Este viernes, 9 de diciembre de 2022, asistí a la sesión número cien del Musical “Malinche”, dirigido y producido por Nacho Cano. Iba con la mente abierta, esperando disfrutar del espectáculo y ya adelanto que no me defraudó. El montaje es verdaderamente espectacular, el recinto estaba abarrotado, donde pude escuchar por el habla a muchos hispanoamericanos, mexicanos, pero también bastantes peruanos y argentinos. Y, además, está garantizado el lleno total como mínimo hasta final de año, pues ya están vendidas la mayoría de las entradas.
El musical se desarrolla en el pabellón de IFEMA y hay una sesión diaria de martes a domingo, salvo los viernes y los sábados que hay dos. Por cierto, es muy recomendable asistir a la segunda sesión, pues, después del musical, hay conciertos, buena música y buen ambiente hasta muy avanzada la noche. El Musical dura unas tres horas, incluyendo un descanso de media hora.
Por deformación profesional, como historiador que soy, estuve los quince primeros minutos detectando una plaga de elementos extemporáneos, sin disfrutar plenamente del mismo. Menos mal que pronto me di cuenta que tenía que olvidarme de esas cuestiones y centrarme en disfrutar de esa explosión para los sentidos que era el espectáculo. Hay que tener en cuenta, como ha dicho el propio Nacho Cano en una reciente entrevista, que él no hace Tesis Doctorales sino musicales. Hay que entender que esto es ante todo y sobre todo un espectáculo, que al igual que una novela histórica no tiene porqué ceñirse a un relato científico. Ya desde que se levanta el telón, en una verdadera declaración de intenciones, hay un contrabajo en una de las esquinas y, en la parte superior, está la orquesta, con una batería incluida. El objetivo explícito del musical es doble:
Primero, que la gente disfrute, con un extraordinario montaje en el que participan casi medio centenar de bailarines, actores y músicos. Es un espectáculo brillante, donde se combinan maravillosamente luces, colores, música, danza, olores -a copal e incienso- y vibraciones. Consiguen que el espectador viva el espectáculo como si estuviese dentro de la escena, siendo testigo presencial de aquellos sucesos ocurridos hace ahora quinientos años.
Y segundo, la intención es que todo el mundo se quede con la parte dulce de ese proceso que acabó con la dramática desaparición de la civilización mexica. Se produjo la destrucción de un mundo, y el nacimiento de otro, el del México mestizo. Y Nacho Cano ha hecho algo que yo vengo diciendo y defendiendo desde hace muchos años, dejar atrás la destrucción y quedarse con la creación. Así que en eso coincidimos Nacho y yo, aunque con la diferencia de que él es capaz de llegar a millones de personas, de ahí la importancia de su obra. En realidad, se ha aprovechado del hilo conductor de Malinche y Cortés, para hacer un homenaje al México mágico, lindo y mestizo que todos admiramos y queremos.
Pretenden hacer comprensible el espectáculo para el espectador por lo que el hilo es totalmente cronológico. Todo arranca con la llegada de Cristóbal Colón y la presencia de un Hernán Cortés niño, en Medellín, criándose bajo la atenta mirada de sus padres, Catalina Pizarro Altamirano y Martín Cortés de Monroy. Y termina con la muerte de Moctezuma Xocoyotzin y de Juan Ortega “Orteguilla” que, en una escena final, aparecen ¡vestidos de galácticos!, ascendiendo al cielo. Continuamente se producen toques de humor, que consiguen arrancar verdaderas carcajadas entre el público. Encontramos a un Diego Velázquez presuntuoso y con toques cómicos, y sobre todo un padre fray Bartolomé de Olmedo, burlón, un Hernán Cortés galán, espontáneo y soñador, y un Orteguilla homosexual, enamorado de Moctezuma.
