
Estamos ante un libro clásico firmado por el historiador, nacido en España pero afincado en Francia Georges Baudot. Una obra extensa, concienzuda y bien documentada en la que se analiza el providencialismo de los religiosos, especialmente de los franciscanos. Estos llevaron a cabo conversiones en masa, pensando en la vieja idea de que, cuando la palabra de Dios hubiese llegado a todos los rincones del mundo, Jesús regresaría para ejecutar el Juicio Final. En buena parte la empresa evangelizadora en las Indias tuvo tintes providencialistas, pues los indígenas americanos, libres de los vicios del cristianismo europeo, se iban a convertir en la base del nuevo reino de Dios, esperado durante más de mil años
Para facilitar su advenimiento se llevó a cabo una política educativa en la que se dio prioridad a los pipiltin o hijos de la élite indígena local. Y el acierto fue tal que desde los primeros años de la colonización antillana reportó grandes frutos. Los críos estaban siempre más predispuestos a aceptar el nuevo credo y además se suponía que, cuando heredasen sus respectivos cacicazgos, servirían de ejemplo para convertir a los demás.
Ya en 1523 fray Pedro de Gante O.F.M. fundó la primera escuela para jóvenes mexicas en Texcoco, y dos años después estableció otro centro educativo en México. Con posterioridad, fray Pedro de Gante impartió clases durante cuarenta y cinco años en el colegio de San José de los naturales, fundado por fray Martín de Valencia, una escuela que llegó a tener simultáneamente mil alumnos, y donde al parecer se formaron excelentes latinos, hasta el punto que superaban a muchos españoles.Desde 1530 Juan de Zumárraga erigió en Nueva España varios colegios indígenas, el más famoso el de Santa Cruz de Tlatelolco, inaugurado el 6 de enero de 1536 y tenía capacidad para educar a un centenar de niños, obviamente elegidos de entre la élite caciquil. No era casualidad que se fundase en Tlatelolco, donde estaba el calmecac donde se formó Cuauhtemoc, pues se tomaron algunos elementos de él, como la permanencia de los alumnos en el centro durante los años que durase su formación. No sólo se les enseñaría teología sino también retórica, gramática, latín, lógica, aritmética, geometría, astronomía y música. Los hijos de los caciques aprenderían allí lenguas clásicas, recitando a Aristóteles, Cicerón, Ovidio o Virgilio. Se trataba de un centro de estudios superiores, donde se pretendía, más allá de la mera aculturación, la formación de una élite administrativa indígena. Incluso como fin último se pretendía crear en el colegio un seminario donde se formasen sacerdotes indígenas que podían convertirse en puntas de lanza de la cristiandad frente a la idolatría. También hubo colegios mixtos, como el de San Nicolás de Michoacán o el de San Antonio Abad de Cuzco, donde estudiaban sin distinción algunos nobles indígenas y españoles.

Queda claro en esta obra que muchos españoles no solo buscaban riquezas, también hubo quien soñó con un Nuevo Mundo en libertad, libre de la presión social que se vivía en la Península Ibérica. Por su parte, muchos religiosos soñaron con crear en las Indias una nueva cristiandad, preparada para la construcción del reino milenario que prometían los libros del Apocalipsis de San Juan. La preservación de las civilizaciones indígenas a través de crónicas, textos bilingües y códices debía servir para fundar, con los naturales y bajo la dirección de la Orden de San Francisco, un Estado ideal que sería el prólogo del fin de los tiempos.
Es reseña de:
BAUDOT, Georges: Utopía e historia en México. Los primeros cronistas de la civilización mexicana (1520-1569). Madrid, Espasa-Calpe,1983, 543 págs.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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