
César Morlán Valle es un experto en el calendario solar y en la medicina tradicional mexica. En su libro analiza todo el proceso de la caída de Tenochtitlan, teniendo en cuenta los tiempos de los mexicas.
Según el autor, toda la sabiduría del Anahuac, desde la arquitectura a sus actuaciones bélicas estaba determinada por la astronomía, las matemáticas y el calendario. El autor analiza todo el período y llega a la conclusión que las fechas principales de los acontecimientos se producen en momentos clave dentro del calendario y la numerología mexica. Un calendario que se estructuraba en dieciocho periodos de veinte días, a los que había que sumarles otros cinco días. El autor encuentra una vinculación con el calendario no solo cuando la iniciativa la toman los tlatoque sino también cuando las inicia el propio Hernán Cortés. Asimismo, ha observado que las principales fechas del proceso están conectadas por múltiplos temporales del número trece -trecenas-. Hasta las fustas construidas por Hernán Cortés fueron trece, un número sagrado para la cosmovisión nativa.
Que Moctezuma II o Cuauhtemoc actuasen condicionados o influenciados por su calendario es una posibilidad más que factible. Pero lo que el autor trata de demostrar es que también Hernán Cortés tomó sus decisiones en base a las estructuras astronómicas y simbólicas del calendario nativo. Sus decisiones las tomó no en base al calendario cristiano sino del mexica. Y ¿cómo pudo conocer el metelinense los entresijos de este calendario? El autor, siguiendo a Luis Barjau, sostiene que nada más llegar a Veracruz, además de la comitiva enviada por Moctezuma, fue visitado por dos personajes de alto linaje, Atonaletzin y Tlamapanatzin, que le entregaron códices en los que se incluían profecías que auguraban su triunfo. Debieron ser ellos los que le aconsejaron las fechas exactas donde debía actuar para hacer cumplir esos designios proféticos que le daban la victoria.
La obra de César Morlán es sin duda sugestiva, y plantea abundantes coincidencias que dan mucho que pensar. Sin embargo, huelga decir que el autor no demuestra que el conquistador metelinense actuase conscientemente de acuerdo a la simbología mexica. El propio autor lo reconoce al final del libro cuando plantea estas mismas interrogantes, entre ellas si las actuaciones de los españoles, distanciadas en trecenas, fueron un producto casual o si realmente seguían conscientemente el calendario mexica. Pero ni siquiera demuestra que el propio Cuauhtemoc rindiera la ciudad el día 13 de agosto de 1521 al cerrarse ese día el ciclo calendárico de las profecías.

Eso sí, de ser ciertas las sugerentes teorías de César Morlán consolidaría la idea de que Hernán Cortés era, como defiende la Nueva Historia de la Conquista, una persona que se sumó a uno de los bandos en lizas, acomodándose a la agenda de la guerra mesoamericana. El papel decisivo en el proceso no lo tuvo él sino los tlaxcaltecas, totonacos, cholultecas o texcocanos. De esta forma, la conquista e hispanización arrancarían no de una derrota frente a los europeos sino de un proceso iniciado y dirigido por los propios habitantes del Anahuac. Se convertiría así a los habitantes del valle de México como artífices de su propio destino, más allá de las imposiciones de la propia Europa. Una idea que puede ayudar a cerrar cicatrices y esa idea persistente en México de que este país surgió de una derrota.
Para finalizar, solo quiero decir que me parecen unas teorías interesantes y una obra sugerente cuya lectura no dejará indiferente a nadie. Eso sí, a mi juicio, es posible que Hernán Cortés y los suyos tuviesen algunas noticias del mundo sagrado de los mexicas, pero de ahí a pensar que todas sus actuaciones estuviesen mediatizadas por ello, media un abismo.
Es de reseña de:
Morlán Valle, César: “Los ladrillos del tiempo. Trecenas. Capítulo I: Hernán Cortés, una revisión a la entrega de Tenochtitlan desde el calendario y la arqueoastronomía”. México, Uno4cinco, 2020, 291 págs.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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