Y para acabar, reseñaré lo negativo y lo positivo de la obra. Empezaré por lo primero, para acabar con lo segundo y quedarnos con un buen sabor de boca. Me sorprendieron determinados detalles errados que pueden corregirse en un santiamén y que no afectan al espectáculo. Comprendo que se trata de eso, de un espectáculo, y que hay que contar una historia atractiva para divertir al público que, obviamente, es el objetivo prioritario de cualquier musical. Pero en la primera escena ¡en la primera!, aparece la nao Santa María de Cristóbal Colón, cuando descubre América, y aparece una persona ondeando una bandera con la cruz de Borgoña. Esa bandera, la usaron los tercios españoles después de que Carlos V heredara los territorios de su abuela paterna, María de Borgoña y, por tanto, era imposible que la pudiesen usar en la primera expedición colombina. Es tan simple como cambiar esa bandera por otra, con el escudo de Castilla y León y evitar la guantada en la cara a cualquier persona mínimamente versada en historia. Otra cosilla que me parece fácil de cambiar: aparece Malinche de niña, y su madre le llama reiteradamente con ese nombre. Pero ella, se llamaba en realidad Malintzin, y fue mucho después cuando se conoció como Malinche que, además, era más fácil de pronunciar para los españoles. También llama la atención que, tanto Malinche como Moctezuma, sean más blancos que yo. Comprendo que los artistas -la que encarna a Malinche está espectacular y canta y baila extraordinariamente-, son los que son, pero no sería difícil oscurecerle un poco la cara con maquillaje. Y un pequeño detallito más, sin importancia, una mera curiosidad, en el restaurante mexicano, pedí una cervecita mexicana con unos tacos -muy ricos, por cierto- pero me dijeron que ni Montejo, ni Coronita, solo tenían Estrella Galicia, jejeje. Y es cierto que es muy buena cerveza, pero, por eso de la magia, pegaba que se hubiesen agenciado alguna birra mexicana, que las hay y muy buenas.
En cuanto a lo positivo, Nacho Cano ha producido y dirigido una obra que consigue enganchar al espectador desde el minuto uno. Advierto que va de menos a más, y la última hora es la más intensa, acabando de forma apoteósica. Hay que quitarse el sombrero ante Nacho Cano por haber hecho algo nuevo y haberse arriesgado con lo que nadie nunca se había atrevido antes. Se la ha jugado, porque el tema es muy sensible y muy polémico, y podía haberle dado a todo el mundo por mirar hacia otro lado. Por fortuna, no ha sido así, y el éxito está siendo rotundo, algo que es muy bueno para todos: para empezar para el propio Nacho Cano y su empresa, que da trabajo directo a más de un centenar de personas. El artista madrileño ha invertido una millonada y trece años de su vida en un proyecto pionero, nunca realizado ni en España, ni en América. Pero sobre todo es extraordinariamente positivo para las relaciones entre España y México, porque este musical acaba de construir no un puente sino una autopista entre los dos países. Este musical es realmente un homenaje a México, y creo que tiene muchas posibilidades de conseguir un triunfo aún mayor al otro lado del charco. Por eso, desde ya, animo a los promotores y organizadores a llevarlo al país azteca, donde estoy seguro que cautivará al público. Los mexicanos, al igual que los españoles, están muy necesitados de buenas vibraciones y de empatía. Exactamente como muestra el musical de Nacho Cano, así sentimos a México y a los mexicanos en España, y me consta que este sentimiento de aprecio es recíproco. Este musical es una verdadera obra de arte, un arte inmaterial, que, igual que el deporte, une a las personas, y en eso, ha conseguido su objetivo con sobresaliente.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
Javier García de Sola Arrriaga dice
No lo he visto y tenía dudas, ahora después de leer este estupendo comentario iré a verlo. Muchas grracias.
María Rosa dice
Enhorabuena por hacer un resumen con pros y contras sin ser una crítica ni en contra ni a favor. Yo lo he visto varias veces, unas con Amanda Digon (BCN) y otras con Andrea Bayardo (MX) haciendo de Malinche y cantan fenomenal aunque tienen mucho menos protagonismo que otros personajes del músical.