
López Guzmán, Rafael (ed.), Tornaviaje. Arte iberoamericano en España. Madrid, Museo Nacional del Prado, 2021, 303 págs. Ils. ISBN: 978-84-8480-562-5
La calidad de esta obra es extraordinaria, tanto por la calidad de los textos como por la edición. Empezando por esta última diremos que la selección de piezas ha sido excepcional y el catálogo ha quedado digno de un premio al mejor libro editado en los últimos años.
Pero el contenido no desmerece pues expertos en la materia tratan el trasiego que hubo de obras de arte desde fechas sorprendentemente tempranas. Sabíamos que algunas plantas medicinales y algunos alimentos, como el chocolate, llegaron desde fechas muy iniciales a la Península Ibérica. Pero teníamos menos noticias del trasiego de obras de arte; sabíamos que muchos retablos, esculturas y cuadros fueron enviados a las Indias con destino a los nuevos templos seculares y regulares. Sin embargo, teníamos menos datos del viaje inverso, es decir, de la llegada a Europa de arte procedente de talleres indianos.
En las bodegas de los barcos viajaron enseres fabricados en Indias, como los cocos engastados en plata. En pocas décadas, alimentos, muebles -baúles, armarios, biombos- enseres -cuencos, porcelana-y obras de arte, circulaban por los océanos lo mismo entre Europa, América y Asia que a la inversa. Llama la atención que en un inventario post mortem del III duque de Medina Sidonia, fechado en 1507 se enumerase una hamaca de las Indias. Asimismo, en los Diálogos de Juan Luis Vives, publicados en 1539 se mencionaba un coco de Indias guarnecido de plata en la que tomaban vino. Han aparecido estos cocos guarnecidos con plata en inventarios del siglo XVI de personas que vivían en lugares tan alejados de Sevilla, como León o Valladolid. Por poner otro ejemplo, aunque más tardío, de una familia modesta de un pequeño pueblo de Extremadura, se citaba entre los bienes aportados en la dote por doña María Basilia Becerra y Figueroa un cuenco de las Indias, engarzado en plata, para tomar chocolate, valorado en 40 reales.

Pero llegaron incluso crucificados, algunos tallados en madera y otros en pasta de caña de maíz que salieron del taller que fray Pedro de Gante tenía en el colegio de San José de los Naturales. Con la colaboración de indígenas se esculpieron varias tallas sacras americanas en la primera mitad del siglo XVI que llegaron a Sevilla, donde se les rindió culto: los crucificados de la Veracruz de Carmona, de San Pedro de Marchena, de la Veracruz de Huevar y el de la Sangre de la hermandad del Baratillo de Sevilla
Estas pocas líneas espero que sirvan solo como un abrir de boca de la aventura que cualquier lector puede encontrar entre las páginas de esta obra. Un gozo extraordinario para la vista, lo mismo leyendo textos magistrales que disfrutando de las bellísimas ilustraciones.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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