Esteban Mira Caballos

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LA PASIÓN DE SABER

11/02/2020 por administrador1 Dejar un comentario

Martín Baños, Pedro: La pasión de saber. Vida de Antonio de Nebrija (prólogo de Francisco Rico). Huelva, Universidad, 2019, 634 págs., I.S.B.N.:978-84-17776-61-9

Esta obra supone una puesta al día de la biografía del famoso humanista Antonio de Nebrija, nacido en Lebrija (Sevilla) en 1444 –según su propio testimonio-, siendo hijo de Juan Martínez de Cala el Viejo y de Catalina Martínez de Jarana. Una familia de bastante arraigo en esta localidad sevillana y acomodada pues, como dice el autor, no estaba al alcance de todas poner a uno de sus vástagos a estudiar. Pudo haber hecho carrera eclesiástica, como tantos otros, lo que le ofrecía muchas facilidades para ascender, pero se terminó desposando y procreando varios hijos. Fue longevo, pues su fallecimiento se produjo en Alcalá de Henares el 5 de julio de 1522,  cuando tenía 78 años de edad. Un sevillano, andaluz y español universal que dominó una gran variedad de ramas del conocimiento pues fue filólogo, historiador, traductor, lingüista, impresor y poeta, dejando una extensa obra con umbrales cronológicos que superan el medio siglo.

Pese a la potencia del personaje, su biografía se encontraba desfasada. Se seguía manejando hasta la fecha la clásica obra de Félix G. Olmedo, editada en 1942, que con estar bien redactada había sido matizada en muchos aspectos por estudios posteriores. Por eso urgía realizar una nueva semblanza que sintetizase los aportes de las últimas décadas y ahondase en muchos aspectos hasta ahora soslayados. Así, pues, el objetivo del autor ha sido escribir una obra completa en la que ha abarcado todos los aspectos de su dilatada vida y los pormenores personales y académicos. Es un trabajo concienzudo, no fácil de leer pero en el que se percibe, a través de cientos de notas a pie de página, el ingente trabajo investigador que hay detrás y la solidez de sus afirmaciones. Detrás de cada frase, de cada párrafo hay una honda reflexión que el autor lleva décadas pensando y repensando.

Hasta la fecha buena parte de lo que se sabía sobre el lebrijano se debía a un manuscrito anónimo custodiado en la Biblioteca Nacional y titulado Apuntes sobre la vida y obra de Antonio de Lebrija. Pues bien el autor ha conseguido desvelar su autoría: el canónigo Ramón Cabrera, quien fuera director de la Real Academia Española. Asimismo, el autor ha decidido mantener el nombre de Antonio de Nebrija pese a que se trata de una deformación de su nombre original, que no era otro que el topónimo alusivo a su localidad de nacimiento, Lebrija. Y ello porque todo el mundo le conoce ya por ese nombre como a Hernando Cortés se le conoce como Hernán Cortés, una formula abreviada y anacrónica que no apareció hasta mediados del siglo XVIII.

Tras una formación básica adquirida en su pueblo natal, en 1458 se encaminó a Salamanca, donde existía una de las mejores universidades de su tiempo. Tras cinco años de estudios se graduó como bachiller en artes. Luego ocupó una plaza de teología en Bolonia lo que le permitió ampliar sobremanera sus horizontes mentales y familiarizarse con los libros impresos. En 1470, cuando ya despuntaba como latinista, regresó a España, invitado por Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla. Parece ser que poco después estuvo en Coca como preceptor de Juan Rodríguez de Fonseca quien con el tiempo sería el todopoderoso obispo de Badajoz, primera autoridad en los asuntos indianos hasta la creación de la Casa de la Contratación. En 1476 regresó a la Universidad de Salamanca al aprobar una cátedra de Gramática, impartiendo esta disciplina además de poesía y oratoria.

Cuando todo parecía augurar una fecunda carrera eclesiástica se desposó con Isabel Montesino con quien tendría varios hijos. El mismo se lamentó en alguna ocasión de su incontinencia lo que le abocó necesariamente a los esponsales. Desde 1487 abandonó Salamanca para ponerse al servicio de Juan de Zúñiga, residiendo durante varios años en localidades extremeñas vinculadas a la orden de Alcántara, como Zalamea de la Serena o la propia villa de Alcántara. Fue en esta corte alcantarina donde Nebrija encontró el sosiego suficiente para escribir, siendo esta una de las etapas más fecundas de su producción literaria.

Llama la atención como se convirtió en un verdadero escritor de éxito, cuyos enjundiosos royalties cobraron tanto él como sus herederos. Su Gramática latina se convirtió en un verdadero best seller. Y más exitosos aún desde el punto de vista crematístico fueron sus diccionarios latín-español, español-latín que dio a la estampa por esos mismos años. Sin embargo, ninguno de ellos se puede comparar al valor de la Biblia Políglota en la que colaboró y que tantos esfuerzos le costó, incluso la persecución inquisitorial. Es curioso que además de un latinista de primer orden Nebrija fue, como recalca el autor, pionero en la gestión de la propiedad intelectual. Supervisó las ediciones de sus libros e incluso persiguió judicialmente las impresiones pirata que se hicieron de algunos de sus títulos.

Tras regresar a la Universidad de Salamanca acabó sus días en Alcalá de Henarés, ocupando una cátedra de Retórica que había dejado vacante Hernando Alonso de Herrera. Y allí permaneció hasta su muerte el 2 de julio de 1522, víctima quizás de una apoplejía. Él murió pero su obra permaneció con nosotros, convirtiéndolo en inmortal. Sus herederos se encargarían de percibir los enjundiosos royalties que sus obras proporcionaban, estableciendo incluso una imprenta propia para reeditar los libros de su progenitor.

Obviamente estas líneas constituyen solo una pequeña muestra de lo que uno se puede encontrar entre sus páginas. En ellas se pasean toda la intelectualidad y toda la élite cultural y social entre la segunda mitad del siglo XV y las primeras décadas del siglo XVI. Una obra imprescindible no solo para adentrarnos en la vida y en la obra de este humanista universal sino para conocer la cultura española entre el medievo y el renacimiento.

Archivado en:Reseñas de Libros Etiquetado con:Alcalá de Henares, Antonio de Nebrija, Pedro Martín Baños, Universidad de Salamanca

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