
En junio de 2017 apareció el libro Diario de Magallanes. El hombre que lo vio y anduvo todo, en la prestigiosa editorial universitaria Doce Calles. Está firmado por un profesor de antropología de la Universidad de Sevilla, el Dr. José Manuel Núñez de la Fuente, un experto en todas las cuestiones relacionadas con Magallanes-Elcano y la primera vuelta al mundo. Un libro que parecía oportuno pues ve la luz en los prolegómenos del año 2019, cuando se celebrará con solemnidad el V Centenario del inicio de la travesía magallánica. Una jornada que, como es bien sabido, culminaría tres años después con la arribada a Sevilla de la nao Victoria, después de haber circunnavegado el planeta. Por supuesto, toda mi admiración por la gesta de este puñado de marinos partícipes de una empresa multinacional, patrocinada por la Corona de Castilla, que sentó las bases del mundo global que hoy conocemos.
En la contraportada del libro se aclara que, pese al material documental que conocemos de dicha travesía y de sus protagonistas, se echaba en falta hasta la fecha el Santo Grial de la Primera Vuelta al Mundo, es decir, el diario del propio artífice de la gesta, el portugués Hernando de Magallanes. Con esa carta de presentación no he podido menos que adquirir el libro y hacerle una profunda lectura.
En general el texto está bien documentado dado los amplios conocimientos que el autor posee de aquella empresa. Asimismo, la edición está muy lograda, presentando un volumen atractivo y manejable. En cuanto a la estructura, encontramos, además de un prefacio, un capítulo introductorio que el autor titula Cuestiones previas al Diario, en el que se traza un meritorio estudio crítico de la época y de sus protagonistas, especialmente de Magallanes. A continuación, se inserta la transcripción completa del Diario de Magallanes, un texto denso y extenso pues ocupa desde la pág. 93 a la 215. El volumen se cierra con un epílogo donde se completa el estudio de la jornada, ya bajo el mando de Juan Sebastián Elcano, y un completo apéndice documental.
Aparentemente todo perfecto; pero ya en el capítulo titulado Cuestiones previas al Diario el lector se lleva la primera sorpresa: explicando el autor las vicisitudes de la localización del Diario, termina diciendo que no desvelará la referencia topográfica del mismo, por una suerte de promesa que hizo. Pero es más, ni siquiera inserta una imagen de alguna página de dicho original por lo que desde ese justo instante todo investigador sabe que la obra no tiene validez ni fiabilidad alguna.
En cualquier caso, apenas uno empieza a leer el Diario se da cuenta, no sin cierta desazón, que efectivamente estamos ante una recreación literaria del autor. Obviamente, los nombres de los protagonistas y el trayecto que recorrió el portugués están minuciosamente plasmados porque el Dr. Núñez conoce bien todos los pormenores de la aventura magallánica. Sin embargo, ya puestos a redactar un diario apócrifo de Magallanes se pudo haber esmerado más en cuidar las expresiones de la época. Me he tomado el trabajo de contrastar muchos de los giros, muletillas y expresiones que usa en el Diario con seis obras de la época, a saber: El Diario de Antonio Pigafetta, compañero de viaje de Magallanes, los Diarios de a Bordo de Cristóbal Colón y Américo Vespuccio, los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, las Cartas de Relación de Hernán Cortés, y la Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo. En el Diario apócrifo de Magallanes encontramos expresiones como hacer buenas migas, veterano de guerra, amén de ello, sucia parlería, bajel, deuda de sangre, a sabiendas de, me arredré, echar cuenta de, negros pensamientos, lazo de hermandad, triste añoranza, luego más tarde, de resultas de, de tal suerte, a no muy tardar, de igual manera, bien sabido, convenga saberse, etc. etc. Pues bien, ninguna de ellas aparece en los textos antes señalados ni en otros muchos documentos de la época. Ello demuestra que, incluso teniendo solo en cuenta el aspecto literario, el autor no se esmeró adecuadamente en usar el lenguaje de aquel tiempo porque se nota bien que el texto no lo pudo escribir una persona que vivió en el quinientos.
Tras el Diario, el autor incluye un capítulo donde completa la travesía de la armada desde la muerte de Magallanes en Mactán, Filipinas, hasta la llegada de la Nao Victoria a Sevilla, ya al mando de Juan Sebastián Elcano. Y acaba la obra con un valioso apéndice documental. Pero digo valioso porque los documentos lo son pero no porque constituyan un aporte al conocimiento. Y en este sentido hay un dato significativo: las signaturas de la mayoría de los documentos transcritos son del Archivo General de Indias, pero las antiguas que fueron cambiadas hace muchas décadas. Ello significa que el autor, aunque cita la referencia del archivo, los tomó de regestos documentales antiguos donde figuraban esas signaturas antiguas. Otro despropósito pues ya que citaba el archivo cuando en realidad los tomaba de colecciones documentales, se pudo haber molestado en buscar la signatura actual en el Portal de Archivos en Red (PARES) para facilitar la consulta a los posibles lectores.
Para finalizar quiero decir que el libro tiene aspectos positivos: resulta entretenido y está bien documentado, incluso en la parte correspondiente al supuesto Diario magallánico. Pero la inclusión de un texto apócrifo en un libro aparentemente científico, junto a documentos auténticos, me ha parecido totalmente fuera de lugar. Mezclar literatura e historia puede ser una fuente de conflictos y malentendidos para muchos. Asimismo, como en mi caso, muchos lectores, ansiosos de leer nada menos que el Diario de Magallanes, pueden sentirse engañados. La literatura como disfrute e incluso como contribuidora a la comprensión del pasado está muy bien, pero la frontera con lo que es un libro científico de historia debería estar mejor diferenciada y delimitada.
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