriente –nada parecido a un origen tartesio como dijo hace pocos años el entonces papa Benedicto XVI- y que traían oro, inciensos y mirra como presentes. El oro para mantenimiento de la familia, el incienso para dar buen olor al establo y la mirra como antiséptico y desparasitador.
En relación a su lugar de origen se han planteado varias hipótesis ya desde hace más de quince siglos. La más plausible es la que los hace originarios de Persia, donde al parecer era frecuente la existencia de magos o astrólogos.
Siempre se habló de tres reyes por la relación con el número de regalos, pero existen tradiciones orientales que aumentan su número hasta cuatro, cinco e incluso doce, como los discípulos de Jesucristo. Y es que tampoco San Mateo especificó su número, aunque habida cuenta que traían tres presentes –incienso, mirra y oro- desde el siglo V de nuestra era se comenzó a pensar que debieron ser tres. No obstante, la iglesia cristiana ortodoxa sostiene que fueron nada menos que doce los Reyes que acudieron a venerar al Niño a Belén.
Con respecto a sus nombres ya en el siglo VI d. c. encontramos en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuevo, en Rávena, los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. Posteriormente, estos mismos nombres aparecen en un códice de la Biblioteca Nacional de Paris, fechado en el siglo VII, y posteriormente, en los escritos de un monje benedictino, llamado Beda, que los popularizó a partir del siglo IX.
Originalmente se representaba a uno de ellos imberbe, otro con barba negra y el último con barba blanca, indicando la juventud, la adultez y la vejez. Sin embargo, a partir del siglo VIII comenzó a representar a cada Rey Mago como representante de cada una de las tres partes del mundo conocido: Melchor a Europa, Gaspar a Asia y Baltasar a África. A partir de finales del siglo XVI algunos pintores incluyeron un cuarto Rey Mago, a veces con caracteres indígenas, para representar al cuarto continente, pero nunca terminó de fraguar. Por poner un ejemplo, en un cuadro del claustro de la catedral de Badajoz aparece junto a los reyes un amerindio, intentando representar ese cuarto continente. Asimismo, a principios del siglo XVIII el pintor Isidoro de Castro pintó un cuadro para la iglesia de la Soledad de Oaxaca representando a cuatro Reyes Magos, al incluir a un amerindio con su penacho de plumas, a la usanza indígena.
Los presentes que le llevaron al recién nacido tenían un carácter simbólico. El oro, era un regalo frecuente a los reyes, y que representaba el dinero necesario para el mantenimiento de la familia. El incienso para dar buen olor al establo y que después se usó con el mismo fin en los templos. Y finalmente, la mirra se untaba en la antigüedad a los hombres escogidos, pero que también era un antiséptico y desparasitador usado desde la antigüedad.
Existía la tradición de ofrecer a los niños algún regalo por estas fechas, rememorando los presentes que los tres Magos llevaron a Jesús. Las cabalgatas también son históricas pues hay representaciones que aluden a ellas desde el siglo XIII, cuando se paseaban dichos reyes por la ciudad, montados a caballo y ricamente vestidos. Los que encarnaban a los Reyes Magos solían ser ricos nobles o mercaderes que encontraron en esta fiesta una forma de hacer pública su riqueza, repartiendo a los más pobres, al tiempo que afianzaban su prestigio.
Finalmente, el roscón de reyes también tiene su tradición, aunque hasta hace pocas décadas era un artículo de lujo que solo las familias mejor acomodadas económicamente podían degustar. Aun así era un dulce eminentemente casero. Al parecer, hubo algunos niños que sobrevivieron a la matanza de los Inocentes decretada por Herodes, al esconderlos sus padres en tinajas de harina. Según cuenta la tradición, los judíos comían desde entonces un bizcocho en el que escondían un muñeco de barro, simbolizando este acontecimiento.
Y para acabar quisiera insistir que históricamente y en España hasta mediados del siglo pasado, estas fiestas estaban presididas por una sencillez y humildad en buena parte provocada por la precariedad económica. En la actualidad, el ingente consumismo ha generado una festividad nueva que poco tiene que ver con la festividad histórica.
Esteban Mira Caballos
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